Aqui os dejamos el primer relato del I Concurso de Relatos Navideños buscolu.com enviado por "El Abuelo"
Tito, yo quiero ver Clan. ¡Nooo!, Tito, eso a mí no me gusta, yo quiero una "peli” de Ben Ten. No, yo quiero…. Yo quiero…. ¡Nada de televisión!, que os va a quedar la cabeza cuadrada de tanta “tele”, así que cuando lleguemos os ponéis a jugar.
Sentada tal innegociable prohibición, tan pronto el abuelo abrió la puerta de la casa, un torbellino de niños se abalanzó sobre el desvencijado cajón en el que reposaban bastantes juguetes medio rotos ya, a causa de anteriores incursiones de la tropa infantil.
Unos minutos después, el suelo del salón estaba, en gran parte, cubierto de “gormitis”, “pokemones”, “spidermanes”, dinosaurios, cuentos, monstruos, coches, etc.
Era un día navideño y para que las mamás pudieran realizar algunas compras con relativo sosiego, el abuelo había quedado al cuidado de sus cinco nietos.
Quiso terminar la lectura del periódico, pero resultó tarea imposible pues la tranquilidad y armonía del juego tocó a su fin. Aparecieron los primeros empujones, protestas, peleas y lloros. “ Que si me quitaste…, que si me rompiste… “, pasando al momento a una competición de peticiones: “ Pues yo voy a pedir a los Reyes … y no te dejaré jugar…”, “ Yo me pido … y tampoco… “ ,” Tú eres tonto… “
Se hacía necesario reconducir la situación y los mejores aliados para el retorno de la calma eran, sin duda alguna, el DVD y el televisor, aun sabiendo, el abuelo, que contravenía sus propios principios y la recomendación de las mamás. Por otra parte, había que alcanzar un cierto consenso y se logró con “La Robobatalla “ porque , aunque los niños ya la habían visto en otras ocasiones, les gustaban mucho las luchas entre robots.
Tranquilizado el pequeño universo y ya sentado en el sofá, el abuelo acompañó un rato a los niños en la visión del DVD, pero pronto notó que le pesaban un poco los ojos; los cerró y …
“Comenzaba el anochecer de la antevíspera de Reyes , frío y lluvioso día de enero de 1955, cuando un chiquillo aplastaba la nariz contra uno de los cristales de la puerta de la tienda de la Balbina, una Sra., ya mayor, que regentaba una de esas tiendas de pueblo en la que se vendía casi de todo: alimentos, zapatillas, medias, calcetines, arena para limpiar las chapas de hierro de las cocinas de carbón, etc. , y que por Navidad colgaba de unas cuerdas una variedad de humildes juguetes de madera. Allí estaba aquel avión de madera que tanto deseaba y al que el vaho del cristal obstaculizaba su contemplación.
Estaba contento ya que había sacado unos reales, junto con algunos compañeros y amigos de la Escuela, por cantar villancicos en El Colón, El Cafetín, La Nansa, el bar de la Tiva y el de Vitorón; bares en los que se concentraban los viejos y curtidos pescadores para tomar sus vinos.
Pero no…, esas Navidades no hubo avión; en su lugar los Reyes le trajeron un “carrín “ algo parecido a los carros del país.
Su madre ya le había advertido que los Reyes tenían dificultades para bajar “el puertu” muy cargados (posiblemente no podrían poner a los niños todo lo que pidieron ) y le enseñó las luces de la avanzadilla del campamento real que ya estaba instalado en Carrandi ( en el pueblo no había puerto, había muelle; el puerto siempre es El Sueve). El chiquillo no tuvo más remedio que conformarse y a falta de bueyes de juguete unció dos “panoyes” para poder jugar al arrastre del carro. “
El abuelo pensó en que la inocencia de los niños siempre era la misma y en todas partes, al menos hasta cierta edad, y apreció la gran diferencia entre las navidades de antaño y las actuales. Y su mente se trasladó a Haití y a los campamentos saharauis, y a tantos y tantos campamentos en que los niños, siendo el futuro, son víctimas ya del presente. ¿Qué juguetes podrían tener o esperar ?
Y…
“ Era una noche con mucha niebla en junio de 1957 y un bote , “ del abareque”, con 500 Kg, de sardinas a bordo creyó tener bien calculada la derrota para llegar a puerto, al confundir las luces del Arrobau, y dirigiéndose hacia ellas embarrancó en la parte derecha de la playa de Vega, bajo Berbes. La marcha atrás del motor Beal de 10 caballos no pudo hacer nada. Uno de los pescadores saltó a la arena y subió monte arriba para verificar dónde estaban, y aclarado tal punto, sólo quedó esperar.
Al alba comenzaron a llegar lugareños que, primero con una pareja de bueyes y después añadiendo otra, consiguieron poner el barco en la posición idónea para que pudiera salir al subir la marea. Mientras tanto, otros, sobre todo mujeres, con las redes tiradas en el arenal, despescaban las sardinas para llevárselas a sus casas.”
El abuelo pensó en la dureza de ciertos trabajos, consolándose porque a pesar de las dificultades, muchos sacaron adelante a sus familias en tiempos pasados. Esto le llevó a reparar en los hogares en los que no entra ni un euro, a causa del paro en la actual situación de crisis. Y así, poniendo en relación recuerdos y pensamientos en continua sucesión, recaló en otras miserias humanas: niños y ancianos abandonados, jóvenes con el futuro incierto, gente desplazada por guerras, hambruna o persecuciones, y otras calamidades sin fin.
¿ Qué hemos hecho de la Navidad ? se preguntó, pues estaba convencido de que la Navidad podía estar siempre presente al margen de días y meses ¿ Acaso no fue Navidad en la playa de Vega y Berbes en el mes de junio ? Claro que sí, se respondió. Navidad no pueden ser los comercios engalanados para la ocasión y difundiendo sus villancicos de cartón-piedra, ni los “Papás Noeles”, ni el atiborramiento de los niños con juguetes, ni las comidas y cenas forzadas para hacer visible amistades o lazos familiares, ni…
De ser algo, la Navidad tenía que ser esperanza; sí, esperanza en que era posible un mundo mejor a pesar de todo.
Y también pensó en el voluntariado que, en todos los rincones del mundo, entrega sus afanes y vida en favor de los demás.
Y le pareció que siempre sería Navidad allá donde un ser humano ayude a otro, porque la Navidad está en el corazón de los hombres o no está en ninguna parte. ¿ No vino la Luz al mundo para señalar el camino hacia a una humanidad renovada ?
Con estos recuerdos de episodios de su propia vida y con sus pensamientos, todo cada vez más difuminado, el sueño pudo con él y se durmió acompañado de algún que otro ronquido.
Y soñó que sus nietos escuchaban mil historias como éstas; pequeñas historias de gentes sencillas, de cualquier lugar y condición- que a fin de cuentas son las que aportan corazón al mundo- que hablaban de: solidaridad, desprendimiento, humildad, compartir, no ambicionar y de la lucha por la dignidad humana.
Despertó porque el “pigazu” tenía todos los días, más o menos, la misma duración. El televisor todavía estaba en plena actividad de rayos destructores, de unos robots contra otros en sus inacabables combates.
Miró a sus nietos, tan embelesados con la “tele”, tan inocentes y ajenos a cuanto él había pensado y soñado, que recordó aquello de que “los hijos son alegría de los padres”, para añadir sonriendo: “pero los nietos son corona de abuelos”.
El timbre de la puerta anunció que las mamás llegaban a recoger a los niños. Cuando quedó solo, sintió como que alguien le hablaba desde lo más interior:
Qué bonitas son las historias y qué ternura despiertan sobre todo en estas fechas ¿ verdad ? Seguramente pensarás que mantienes la inocencia de tu niñez y que nada se te puede imputar acerca de lo que sucede, y que tu ser se conforta recreándose en buenos sentimientos, deseos y sueños; pero no…, tus nietos no necesitan historias ni sueños, porque las visiones del sueño son a la realidad lo que un rostro en el espejo es al verdadero.
¡ Tan sólo necesitan ver en ti eso que pensaste y soñaste!
¿ Quién eres ?, preguntó. No hubo respuesta.
Mas yo supe que era La Navidad, que era Dios.
El abuelo
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