No hemos elegido nacer, ni siquiera morir, tampoco la familia donde nacemos, venir al mundo es, en palabras de un escritor inglés, entrar por una chimenea y ver unos rostros que intentan agradarte; sin embargo, la familia te acompaña siempre y te vez no todo sea bello y bueno.
Clara, nuestra protagonista de la historia, era una muchacha dulce, con
buena voluntad, algo que no abunda en los tiempos que corren, su objetivo
era crecer y coger parte de la tarta de la felicidad sin hacer daño a nadie.
Vivía en un barrio de una ciudad con prisas, como están hechas las urbes,
sin lugar para el encuentro personal, la tecnología ha cambiado la
comunicación personal por la distancia de los ordenadores, las
buenas relaciones de vecindad han desaparecido, tal vez queriendo resolver
de modo líquido lo que deberían ser relaciones más sólidas.
Estudiaba con la remora a cuestas de una madre casada en segundas
nupcias con un hombre tal vez equivocado, que tenía una telaraña de ira en la
mirada y la maltrataba más cuando bebía más de la cuenta. Fruto de su relación con él
había nacido un pequeño hermanastro, pese a los problemas familiares
ayudaba a sus compañeros en las tareas difíciles sin perder el
buen humor. Esa capacidad de resistencia, de superación era un querer
realizarse como persona sabiendo que la cultura nos hace más libres.
Su madre había contado a Clara siendo muy pequeña que su padre había
fallecido en un accidente de moto y de la tragedia ya no volvió a hablarse
más.
Un día, su madre le contó la verdad, el padre se había ido a un país lejano unas
navidades, para llamar y decir que no quería saber nada de su familia y que no lo
buscasen; sólo dejó un juego de naipes en una caja que encontró Clara
porque todo lo más valioso cabe en un pequeño recipiente.
La relación con su madre desde ese momento se fue deteriorando,
distanciando, además la violencia de su padrastro, a veces se le escapaba
hacia ella, dándola un manotazo o simplemente un tortazo si se le ocurría
ponerse enmedio en la retransmisión de un partido de balompié.
Marchó sin una mirada de resentimiento hacia su madre y con un abrazo dijo
adiós a su madre y marcho a Thailandia( el país de los hombres libres) , los
comienzos fueron complicados, no deseaba ser una turista más, quería
quedarse a vivir en Asia ; Bangkok, la ciudad de los ángeles la agobió y
deseo la paz y tranquilidad de una isla de Mar de Andamán, con playas azul
turquesas y donde el silencio era todavía posible, allí decidió quedarse para buscar ese
lugar donde quería ovillarse para morir como hacen los pájaros, sobre la arena de la
playa, mirando las estrellas y a ser posible con el ser amado junto a ella.
Creó junto a un tailandés, chef de cocina, del que se enamoró una pequeña empresa de
enseñanza de buceo y tuvieron un hijo, además se incluyó en el trabajo de
una ONG de ayuda a los niños con dificultades familiares y huérfanos; se
siente en paz consigo misma y se ha reencontrado con ese trozo de dulce
que todos los humanos merecemos en algún lugar del planeta, además,
nadando contemplando los peces accede al silencio y allí si es que
es posible.
Ha pasado el tiempo y después de ponerse en contacto con su madre, ha
perdonado esa mentira que tendría razones para haber cometido, tal vez,
para que olvidase definitivamente al hombre que me engendró junto a ella,
mentira que durante muchos años mantuvo.
Una mañana un cartero dejó una carta en su casa de madera bajo los
árboles, en ella suprogenitora decía que la habían diagnosticado un cáncer y
que quería volver a verla;
de inmediato, cogió un avión y se presentó en su casa, era Navidad y todo estaba
iluminado como su corazón por volver a ver a sa madre que estaba en un
tratamiento, doloroso, difícil y que había mermado sus fuerzas y la había
envejecido de repente , al verla, se estremeció por dentro, se la veía muy
desmejorada. La dijo que sabía la causa por la que se había marchado y
que no había actuado bien pero que lo había hecho para que no sufriera y se
olvidara de su padre que posiblemente estaba vivo en algún lugar del mundo.
Ella la abrazó, entendiendo que si la verdad nos hace libres como afirma el
mensaje cristiano, el perdón nos hace sabios y humanos.
La última mirada tal vez no la podrá olvidar y el pañuelo que la colocó al
cuello como ofrenda, porque como he dicho anteriormente lo más importante
cabe en una cajita, esas cajas donde conservamos lo más importante de
nuestras vidas.
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