-Abuela, ¿me cuentas más sobre las figuras del Nacimiento, como ayer? Preguntó Marisa.

-Abuela, ¿me cuentas más sobre las figuras del Nacimiento, como ayer? Preguntó Marisa.
-Ah, sí claro, pero ahora no. Esta noche en vez de leerte un cuento, te contaré la historia, como en su momento, hice con mamá cuando era una niña más o menos como tú eres ahora. Hasta el día de Reyes, un poco cada noche y te gustará saber cómo nació el niño Jesús, hijo de María y José, vecinos de Nazaret…
-Sí, sí, esperaré, pero promete que no te cansarás en seguida como cuando lees los cuentos que me gustan. Me ha dicho Carmen que era un niñito muy pobre y que nació en un establo. ¿Qué es un establo?. Yo quiero saberlo.
Bueno, bueno, te lo explicaré todo, como ocurrió y porqué.
Era media tarde y el tiempo seguía muy frío. Hoy había sido el último día de clase y madre Trinidad había pedido a los niños que fuesen vestidos de pastores. Un colorido especial habían aportado algunos chalecos de pieles, bufandas, gorritos y guantes como un arco iris en movimiento, acompañado de trompetas, tambores, zambombas y flautas para celebrarlo. Había sido muy divertido.
-¡Qué pena que no me haya visto Papá con el chaleco de borreguito y mi gorro de pastora de piel!. ¿Cuándo nos toca ir con él? Yo quiero verle, pues será una Navidad muy triste nosotros solos, aunque pongamos el Nacimiento y tengamos muchos regalos, pero sin él…
No te preocupes cariño, todo se arreglará y se lo pediremos al niño Jesús. ¿Te parece bien?.
-¡Sí, sí!. Se lo diré a Julito y lo haremos juntos. ¡Ojalá venga y Mamá no estará tan triste. Ayer la vi llorando, mientras miraba por la ventana, pero cuando me vio, hizo como que no pasaba nada y me besó mucho…
Venir a quitaros las botas y tenemos para merendar esas rosquillas recién hechas que tanto os gustan. Las de anís, ya sabéis.
-Sí, otro día que las hagas te ayudaré yo, ahora que no tenemos clase, ¿vale?.
La Abuela también intentaba retener una lágrima que al fin se la escapó y que fue retirada rápidamente, antes de que corriera por su mejilla y se convirtiera en una catarata difícil de parar. El drama de la separación de sus padres no debía afectarles a tan temprana edad. Su padre había conocido a otra persona y no recogía a los niños muy a menudo. Ellos se preguntaban frecuentemente porqué tenía que vivir en otra casa donde no iban hasta que él pasase a recogerlos. Para la abuela era un drama pero, hoy era tan corriente -no normal, por supuesto- que había que tomarlo como si lo fuera. Menos mal que Paco
-su esposo- no llegó a vivir esta situación, pues con lo sensible y cariñoso que era, hubiera sufrido mucho y sin poder hacer nada para evitarlo. Fue un “palo” para mi hija descubrir su infidelidad…
Ven cariño, hay que bañaros pronto, para cuando llegue Mamá estéis como un pincel. Primero tú, Marisa.
Después de cenar y despedirse con mucho alboroto de Mamá se acostaron cada uno en su camita y mientras Julito jugaba con su muñeco articulado, ella reclamó la parte de la historia que esperaba.
¿Por dónde íbamos? Preguntó la abuela, para ver si aún recordaba cuanto le había adelantado ya.
-¿Por la Virgen María, San José y lo del niño Jesús? Respondió rápida.
Sí, eso. Muy bien. María era una doncella muy joven del pueblo galileo de Nazaret cuando José -joven varón también nazaretano, de la Casa de David, carpintero de profesión-, la eligió por esposa y la llevó a su pequeña casa, donde hacían una vida tranquila. José como carpintero que era, trabajaba la madera hasta convertirla en mesas, camas o sillas y María, preparaba la comida, lavaba la ropa y la cosía.
Eran muy felices y pasados unos meses, un buen día en su sala, María recibió la visita de un Ángel que la llevaba un mensaje del Señor Dios, en que la adelantó que sería madre de un hijo muy especial, que a la vez sería también hijo de Dios, al que debían poner por nombre Enmanuel-Jesús (“Dios con nosotros”. Ellos no lo entendieron muy bien pero confiaron en la palabra del Señor y se dispusieron a espera…
En aquellos días se enteraron de que se había publicado un edicto que…
-Abuela ¿qué es un edicto? quiso saber.
No me interrumpas. Un edicto era como una ley, que dictó el Emperador Augusto -máxima autoridad allí entonces- para decir al pueblo que todas las familias, sin demora, debían desplazarse a la ciudad de Belén para empadronarse y figurar en el censo.
-¿Qué es empadronarse?. Volvió a preguntar.
Pues mira, era una norma para saber cuántos ciudadanos residían en los distintos pueblos y aldeas y lo dejaban registrado por escrito.
-Y ¿El censo?.
Verás, eso te lo explicaré mañana y ahora a dormir…
-Es que si no lo entiendo… dijo entre sueños.
Les dio un beso a cada uno -Julito ya estaba dormido abrazado al Madelman- y apagó sólo una de las luces. Las de la cocina aún estaban encendidas y su hija seguramente
seguía recogiendo para tener por la mañana las cosas preparadas para desayunar con los niños y conmigo como de costumbre, antes de salir para el trabajo, pero ahora que estaban de vacaciones y el tiempo era frio, tal vez debería desayunar ella primero y los niños más tarde.
Hija, descansa un rato. Estos días, del desayuno de los niños me encargaré yo pues así podrán aprovechar un poco las vacaciones y desayunar sentada. ¿Quieres que te espere en la sala y hablemos un poco o prefieres leer? ofreció cariñosamente.
-Te lo agradezco Mamá, pero sí que me iré un rato a la sala y leeré algo hasta que me venga el sueño. Eres un encanto ¿qué haría yo sin ti? Tú también necesitas descansar. Un beso y hasta mañana. La realidad era que no quería llorar delante de su madre y preocuparla más de la cuenta.
Bueno como quieras. Antes de subir la escalera se asomó a la ventana tras los cristales y le pareció que diminutas perlitas blancas con un ligero tono azul -tal vez granizos-, se deslizaban por el mismo desprendiendo una luz que la produjo una cierta calma y se dirigió pensativa a su habitación. Seguramente ambas tardarían en dormirse; ella por sus preocupaciones de pareja, añadidas a las del trabajo y para más “inri” las de los análisis de sus mamografías, que últimamente no eran tan buenos como quisieran -aunque el último recibido hoy no se lo había comentado. Muy preocupantes habían sido los anteriores y ella no quería comentar mucho para evitar que los reflejos de todo ello, llegaran a afectar a los niños -su mayor tesoro.
Mañana será otro día, pensó suspirando, mientras abría la cama y añadía un edredón, que le aportara más calor. Rezó como de costumbre y quiso pensar que algo por encima de ellas, las protegería.
Al día siguiente a media mañana, sonó el teléfono y Marisa que estaba sentada sobre la alfombra de la sala vistiendo y desvistiendo a la “Nancy”, se levantó como un muelle y lo cogió, antes de que su abuela llegara secándose las manos…
-¡!Papá!!, soy yo. ¿Cuándo vienes?. Tengo mucho que contarte, estamos de vacaciones y tengo que enseñarte mi traje de pastora y…
Por lo que supuso la abuela al verla asentir, su Papá la diría algo así como: espera, espera, escúchame… y luego…
-Abuela, Papá ha dicho que vendrá a cenar en Noche Buena y nos ayudará a poner el árbol que traerá y que vayamos sacando las bolas, la Estrella y todo lo demás. Luisito, ¡ha llamado Papá!… pero ¡qué pena! sólo estará esa noche pues al día siguiente se va de viaje a Brasil, creo… Cuando venga tocaré la bandurria y tú podías tocar la flauta, pues Papá hace mucho que no nos oye…
En esto, la abuela se fijo en una especie de pelotita de papel arrugado que resaltaba en el suelo cerca del sillón y pensativa lo recogió y lo guardó en el bolsillo del delantal.
Vamos a arreglarnos y saldremos un poco para hacer unos cuantos recados. Y que no se nos olvide comprar también musgo pues tenemos muy poco…
Aquella noche ya en la cama, Marisa no podía aguantar más y…
-Vamos Abuela, aquello, lo del censo… ¿Cómo era?
Ah sí, verás. Como otras muchas familias, José y María debían desplazarse a la ciudad de Belén para cumplir los requisitos del censo -una especie de historia de familia- y después de algunos preparativos, pusieron sus arreos a una burrita que tenían para llevar los elementos necesarios para el viaje y cuando tuvieron todo preparado…
-¿Qué son los arreos?...
Bueno, eran unas correas y atavíos para manejar a la burrita y poder cargar el peso de sus pertenencias necesarias para el viaje, que se presentaba largo y lento. Tan largo y penoso fue éste que para entonces María notaba que no tardaría mucho en tener al niño, por lo que después de algunas jornadas de viaje, al llegar a Belén pidió a su esposo José que buscara pronto una pensión para poder pasar la noche y fue tan difícil, con tanta gente forastera, qué… Viendo que la niña se había quedado dormida, tal vez rendida por el trajín del día, la arropó y besando a los dos, salió de la habitación.
En esto recordó la bola de papel arrugado encontrada por la mañana y que aún seguía en su bolsillo y desenrollándola nerviosa, vio que era un sobre de la clínica y el informe médico recibido hoy, que empezó a leer con cierta prevención. Al comenzar a leerlo pudo constatar que no era bueno y también con estupor que estaba dirigido a una tal Isabel Gonzalo Aresti, que no tenía nada que ver con su hija y que posiblemente esos resultados negativos, no era los que su hija esperaba… Corrió hasta la sala, donde estaba su hija llorosa y pensativa y no pudo evitar abrazarla y llorando también, darle el sobre y el informe que no iba dirigido a ella, sino a otra persona llamada Isabel… y que todo era un error. Habían metido en el sobre dirigido a ella, un informe médico que no le correspondía… Rieron y lloraron juntas pensando que todo se arreglaría, pues ella a pesar de todo se encontraba bien y confiaba en que Dios no la abandonaría. Sus hijos eran muy pequeños todavía y la necesitaban… Seguro que esa noche durmieron ambas como hacía tiempo que no lo conseguían.
Al día siguiente después de desayunar y arreglarse, aunque seguía la pertinaz lluvia, salió de compras con los niños -entre otras cosas para coger el musgo fresquito- y por la tarde, se enfrascaron en bajar del altillo y abrir las cajas donde guardaban las figuras envueltas en papel, el portal, las casitas y el puente. No había castillo de Herodes. Nunca lo hubo y tenía su explicación. Un nuevo rollo de papel Albal -menos peligroso que un trozo de espejo- para simular el rio y ellos fueron los artífices -bajo la dirección de la abuela- de montarlo todo sobre la mesa auxiliar del ordenador forrada con una tela verde de una antigua cortina…
Los acostó pronto y no hubo más remedio que seguir con su relato…
¿Te gusta eh?. Como os decía José buscó y rogó pensión, casa, patio… donde quedarse, pero dada la cantidad de gente llegada desde hacía días, no pudo conseguir nada a pesar de decir que su esposa estaba a punto de tener un niño. Así que se alejaron un poco del pueblo, buscando aunque fuera un establo o cuadra para animales y tuvieron suerte, pues vieron uno -aunque muy pobre-, sin puerta y apenas tejado en el que se encontraban una vaca, un buey y algunas ovejas…
María no se quejaba pero no podía aguantar el cansancio y el dolor y José la ayudó a acostarse sobre unas pajas que había para alimento del ganado y la arropó para que pudiera descansar y se prepararon para pasar la noche allí. En el cielo lucían infinidad de estrellas que parecían celebrar algo, de lo brillantes que estaban y entre pajas y los balidos de las cuatro o cinco ovejas, María dio a luz un niño, que era también hijo de Dios y debía llamarse Enmanuel-Jesús. María le cantó dulces y suaves canciones y le arrebujó con unas ropitas que traía. Al atardecer del día empezaron a llegar algunos pastores y también tres señores en sus camellos, acompañados de tres pajes, que se dieron a conocer como Reyes de Oriente, que habían recibido la buena nueva y que mediante una estrella singular habían sido dirigidos hasta Belén donde debía nacer el Hijo de Dios, a quien hicieron ofrenda de oro, incienso y mirra. Para entonces Julito ya dormía. Entre sueños Marisina preguntó:
-¿Qué es mirra?.
Era una especie de resina, una substancia orgánica muy apreciada por entonces.
Al enterarse el Rey Herodes del viaje de los tres Reyes Magos, quiso saber el motivo de su largo viaje y para ello les hizo llegar la invitación para descansar en el castillo. Herodes al enterarse de que el objeto del viaje era conocer al niño que un día sería Rey de los Judíos, se cogió tal rabieta que en cuanto se despidieron los tres Reyes dio órdenes tajantes a sus siervos y ministros ordenando la matanza de todo niño menor de dos años que encontraran, pues temía un rival que con el tiempo podía ser un peligro para su reinado. Enterado José de semejante orden y muy preocupado por el Niño, prepararon la marcha y decidiendo alejarse de tal matanza.
Por eso, en nuestro Nacimiento no tenemos ni castillo ni Herodes. ¡Desterremos a todos los Herodes que puedan hacer daño a nuestros niños, que los hay!...