Por cuarto año consecutivo inauguro el verano en Asturias. Ya saben que éste es un privilegio muy particular de los presidentes del Principado: llegarse a esta tribuna, dar la bienvenida a la nueva edición de la Feria Internacional de Muestras y con estas palabras, casi un abracadabra, abrir de par en par las ventanas al verano. Porque nadie en Gijón ni en Asturias entera entendería agosto sin el bullicio de este certamen, que este año celebrará su quincuagésima novena edición. Por lo tanto, bienvenidos todos y gracias por permitirme oficiar esta liturgia. Hace justo una semana tomé posesión de la Presidencia del Principado. Estamos aún con esa zarabanda propia de los inicios de mandato, cuando se realizan nombramientos, acomodan estructuras y demás embalajes y líos de mudanza. En estos prólogos procede fijar líneas y criterios de trabajo. Quienes hayan estado atentos a la actualidad política en las últimas semanas empezarán a estar saturados de las invocaciones al diálogo, uno de esos sustantivos repetidos como un mantra y que encaja como un comodín en cualquier discurso. Pues lo siento por los descreídos, pero voy a seguir citándolo y, lo que es mucho más conveniente, practicándolo. Hoy me acompaña Francisco Blanco, nuevo titular de Empleo, Industria y Turismo. Algunos habrán notado el cambio en el nombre de la consejería. Aunque las competencias sean las mismas hemos querido situar al empleo en primer lugar. Es una cuestión menor, aunque simbólica: subrayar la que es la prioridad evidente de este departamento y del gobierno. Consejero, sabes de sobra cuál es tu tarea. Aparte de tu formación académica, profesor universitario de Hacienda Pública, has sido el coordinador del programa electoral de los socialistas. Por lo tanto, no te sorprenderá que te encomiende que inicies cuanto antes las negociaciones con los sindicatos y los empresarios para renovar la concertación social. Ese acuerdo ha de continuar siendo uno de los rasgos definitorios de los gobiernos socialistas en Asturias. Porque cuando se habla de negociación y pluralismo, cuando se hacen apelaciones al entendimiento, cuando se critica el distanciamiento entre la acción política y la sociedad no se puede pretender enclaustrar el diálogo intramuros del parlamento, como si fuera una competencia exclusiva de los partidos, como tampoco puede recabar para sí ningún partido el monopolio del diálogo con la sociedad. Créanme que no hablo en balde cuando llamo a alcanzar acuerdos amplios que involucren al mayor número de agentes e instituciones. Pienso desde los nuevos gobiernos locales, los empresarios y los sindicatos a la Universidad, las organizaciones del tercer sector, asociaciones y colectivos. No hay actores exentos de esta invitación. Hemos de procurar la cercanía y facilitar la participación para que estas palabras no queden vacías de significado. Tampoco te pillarán de nuevas las críticas que levantará este anuncio. Dirán que es más de lo mismo, que la concertación jamás ha servido para otra cosa que para contentar a las centrales y a la patronal, narcotizar o comprar su voluntad. Descalificaciones conocidas que no comparto. Lo he dicho alguna vez: la concertación está minusvalorada porque la tenemos incorporada al paisaje: hay quien piensa que siempre ha estado ahí y que seguirá estando ahí ocurra lo que ocurra. Pues no, el pacto social es un logro que se alcanza a fuerza de mucha negociación, de mucha cesión, de mucho compromiso y que revierte a favor de todos los asturianos. Estoy convencido de que si no la hubiese acabaríamos lamentándolo. Me refiero al gobierno, a los sindicatos y la patronal, lógicamente, pero también al conjunto de la sociedad. Para Asturias sería bastante peor quedar sin ese pacto, recalco. Hagamos el esfuerzo de no desdeñar este patrimonio social. Aprovecho, además, para defender a los interlocutores. ¿A qué viene esto de cuestionar la función y erosionar la legitimidad de las grandes organizaciones obreras? De la Unión General de Trabajadores y de Comisiones Obreras de Asturias podrán predicarse muchas cosas, pero no poner en duda su responsabilidad ni su representatividad. Esta ciudad, Gijón, es un buen lugar para subrayar que la consolidación de la siderurgia, que ahora se prepara para recibir nuevas inversiones millonarias, debe mucho a la madurez de ambas centrales. Es bueno contar con sindicatos fuertes y responsables, tan bueno como contar con organizaciones empresariales con iguales señas. Para alejar malas interpretaciones, quede claro que fortaleza, representatividad y responsabilidad no son incompatibles con la discrepancia, la reivindicación ni la protesta. El Gobierno del Principado seguirá, reitero, empeñado en el diálogo y el acuerdo con los sindicatos y los empresarios. Lo cual, por supuesto, no implica que el formato y el resultado deban ser idénticos al actual ni a los anteriores. No se trata de calcar un patrón, sino de ajustarlo a las condiciones y las preferencias de cada tiempo

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