Sidras de Colunga y Caravia

Tras unos años de aculturación y desarrollismo mal entendido en el que los llagares, las espichas, y los cancios de chigre eran considerados poco menos que actividades propias de garrulos de pueblo con boina y madreñes, las aguas vuelven a su cauce natural...

Sí hombre, sí, sidras de Colunga y Caravia, muchas y muy buenas de toda la vida, sin tanta denominación de origen, tanta mancomunidad y tanto cuento de Calleja de estos modernos de ahora que por norma general sólo sirven para apesebrar mangantucos de toda especie; artesanales los más, pues cada uno en su casa hacía la suya, industriales algunos – ahora mismo sólo queda Crespo – pero claro, no debemos olvidar la época gloriosa del Hórreo, Hijos de Pablo Pérez por ejemplo, ya saben el estribillo: “El que quiera beber sidra del Champagne más excelente que compre la que fabrican los Hijos de Pablo Pérez Colunga, Colunga, es un pueblo de Sandunga y de la mejor manzana de La Comarca Asturiana…”

No debemos olvidar tampoco otros famosos llagares, como el de La Asturiana de Caravia, el del Retiro en la bajada al mercau del ganau, la delegación que la riosellana Blanco y Saro tenía aquí, o los famosos llagares de Gancedo en Coceña, Cueli en Colunga, Pertierra en Loja, el del Rotellu en el Taquín, o el del Valle en Güerres, por no citar ya los atávicos de Libardón, el Llagarón y el más pequeño de la Pumarada en el Barriu d´ Abaxu, abastecidos ambos en su mayoría por les pumaraes de Lerón y Cades, ya lo decía en su día José Ramón de La Campa: "Si vas al puertu de Sueve baxarás por Degollada Si quies tomar buena sidra entrarás na Pumarada." El llagarón tenía fusu de fierru – habitualmente era de madera – y disponía de 22 toneles de gran tamaño, 7 pipas y dos prensas. La capacidad del llagar era cuatro veces el de la Pumarada.

“El domingo, si Dios quiere tengo d´ ir a Libardón´y tengo de beber sidra del tonel del Llagarón." Pero no son los únicos estos que cito, claro, quedan muchos en el tintero naturalmente; Daniel Gancedo, Alcalde de Colunga en su día y productor de sidra casera en Coceña, conoció empresas "familiares, pero con una cierta capacidad y venta" en San Juan, Gobiendes, Carrandi, Pernús, La Riera y Libardón, entre otras localidades. "La comercialización era comarcal casi siempre. Se vendía en las espichas, donde se abría un tonel y se juntaba la gente a jugar a los bolos", describe Gancedo antes de apuntar que parte de lo que no se vendía o lo que salía malo se destinaba a un vinagre que tenía mucha demanda en la industria conservera de Lastres, para hacer el escabeche.

Tras unos años de aculturación y desarrollismo mal entendido en el que los llagares, las espichas, y los cancios de chigre eran considerados poco menos que actividades propias de garrulos de pueblo con boina y madreñes, las aguas vuelven a su cauce natural cada vez más deprisa y muestra de ello es que en la actualidad el concejo mantiene muy bien el pulso sidrero que le dio fama en su día, no hay más que ver que cada vez hay más llagares caseros de nuevo y prueba de ello son los concursos de sidra natural como el de la localidad de Güerres que en tiempo record cuenta ya con una participación de más de cuarenta concursantes e in crescendo de manera demoledora.

Limpieza, buena manzana sidrera, respeto a las tradiciones ancestrales en la elaboración y sumo cariño en todo el proceso son las claves de todo ello. Ahí en eses “semeyes” tienen muestras de etiquetas de llagares antiguos, del proceso de mayar a mano, ahí en esa foto de Joaquín García Cuesta en Carrandi, del antiguo Llagar del Retiro, de Crespo, de Daniel, en fin, si no las sitúan, pues pregunten hombre, pregunten, que así “interactúan” y todo eso como dicen los modernos de ahora con sus vecinos, que con esto de los móviles y demás, pues ya saben… ¡Ay…!