Mile End New Town es el nombre del pueblo que se edificó después de la desbandada que se dio en 1870 por la escasez de oro y la movilización a California. La nombraron así para quitarle su antiguo nombre; Nob Hills Tower. Los escasos 5000 pobladores se conocían mutuamente y hasta el silencio más escurridizo llevaba de vez en cuando algún mensaje que se entrecortaba entre las puertas salía por las ventanas y dominaba el ambiente hasta el lánguido atardecer.

Teníamos una cena pendiente.

Sí, pero ahora tuve una junta del trabajo, sabes cómo son esas cosas- dijo Matt mientras dejaba su abrigo de piel en la barra de la cocina integral, se desanudó la corbata, dejando que la luz le iluminara los hombros.

Bueno, sí puedo entenderlo, son… las cosas del trabajo – dijo Sophie dándole la espalda y mirando a través de la ventana. Son las cosas del trabajo, como cuando uno tiene que ir a comprar cosas, quizá acompañado de alguien más porque vamos son las siete de la tarde Matt y no debería andar sola en la calle.- dijo Sophie  

No sé a qué te refieres, si quisiera engañarte no me habría casado contigo- dijo Matt

Bueno solo me refiero a que no deberías…

Sophie fue interrumpida por el calor del abrazo de Matt sobre su espalda, que comenzaba a helarse por el frio de la noche que empezaba a descender sobre Mile End. “Estas…completamente equivocada”, escuchó Sophie por detrás de su espalda “vamos, sabes que lo estás tanto como yo”

No lo sé- respondió Sophie. Es solo una cuestión de principios, no tiene nada de malo, simplemente te digo que deberías ir tú a comprar jugo de naranja o la despensa después de salir de trabajar- Insistió Sophie de nuevo

¿Para que no lo hagas con alguien más?-inquirió Matt

Podrías acompañarme, si no quieres que vaya sola. Ir por la despensa es muchas veces lo único que puedo hacer, sin que la gente esté ordenándome cosas que debo hacer, o que debería hacer

Sophie se dio la vuelta y miró a Matt y entonces sucedió. De nuevo veía dentro del auto, a través del ventanal de la sala, hacia el asiento del conductor, como la cabeza de aquel hombre colgaba equilibrada sobre sus hombros. Con los ojos en blanco y un hilillo de sangre saliendo de su boca entreabierta. Sophie había agendado ya una cita para la terapia conyugal. Aunque en realidad lo hacía por Matt, no por ella.

Sabes que no puedo- dijo mientras veía hacia la mesa del comedor-dijo Sophie. Creer que puedas engañarme sin perder tu halo de incorruptibilidad.

Ambos cenaron juntos. A Sophie tampoco le gustaba lo que sucedía a determinada hora, pero no se lo diría a Matt, por lo menos no ahora. Ella pensaba que el pueblo enterrado estaba reemergiendo mediante algo terrible.

                                                                     I

Al entrar de nuevo a la oficina se dio cuenta que había olvidado algo. El café se estaba haciendo en un cubículo contiguo, olía ya humedecido, o quizá eran las paredes las que se habían impregnado, hacía tiempo que no entraba a ese lugar, ni dejaba que nadie entrara a ese lugar la llave no haría el trabajo pero su jefe Tim le había dado la exclusiva. Dejó algunos de los documentos sobre el escritorio, al que desempolvo de nuevo, determinante, para comenzar de nuevo con todos los proyectos que había traído consigo desde sus vacaciones forzadas. Había terminado con Matt durante la cena y regresado al trabajo antes de lo previsto. Él lo tomó de buen grado.

Recibió una llamada. Tim, su editor en jefe, le dijo lo que había pasado, todos se fueron a una subsede lejos de Mile End, cuestiones de trabajo, se quedaba al tanto del servicio de limpieza y como directora de todo el lugar, asintió no sin antes solicitarle a Tim la misma explicación por escrito, una clave que los dos entendían bien.

 Sophie comenzó a escudriñar, abrió el primer cajón del escritorio, encontró cigarrillos, su agenda y algunas revistas “todo esto debe ir al cesto de basura” mientras comenzaba a pensar más sobre su pasado, pensó mientras metía sus manos más profundamente para dar con las llaves de la alacena donde guardaba una botella de whisky de Tenesse, siempre escondía las llaves en ese lugar, para impedir que su alcoholismo siguiera en aumento, era un sistema sencillo, simplemente reduciría las tomas de alcohol a un lugar determinado, básicamente restringir a un solo lugar sus tomas, solo a su oficina, de esa manera tendría más control y más tiempo para saber donde empezar de nuevo.

Aunque casi nunca lograba escapar de mezclar el whisky con alprazolam o incluso midazolam, (solo tres gotas para todo el alcohol) el hecho de restringir el alcohol a un cajón de su escritorio ayudó en algo, no tanto como hubiera querido, pero sí lo suficiente como para poder empezar a dar los primeros pasos que siempre eran los más difíciles tanto al dejar el alcohol como los narcóticos.

 Acababa de dar un tour de una semana después del estrés de mandar la exclusiva a Tim (vacaciones forzadas que la gerencia le “ofreció”) por algunas de las costas del oeste del continente y también había ido a Buenos Aires, y también a México y se había dado el lujo de esquiar en verano en Colorado. Era una reportera que seguía asesinatos controvertidos, pero esta vez cruzó la raya. Un mes antes se levantó de su cubículo y pidió a todos dejar sus celulares a la vista pues vigilaría todos y cada uno de ellos ya que una señal eléctrica (paranormal, aunque nunca lo dijo así), se había hecho del lugar enviando mensajes sin sentido.

 Estaba hecha. Durante sus vacaciones había tomado varias fotos y se había dado a la tarea de consumir algunas de las formas de narcóticos que no conocía, y al ver su potencial de adicción prefiró cambiarlos por cigarrillos, o probablemente acabaría muerta tirada en la calle a sus 27 años, su cuerpo a merced de los violadores vagabundos u otras especies suburbanas.

Y vaya que necesitaría esas vacaciones. Matt se quedó tranquilo con la explicación de no haber terminado aún su exclusiva de tráfico de narcóticos triangulada en medicamentos para niños. Pero al volver, pareciera que todo se hubiera confabulado para dejarla sola.

Los dolores de cuerpo, la depresión, el insmonio debido al estrés y al ejercicio de alto impacto la hacían depender de por lo menos 3 fármacos, dos de ellos controlados por su médico de cabecera, rivotril e imipramina asi como tramadol hidrocloridrato.

 Una vez estuvo a punto de morir en la bañera, quedándose profundamente dormida por espacio de medio día hasta que el agua tibia le hizo reaccionar y el cerrojo de la puerta de Matt al abrir el departamento la hicieron despertar, quizá incluso gritó. Su matrimonio estaba en las últimas. De no haber sido por él probablemente ya no estaría en posición de contar nada bueno o malo de él a nadie, ni a sí misma. Esa fue la noche cuando Sophie decidió romper con él, drogada y completamente ebria no tuvo reparo en decirle todo lo que tenía que decir respecto a la relación. Abrió el segundo cajón y sacó un celular para buscar los contactos que se quedaban. La oficina estaba desierta. Le estaban jugando una broma. Las terapias no funcionaban

Matt no emitió comentario alguno cuando la vió salir de la oficina, simplemente dejó las bolsas de la cena, vió a Sophie y sólo atinó a decir “debes cubrirte, o vas a resfriarte”, y fue todo.

Pocas veces se tiene la oportunidad de alejarse de los problemas propios para adentrarse en los problemas ajenos, es algo interesante  aunque algunas veces solo resulte en un infructuoso esfuerzo por acabar de salir de la oscuridad, si  los problemas ajenos nos han planteado nuevas luces.

 El abrazo que Sophie le dio a Matt fue firme en su debilidad y después vinieron los sollozos,  los reclamos y un beso sellado con lluvia y lágrimas de ella. A lo lejos la ciudad continuaba en su eterno vaivén de sombras rectangulares, luces de neón y estructuras que vuelven a la vida para despedirse en las primeras horas del amanecer