Mis desayunos con doña Rogelia

Hablando sobre el abuso de las “black”. 

Con alguien tengo que conversar y todo el mundo está harto de los temas que me preocupan. Me queda doña Rogelia, olvidada en el baúl de los recuerdos de Mari Carmen. Hemos hablado sobre el abuso de las “black”.

-¿Qué opina sobre las tarjetas Black?

-Yo siempre visto de negro y me tapo, decentemente, con un pañuelo, como lo hacían mi madre y la retahíla de abuelas y tatarabuelas. “Black” es negro, ¿verdá usté? Es un color de decoro, ¿por qué quiere usted hacer tarjetas en negro?

-Yo no, los “chorizos”.

-Nunca he visto chorizos negros, siempre son rojos. Claro que hay quien dice que tiene negros y se refiere a sus cojones y al trabajo. ¿Piensa usté que estaríamos donde estamos si hubiera trabajo?

-Precisamente; no hay trabajo porque hay una mala gestión.

-Si no nos comemos los chorizos negros no tendremos problema alguno de digestión. Mi difunto, que en gloria esté, siempre tenía problemas de digestión y ¡ay! ¡cómo le golía el aliento!. Pero no habría comido chorizo negro, ¡Menudo morro tenía! Lo sé por los pufos que me dejaba.

-Pare antes de la pregunta y déjeme intervenir, de eso se trata, de los pufos que nos están dejando.

-Pues haberlo dicho antes…. Mire usté, yo controlaba los pufos de mi marido ¿Qué remedio le queda a una? y más de una vez descubrí tropelías en los cuentistas.

-Por lo que parece es fan de Pablo Iglesias…

-No sabía que entre los Iglesias hubiera un Pablo y ¿Qué tiene que ver la Presley con los chorizos negros?

-Lo sabrá usted que es quien la menciona. Volvamos al tema, ¿Cree usted que hay que revisar la deuda?

-¿Cree usted que mi difunto y yo habríamos salido adelante de otra manera?

-¿Es usted partidaria de “Podemos”?

-¡Ah! Me hablaba usted de ese nuevo partido que la ha montado gorda; yo en política no me pronuncio, ya sabe usted, pero le digo que algo tiene que funcionar para que dejen de fabricarse chorizos negros, para controlar los gastos y las trampas, para tener con qué comer ¿Cree usted que mi difunto me habría permitido que no le sirviera de comer y de beber, como es debido? ¿A quién si no a mí podría importarle que fuera él quién hiciera los pufos?

-El que usaba la “Black”.

-¡Oiga usted! Más respeto, que mi difunto era buen mozo y trabajador… ¿Me ve usted casada con uno de esos que llaman corruptos? ¡Haber empezado por ahí1 ¿Quiere hablar de corrupción?

-Para eso era el desayuno.

-Pues mire usted, me voy ¿Por qué cree usted que quieren que hablemos tanto ahora si hace tiempo que estamos jartos de ver chorizos negros? Si no los quisieran no los tendríamos.

Se marcha murmurando no sé qué sobre el nuevo amor de la Campos.