¡Ya llega, ya está aquí!, ¡lo sé, lo noto! Noto que hace más frío y que hay muy poquita luz afuera porque los días son más cortos. Lo del frío es muy fácil saberlo, pero lo de la luz lo he aprendido con la experiencia: sé que cuando se acercan estas fechas las noches son muy largas y el perezoso sol sale lo justo para iluminar unas horas

Entonces pasa que todo el mundo se queja, que si “vaya tristeza”, que “qué aburrimiento”, pero no se dan cuenta de que así pueden estar recogidos en casa, con los suyos, tomando, por ejemplo, un rico chocolate con churros al pie de una buena chimenea. Aunque, si echo la vista atrás, es cierto que han cambiado, y mucho, las cosas desde que yo empecé en esto. Ahora parece que la gente no quiere estar en familia, y les oigo decir que en las tardes invernales se van a unos sitios llamados “centros comerciales”, en los que hay muchas cosas que ver, muchas luces y colores, y que además, como son edificios cerrados, se está muy calentito. En el fondo me entristece un poco, me pongo nostálgico y echo de menos mis comienzos, ¡con qué  ilusión se esperaban las Navidades! Y es que he vivido tantas que tengo un sinfín de anécdotas...

   Uy, perdonadme, ¡qué cabeza la mía!, ¡qué  poca educación por mi parte!, ni tan siquiera me he presentado. Quizá es la emoción de saber que pronto voy a presidir de nuevo el Portal de Belén. Sí, sí, porque yo soy, desde hace décadas, el Ángel del Nacimiento que cada Navidad monta mi querida familia en su casa. ¡Tengo unas ganas y unos nervios de que se ponga la maquinaria en marcha! Y es que estoy recogido casi durante once meses junto con el resto de compañeros en una caja con agujeritos y cubierta de un plástico transparente para que no nos estropeemos; precisamente por ahí, por el plástico transparente y por lo agujeros, vemos la luz, y cuando llegan los primeros días de diciembre nuestros corazones empiezan a latir más y más fuerte...ah, ¿que no os creéis que laten? Claro que sí, hombre, que aunque somos figuritas, tenemos corazón y sentimientos, ¡cómo no!

   Por mi parte he de reconocer que soy un suertudo, un privilegiado, y es que, aunque esté un poco feo decirlo, mi puesto es el mejor y más rimbombante. Soy como la estrella que copa el árbol de Navidad, estoy tan alto y sin nada frente a mí que abarco las mejores vistas de todo el salón, y así, me entero de cualquier cosa. Luego, el resto de mis compis me piden que les cotillee cómo va la familia, cuál ha sido el menú elegido, qué regalos ha recibido cada uno...o sea, que parezco a uno de esos programas tan de moda ahora, esos “del corazón” o como se llamen, pero sin cobrar nada, que conste, Que eso es otra  cosa negativa de hoy en día, casi todo lo mueve el dinero. La sociedad es más materialista e impersonal, y el verdadero espíritu y sentimiento navideños se ven empañados por el deseo de consumir cada vez más y más; sólo importa gastar, aparentar, conseguir el regalo más grande y caro...pero bueno, no quiero ponerme pesimista porque realmente siguen manteniéndose muchos otros valores positivos que son los que hacen a estas fechas especiales, como la solidaridad con los demás y el reencontrarse con amigos o personas a los que hacía mucho que no veías. ¡Eso sí que está bien, nos encanta a todos! Además, mi familia es maravillosa, ¡cuánto la quiero!, o pluralizo, ¡cuánto la queremos!, y especialmente este año, pues vamos a conocer a un nuevo miembro, que traerá, aún si cabe, más alegría y felicidad.

 —Ssshhh, un poco de silencio, por favor, me parece oír la voz del pequeño Juan, creo que ya han venido con el bebé.

—Ja, ja, ja, pequeño dice, si es todo un hombre.

   Pero bueno, ¡qué replicón está el pastor!, aunque casi siempre tiene razón, es verdad que Juan ya no es un niño a pesar de que para mí lo siga siendo siempre.

   En fin, voy a tener que dejaros, que ahora y durante más de un mes es nuestro turno, el turno de compartir con el mundo una época de sueños, deseos, esperanzas...y a pesar de los cambios en la vida y de esas crisis que tanto llenan los telediarios, hacedme un favor: mantened la ilusión, por lo menos estos días, igual que la teníais en vuestra infancia. Ah, y tú...sí, tú, pídete ese tren eléctrico que llevas deseando tanto tiempo...y a ti, el de la sonrisa escondida, que no te de vergüenza escribirle a los Reyes Magos una carta con lo que quieres que te pongan...os lo digo porque la otra noche, en la cena, estuve hablando con ellos y me confesaron que...uy, lo siento, ¡ya vienen a por nosotros!, gracias por aguantar mis filosofadas y ¡feliz Navidad!

 

 

 

 

 

 

Amanda K.