Relato participante en el concurso

Susana miró su regalo, un rectángulo envuelto en un papel navideño donde un papá Noel al estilo coca cola con una poblada barba blanca, la hizo preguntarse si estaría hecha de coca y era el subidón lo que le hacía sonreír.

No sabía por qué, en su reducida familia, Pedro, ella y el enano habían establecido aquel ritual prenavideño de escribir la lista de regalos que les gustaría para que luego el rey mago eligiese o más bien ignorase la última petición de la suya.

Con los años, ella la había depurado y estas navidades sólo incluía dos cosas.

Nada más ver el envoltorio supo que no era lo que deseaba.

Se tomó su tiempo, miró y remiró el paquete, en un gesto que podía interpretarse como excitación, aunque en realidad fuese decepción. Hay emociones que parecen superficialmente intercambiables. La decepción dejó paso a una sensación de derrota.

El enano se coló entre sus piernas “Susana, ¿te ayudo a abrir tu regalo?”.

Dudó, en su cabeza se cruzaron como fogonazos de luz dos ideas contradictorias, quiso que la llamase mamá y que repitiese la pregunta formulada con su nombre.

El enano era su hijo, se repitió mentalmente como un conjuro.

El niño tenía ya el regalo entre las manos y los trozos de papá Noel volaban por los aires. Sonrió, el papá Noel cocainómano moría a manos de un niño, pensó.

El niño volvió con el libro entre las manos y le tendió el regalo. Susana lo cogió y comenzó a hojearlo.

Era, por supuesto, el primer regalo de su lista, el libro que quería leer.

Sonrió al imaginarse con el otro regalo entre las manos.

Pedro llegó por detrás y la envolvió en un abrazo de oso. Le dio un beso húmedo de deseo en el cuello. El niño les daría una tregua a medio día echándose una siesta. Entonces el sexo les acercaría o les distanciaría, las dos caras de la misma moneda.

Después, hablarían de los regalos. Susana lanzaría la pregunta “¿Por qué este año tampoco me han traído la recortada? Pedro se reiría y bromearía sobre su sentido del humor.

Un año de estos, la risa de Pedro podría encerrar un sentimiento de rechazo y ella, tal vez, lo interpretaría como que a él le seguía gustando su sentido del humor. Hay emociones que parecen superficialmente intercambiables.