Buenos días.

Habéis tomado posesión de vuestros cargos y a continuación celebraremos nuestro primer Consejo de Gobierno. Aunque el tiempo apremia, alargaré este trámite  con un agradecimiento y una advertencia.

El agradecimiento tiene dos grupos de destinatarios. A quienes han participado en el anterior equipo les agradezco tres años continuados de dedicación intensa. Estos días escucharán y leerán interpretaciones de todo tipo. Creo que ésta es la ocasión adecuada para ofrecer la mía porque entiendo que les debo una explicación pública. Jamás me he sentido defraudado con su labor. Sin regatear han aportado lo mejor de sí mismos al objetivo común de un gabinete socialista que trabajó para toda la ciudadanía. Ocurre sólo que  cada etapa tiene exigencias, condiciones y aristas distintas, circunstancias que me han hecho decidirme por el relevo. Confieso que me ha costado mucho. Pero yo nunca diré que Ana González, Graciela Blanco, Faustino Blanco y Graciano Torre han fallado en su labor porque sería tan falso como injusto. Al contrario, muchos de los logros alcanzados en el último trienio y que de forma tan cicatera se minusvaloran llevan su sello personal. Por lo tanto, a todos ellos, lo repito, muchas gracias.

Gracias también a quienes formáis el nuevo gobierno. A los que seguís por el compromiso que demostráis; a quienes os incorporáis por el valor que habéis demostrado al aceptar este envite. Porque, y aquí enlazo con la advertencia, no lo tendréis fácil: seréis responsables de todos los desaguisados y artífices olvidados de todos los logros. ¿Recordáis que la victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana? Pues aplicáoslo ya, desde este instante.

Pero también tenéis por delante mucho por hacer, y no hay mejor aliciente, espaldarazo que más ilusione que el saber que podéis contribuir a la construcción del futuro de Asturias. He sintetizado en tres las metas de esta legislatura: recuperación económica, refuerzo de los servicios y derechos sociales y regeneración democrática. No hay un solo consejero que no pueda sentirse concernido por esta terna de objetivos. Os lo encarezco: no lo olvidéis nunca.

En esa triple ambición hemos de encuadrar las promesas que enuncié en el discurso de investidura y los acuerdos alcanzados con Izquierda Unida, el único grupo que apoyó mi elección. A veces parece que las palabras de los políticos son de una pasta maleable que puede estirarse y doblarse como los relojes blandos de Dalí. Pues no, tengamos las cosas claras desde el principio. Faltar a esos compromisos públicos sería, salvo causa de fuerza mayor, un fraude a la ciudadanía. Por eso os pido que los asumáis como guías de trabajo. No os las detallo ahora  para no extenderme, pero las reformas legislativas vinculadas a la regeneración democrática, la transparencia y la participación ciudadana, el empujón a la formación profesional y al turismo,  las políticas activas de empleo, el fortalecimiento de nuestros servicios sociales, la aplicación de la Estrategia de Medio Rural y el etcétera de compromisos que hemos asumido forman parte obligada de vuestra tarea. Sabemos qué queremos y debemos atenernos.

Asumamos también el diálogo como una herramienta imprescindible. Con todos los grupos políticos, con los sindicatos, con los empresarios, con todas las instituciones, con la sociedad asturiana, en suma. Tampoco en este punto cabe un diálogo simulado, aguachirle de apariencia. Nos lo exige la matemática parlamentaria, pero nos lo impone la transformación de la sociedad. Por eso mismo es imprescindible ampliar el cauce de la participación. No podemos gobernar sin respaldos políticos, pero mucho menos alejándonos de la sociedad.  Al revés, el sentido de la marcha de nuestro gobierno debe ser el contrario: compromisos políticos y cercanía social. Tengámoslo siempre en cuenta. Debemos gobernar en coalición permanente con la sociedad.

Con esos planteamientos estoy seguro de que podremos forjar acuerdos amplios que involucren al mayor número de fuerzas políticas y actores sociales posible. Me refiero a asuntos como la tarifa eléctrica, la política industrial, las obras públicas vertebrales y, por añadir otro ejemplo, la reforma de la financiación autonómica, que nos aguarda a la vuelta de la esquina y que está presa de un debate envenenado de  tergiversaciones y falsedades. Son todas cuestiones en las que hemos de esforzarnos por trabajar en común. La discrepancia es consustancial a la democracia, a la pluralidad social. El enfrentamiento inútil sobre metas que todos compartimos supone un despilfarro que Asturias no se debe consentir.

Todo eso os pido. Asturias, lo he manifestado recientemente, no puede hacerse valer a fuerza de kilómetros cuadrados ni de millones de habitantes. Si quiere tomarse en serio tampoco recurrirá a las baladronadas. En cambio, sostengo debemos hacernos escuchar a fuerza de seriedad en los planteamientos y de capacidad para defenderlos contra viento y marea cuando sea necesario. También os encomiendo esa tarea. Hagamos, cada uno en su ámbito, que la voz del Gobierno de Asturias merezca el respeto que otorgan la credibilidad, el rigor y la firmeza.

No me extiendo más. Gracias sinceras, una vez más, a todos quienes me han  acompañado en la dedicación pública de procurar lo mejor para Asturias. Con su aliento y con el apoyo de quienes ahora se suman a este equipo, seguiremos trabajando por esa ambición.

Muchas gracias.