El ginecólogo Manolo Guerra ha entregado su fructífera vida a los 93 años de edad. Ayudó a dar vida, a dar a luz, al buen parto de muchos que hoy son maduros ciudadanos de Gijón. Sus profundos conocimientos médicos le daban la certeza de que la vida del ser humano comienza desde el instante de la “pro-creación”. Una convicción científica que coincidía con sus creencias religiosas.

(“Mens sana in corpore sano”;  se dedicó al deporte de la vela, con su snipe.)

Hace cuarenta años no había teléfonos móviles. Una joven vecina, embarazada de poco tiempo, sin teléfono, con el marido ausente,  sintió fuertes molestias de noche. No funcionaba el ascensor. Llamé a Manolo y le dije los síntomas. Llegó rápido, con la gabardina sobre el pijama.  Era una “interrupción del embarazo” (completamente involuntaria).  Entonces, el Doctor Guerra Asorey cogió el feto en sus manos y, con el mayor respeto, lo bautizó, “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

Yo, emocionado, muy bajo, le respondí. “Amén”.  Y nunca he podido olvidar aquella escena. Una ceremonia que  Manolo repitió varias veces en su larga vida.

Era un médico que tenía muy presentes los principios hipocráticos y el juramento de los médicos de salvar vidas.  No cercenarlas.

Dios tendrá en cuenta sus buenas acciones, como médico, como persona amable y como Ministro del Sacramento del Bautismo.

Que su larga vida haciendo el bien nos sirva de ejemplo a todos.

Carlos Roces