Esta recepción no anota en vuestro palmarés. Vamos a dejar las cosas claras desde el principio: al Hostelcur Gijón Hockey Club le sobran trofeos, medallas y fotografías como para inquietarse por este acto. A esos efectos, las vitrinas ya desbordan. Aquí y ahora se trata sólo de que quede constancia de mi agradecimiento personal y del de todo el Gobierno de Asturias a vuestra trayectoria. Soy yo quien os da las gracias y quien celebra los títulos que habéis conseguido.

Nací en Mieres y vivo en Gijón, circunstancia biográfica que tiene su punto para hablar del hockey sobre patines en el Principado. Los partidos y los éxitos del Club Patín están unidos a mi infancia desde los tiempos germinales en que se llamaba Fabrimieres, antes incluso de que Andrés Caramés, otro mierense, iniciase su brillante carrera como entrenador e impulsor de este deporte en Asturias y en España. Por cierto, hace muy pocos días –concretamente, ocurrió el cuatro de junio— que se cumplieron 14 años de su temprana muerte.

Eso, ya digo, son recuerdos de juventud, con su particular e inevitable envoltorio de nostalgia. Porque desde hace unos cuantos años la evolución del hockey en Asturias pasa forzosamente por Gijón y por vuestros nombres: por el club Solimar, después Biesca y hoy Hostelcur. No sé si habéis llegado a memorizar vuestro extenso listado de éxitos, porque no es tan sencillo recordarlo: entre otros, cuatro copas de Europa, tres copas de la Reina y dos veces campeonas de la OK Liga. Esta misma temporada pudisteis festejar el primer puesto en la liga femenina y dos subcampeonatos, en la Copa de Europa y en la de la Reina.

Un gobernante tiene un catálogo de obligaciones. Puede clasificarse con arreglo a muchas categorías, pero os confieso que para andar por casa hay una distinción muy útil: los asuntos que requieren presencia pública y los que exigen trabajo discreto puertas adentro. Con un añadido importante: por lo normal, y esto se aprende muy pronto, sólo se tiene en cuenta lo que se ve; todo lo demás queda a beneficio de inventario. Seguro que me entendéis, porque lo mismo sucede a quienes se dedican al deporte: únicamente se valora lo que ocurre en la pista o en el campo, lo que pasa bajo los focos y refleja el marcador, y pocas veces alguien repara en el entrenamiento, las horas de aprendizaje y demás esfuerzos personales y colectivos.

Conste que no me estoy quejando. Al contrario, porque de ese grupo de asuntos que reclaman presencia pública hay una buena parte que no es cómoda. No viene al caso detallarla. Lo que quiero subrayar es que hoy, por vuestra labor, enfrento una tarea muchísimo más agradable: felicitaros, expresaros el reconocimiento que os habéis ganado calzadas con los patines y el stick en las manos. Con nombres y apellidos: a Juan Ramón Naves, a Vicente Alonso, María Fernández, Daniel Sierra, María Sierra, Elena González, Judit Morera, Sara González, Marta González, Alba Garrote, María Díez, Anna Casarramona, Paula Calleja y Lorena Alonso. A todas y todos, muchas gracias. No olvido que aquí hay cuatro preseleccionadas para participar en esa especie de juegos olímpicos del patinaje que se celebrarán en Nanjing. Sara, María, Marta y Anna, os deseo la mejor de las suertes.

Afirmé al principio que vuestras vitrinas ya desbordan. Es, aparte de una constatación, una manera de hablar. Si fuese sólo cuestión de triunfos, habría que organizar una recepción cada temporada. Vuestro club representa algo más y de una relevancia muy especial. Recordad los motivos por los que en 2010 ya merecisteis –de aquélla con el nombre de Biesca Gijón— la Medalla de plata de Asturias. El acuerdo del Consejo de Gobierno resumía las razones en dos: por el palmarés deportivo y por “potenciar de modo sobresaliente la incorporación de la mujer al hockey sobre patines”.

Puede que a estas alturas os resulte cansino escuchar tanto subrayado a la relación de la mujer con el deporte, un raca raca muy propio del discurseo político. Sería lógico, porque lo vivís en primera persona. Pues os aseguro que es importantísimo. Lo digo con pocas palabras. La lucha por los derechos de la mujer, que es la lucha por los derechos de media humanidad, es la revolución más importante de los últimos siglos. Poco a poco, ha ido apartando obstáculos, izando compuertas, ganando espacios que se consideraban reservados para los hombres y en los que las mujeres, si entraban, apenas tenían un papel subalterno o secundario, cuando no de acompañamiento. El deporte, aunque a las más jóvenes les resulte extravagante o prehistórico, era uno de esos lugares de indiscutible dominio masculino. Sólo ahora, después de tantas décadas, el deporte femenino empieza a tener el reconocimiento público que precisa. Hablo de todas las disciplinas: del tenis, del atletismo, del bádminton, del judo, del baloncesto, de la natación, del balonmano, del fútbol y, cómo no, del hockey y de cualquier otra que se nos ocurra. Y en esa liga que no tiene jerarquías, donde no se otorgan medallas ni se sube al podio ni emocionan los aplausos de la hinchada, en ese campeonato silencioso por la defensa de la igualdad, vosotras también tenéis la vitrina rebosante de triunfos. Por eso, de nuevo, muchas gracias. Os las merecéis.

    Audio (Audio: 1 Mb )

    Descargar en formato original (Pdf: 37 Kb)