En los últimos días viene siendo objeto de polémica la nueva campaña publicitaria de la lotería navideña. Esta emplea la melodía del himno oficial de Asturias con una letra modificada, hecho que está percibiéndose desde algunos sectores como una falta de respeto para la propia Asturias, y generando el correspondiente revuelo a nivel mediático

A mi entender es perfectamente comprensible que pueda ofender, y de hecho es evidente que, independientemente de que guste más o menos como himno oficial de Asturias, su grado de identificación popular es muy alto, y noes muy afortunado emplearlo de esa forma para fines puramente comerciales. 

Sin embargo, me parece mucho más importante y necesario marcar una frontera entre las dos posturas desde las que podemos tratar la cuestión: quedarnos estrictamente en el hecho y en una indignación estéril que no lleva a cuestionarse el porqué de estas cosas, o aprovechar para poner en evidencia una vez más la propia naturaleza del Estado español, y del trato de este con cualquier seña de identidad de las naciones que le componen, usando lo superficial para ir a la raíz.

Dicho de otro modo,: si nos quedamos solamente en la ofensa al símbolo y lo tratamos desde una óptica idealista (regionalista o nacionalista), va servir principalmente para reforzar estereotipos básicos que tiene incluso la propia población asturiana de sí misma, donde juegan un papel fundamental construcciones ideológicas como el covadonguismo y, a fin de cuentas, el discurso españolista con el que nos bombardean desde todos los aparatos del poder, bien sea el sistema educativo, medios de comunicación, etc.

En ese sentido, como ya comentaba anteriormente, es imprescindible que este tipo de sucesos nos sirvan para ir haciendo ver que no son hechos aislados ni casualidades, sino sencillamente la punta del iceberg de lo que es el propio Estado español: una herramienta de la oligarquía que no  se entiende sin la opresión nacional de los pueblos que lo componen.  Y eso de la “opresión” no es un estereotipo ni un discurso prefabricado, sino que es una realidad visible materialmente:  desde el punto de vista cultural, destaca cómo se folcloriza, ridiculiza, y se le intenta dar un aspecto de “paletada entrañable” a expresiones culturales propias de cada pueblo. 

En el caso asturiano, poco descubriré sobre la situación de las lenguas propias y el discurso oficial desgradante existente sobre ellas, como tampoco descubriré mucho sobre la gestión cultural en la mayoría de concejos, el desarrollo de Ferias de Abril subvencionadas, o una TPA donde el provincianismo más acomplejado es la seña usual. 

En el terreno político y económico, también está bien a la vista la situación de una autonomía asturiana completamente sucursalista y sin apenas capacidad de autogobierno, no teniendo posibilidad ni siquiera para disolver nuestra cámara legislativa sin la complacencia del gobierno central, ni para marcar políticas energéticas en un país sobreproductor, ni para decir no a un sistema educativo aculturador y mercantilizador impuesto, ni para oponerse a lo hecho con unos sectores productivos desmantelados, o bien reducidos  a la mínima  expresión como precio por estar en ese paraíso para las clases dominantes que es la Unión Europea,  condenando con ello a la juventud a la emigración forciada.

Son algunas pinceladas con las que ya reluce que argumentos hay de sobra, y que podemos indignarnos más o menos con lo que se haga con un himno o con una bandera, pero sin perder de vista que no deja de ser un símbolo de todas esas expresiones tan graves de opresión en todos los terrenos, que a fin de cuentas son el origen de estas otras más superficiales y simbólicas.  

Es imprescindible que nos hagamos respetar como pueblo, sí, y para ello lo primero es actuar como tal, hacernos valer como sujeto político, recuperar nuestra soberanía, política y también económica. En definitiva: romper completamente las cadenas en forma de estructuras que nos impone el capitalismo, tanto con un “Principado” humillante y sucursalista, como con un Estado español que cada día pone más en evidencia su función esclusivamente útil para el capital, una Unión Europea hostil completamente a una Europa de los pueblos y, por tanto, de las clases populares, una OTAN invasora y saqueadora, etc.