Ha abierto de nuevo el baúl, lo que significa que… ¡Ya es Navidad en la casa de los Pastrana!

- ¡Qué pasa! ¡Qué pasa!
De nuevo, abre los ojos, pero sigue sin entender nada.
- ¡No me pises!
- ¡Levántate, que me estás aplastando!
Oye que se quejan varios de sus “compañeros”, que al igual que él, están confusos. ¡Se están moviendo! Cierra los ojos, ya que Baltasar le está aplastando, y un camello le está chupando el pelo. Tras quedarse todos en silencio, se ve obligado a abrir los ojos para ver qué ha sucedido, y entonces lo ve. ¡Es Tom, el dueño de la casa!
Ha abierto de nuevo el baúl, lo que significa que… ¡Ya es Navidad en la casa de los Pastrana! Por fin se podrán lucir de nuevo, y revivir las costumbres que año tras año, caracterizan la Navidad, y que hacen que para ellos sea la mejor época del año: El ambiente cálido y acogedor que hay entre la familia, los amigos, las luces que se ponen en las calles anunciando las fiestas, el brillo del árbol de Navidad (el cual siempre termina con alguna micción inoportuna de Silo, el perro de la casa), el olor a galletas recién hechas la mañana del 25 de Diciembre, la ilusión que crean los regalos… Nuestros protagonistas, también forman parte de estas costumbres, aunque no la haya dicho, ya que todos ellos desempeñan también un papel muy importante en estas fiestas.
- Ya estamos como todos los años Baltasar, no hay manera de que te quedes quieto mientras mueven el baúl. Van dos veces seguidas que me empujas, y el camello este año se cree que mi pelo está hecho de finas hierbas ¡Qué me ha lamido tres veces, hombre!
- Mira Melchor, no te vengas con remilgos a estas alturas, que estamos a 5 de diciembre y nosotros sin salir. Como sigan así en esta familia, terminaremos saliendo para Carnaval, ¡entiende mi euforia y mis ganas de salir de nuevo!
La algarabía no había hecho más que empezar, ya que se podían observar: animales de granja de todo tipo, pastores rodando por el parqué, pozos de agua, casetas, norias y molinos. El bullicio llenaba la sala mientras Tom y su familia comenzaba a darle forma a su Portal de Belén, aquellas figuritas que se guardaban y se sacaban solo una vez al año. Este año habían decidido colocar ríos con papel de plata y caminos con musgo artificial, y además Clara llevó arena que encontró en el parque y que le costó casi un mes sin paga “a ver si está donde los perros hacen sus cosas”, le había advertido su madre con un tono más bien poco amistoso.
Mientras estudiaban el lugar exacto de colocación, las figuras de los tres Reyes Magos se miraban entre sí, con una mezcla de excitación, al verse de nuevo en activo y de ansiedad, por las nuevas ideas de Tom, que no solían ser del todo acertadas.
- Yo estoy temiendo el día que nos jubilen -dijo Gaspar- con tanta innovación, cualquier día ponen un holograma de nuestras imágenes y nos dejan hasta que se nos oscurezcan las pinturas.
- ¿Más aún? -protestó el Ángel Anunciador- yo empecé azul ¡sabéis! un azul brillante y con una corona dorada, que de tanto rozar en el baúl parezco un ángel común, ¡yo! Encima esa figura tan ordinaria, sí, esa que se agacha con los pantalones por las rodillas, lleva dos años frotándose contra mi túnica. De verdad, no sé si podré soportarlo otro año más.
- Es cierto -dijo la estrella del portal corroborando la versión del Ángel- precisamente a mí me ha borrado parte de la purpurina, creo que Tom debería guardarlo en otro sitio.
Tom y los niños ya habían colocado el río, y los patos se reflejaban en el papel de plata.
- Cuack cuack -dijo uno.
- Cuack cuack -respondió el otro. Giraron sus cabezas hacia los perros que esperaban su turno y les gritaron:
- ¡Ehhh! Preparaos que este año viene espacial. -Los perros los ignoraron, y los patos continuaron su juego socarrón. Entre el musgo artificial se enredaban dos vacas y un burro. Las vacas rumiaron un suspiro y el burro rebuznó asintiendo.
- María, anda, ven al portal -suplicaba José a su esposa.
- José, llevo quince años entrando en el portal, ¿me vas a decir por dónde tengo que pasar ahora? -María recogía los trapos que servían de manta a Jesús y que habían pertenecido en otros tiempos a no sequé Monster High de la pequeña de la casa, y que ella muy dignamente colocaba para que no se vieran los brillos dorados sobre el pesebre.
Tom llamó a su esposa, ya casi habían terminado y se había olvidado la nieve.
- Ya sabía yo que se le olvidaría algo -refunfuñó un Melchor atusando sus cabellos relamidos por el camello. Baltasar observaba con cara burlona la maniobra de Melchor, y Gaspar le hacía gestos con las manos en el aire intentando evitar que Melchor se diera cuenta
- ¿Qué os apostáis a que este año la nieve es harina? -dijo la lechera en pleno ataque de risa- ¿os acordáis hace dos años cuando nos puso tierra del parque y venía con lombrices de tierra?
Todos sabían que Tom era un poco despistado y que sus soluciones no eran las más ortodoxas, pero en ese momento todos dejaron sus miradas perdidas, con una sonrisa dibujada en los labios, unos más rojos que otros por el paso del tiempo, pero con la misma intensidad. Había pasado otro año, y debían ocupar sus puestos haciendo aquello que mejor sabían, acompañar a los Pastrana otra Navidad.
Cuando finalmente colocaron la Estrella en lo más alto del portal, Tom y los suyos rompieron en aplausos, vítores y risas, hasta Silo, el perro de la casa acompañó con su estruendoso ladrido. Melchor, al que ya se le había secado el pelo, dirigió una mirada cómplice a sus otros dos amigos.
- Muchachos, llegó el gran día, luzcamos nuestras mejores galas, nuestra mejor expresión y postrémonos de nuevo ante nuestro Salvador, Jesús.
Baltasar esbozó una sonrisa mostrando sus blancos dientes, señaló de reojo el cabello de Melchor y Gaspar sorprendió con una pose de los más solemne. El Ángel Gabriel no podía contener la emoción y elevaba su dedo señalando el lugar donde, como cada 25 de diciembre, nacía nuestro niño Jesús, el Portal de Belén.