La Cruz del Picu Pienzu
La Cruz del Pienzu
La “ferrum Crucis”que enarbola el Pienzu es patrimonio visual de todo el Sueve, aunque en el rellano de su efigie reservado a los sentimientos Lastres ocupa puesto preferente entre los pueblos que le rinden pleitesía. Lastrinos de nacimiento fueron los hermanos Victorero Lucio, benefactores de principios de siglo que buscaron fortuna en tierras de ultramar y a quienes se debe la corona cruciforme del Pienzu y la consagración de este pico, por los siglos, al Autor de las cumbres, los océanos y las lagunas níveas que se contemplan desde tan singular atalaya.
La Cruz hace muchos años |
Los Victorero, padres promotores de la advocación del Pienzu, ordenaron colocar una primera cruz de madera, de siete metros, en la cresta principal del Sueve. Era un 25 de septiembre de 1915. Cinco mil personas alcanzaron la cima del Pienzu en esa jornada, aunque el primitivo leño acabó sucumbiendo pronto a los embates del temporal. Rendida la primera cruz, los Victorero mandaron instalar una segunda, también de madera y mas firme que la primigenia. Agustín, Ángel, Antonio y Francisco Victorero habían hecho fortuna en México y a su ingenio lastrito se debe la célebre máquina de hacer cigarrillos “Victoria”. Tres de ellos regresaron en 1929, con la alforja llena de caudales. Después, las tormentas hicieron de nuevo sucumbir, a golpetazos de viento gallego, la segunda cruz de madera del Pienzu.
La firme tenacidad de los Victorero de Lastres volvió a quedar patente en su obsesión por perpetuar una nueva cruz en esta cumbre mítica, esta vez de
La Cruz actualmente |
La multitudinaria misa de bendición se celebro en la Campa de Mergullines, pradería desde donde la cruz del Pienzu se presiente empequeñecida. El sacerdote José Dosal ofició la efeméride y se cuenta que fueron diez mil las personas que ascendieron al pico esa jornada, muchos de ellos desde el Mirador del Fito. Otros llegaron por sendas más dificultosas, desde Carrandi, Libardón, Borines, Cereceda o Cofiño.
La Majada Bustacu |
Sobre dieciséis metros que apuntan al cielo se levanta esta cruz de hierro, en eterno desafío de avatares y de inviernos. Aún en 1972 recibió un nuevo azote de los temporales esta estructura de metal que guía a los pescadores y abraza el descanso de los montañeros. Los mismos que, desde arriba, tienen la impresión de que las otras cordilleras, envidiosas de la raza marinera del Pienzu, empujan con sus pliegues a este pico hacia el océano. Como si quisieran despeñarlo sobre la arena de la playa de La Isla, y el Pienzu se refugiara, clemente, en su cruz de hierro.
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