La nochebuena de Ludmilla - IV Concurso de Relatos Navideños

Relato participante en el concurso

Los padres de Ludmilla habían decidido inventarse un cuento para que ella no se levantara a mitad de la noche y saliera de su habitación. Porque aquella noche era nochebuena y a Santa Claus no le gustaba que los niños vieran como les dejaba los regalos y sobretodo, para que no vieran lo mucho que le costaba entrar por más de una chimenea por su abultada barriga.

Ludmilla estaba en su cama bajo una gruesa manta marrón en la que habían bordados dos patos. Era su manta favorita. Solo se le veía su carita blanca con sus grandes ojos azules y sus dos largas trenzas rubias.  Estaba abrazada a su inseparable oso de peluche Teddy y escuchaba muy atentamente a su padre que le narraba un cuento en el que aquella noche, la de nochebuena, habían unos duendecillos vestidos de verde que  entraban en las casas para asegurarse que no había ningún niño para que nadie viera como Santa Claus entraba y dejaba los regalos. Si por casualidad algún niño se topaba con alguno de estos duendecillos, estos lo transformaban  y ya nunca volvían a saber del  niño.

Tal fue el susto que le provocó a la pequeña Ludmilla, que junto a Teddy se tapó bajo la manta de los patos. El padre satisfecho con la reacción de su hija supo que esa noche no se atrevería a salir de su habitación.

Al día siguiente, el papá de Ludmilla no la halló en su cama, que estaba deshecha, ni en lugar alguno de la casa.  Al bajar a la sala de la chimenea, solamente se encontró al osito de peluche Teddy y junto a él, había  una preciosa muñeca de largas trenzas rubias y ojos azules.