El poliestireno puede contener un 95% de aire

El poliestireno es un tipo de plástico muy común en los sectores industrial y de servicios y muy especialmente en el embalado de los productos. Pero su uso no se limita a los embalajes, ya que muchas veces podemos encontrar poliestireno como material del producto en sí en electrodomésticos, juguetes y repuestos para vehículos.

El problema de este material, como el de muchos otros plásticos, es que cuando se deshecha, se calcula que puede tardar unos 500 años para degradarse. Sin duda, demasiado para el medioambiente teniendo en cuenta que, como hemos dicho, el uso del material es bastante extensivo.

Por eso, es esencial que una vez el poliestireno haya cumplido su función se recicle para volver a iniciar el ciclo de uso y que no se convierta en un residuo permanente en campos o mares. La principal manera de reciclaje consiste en mezclar el poliestireno usado con material de nueva fabricación para conseguir así un nuevo poliestireno con un 50% de material reciclado.

Pasos para hacer posible el reciclaje de poliestireno

Ahora bien, para que el material se pueda reciclar, es necesario separarlo adecuadamente. A nivel del consumidor, esto se traduce en deshacerse del material en el contenedor amarillo. A partir de ahí, serán los servicios públicos quienes se encarguen del proceso.

A nivel industrial o de empresa, el proceso es más o menos similar, pero se añade el problema del gran volumen que tiene el poliestireno en comparación con su peso. Precisamente, esta es la característica que hace que sea adecuado para proteger los productos en los embalajes. Y es que se calcula que el 95% del poliestireno en espuma es aire.

Esto se traduce en que los contenedores de residuos se llenan rápidamente y que las empresas deben destinar una significativa cantidad de tiempo y espacio a su eliminación. Para solucionar este problema, las empresas optan por utilizar prensas de residuos que, mediante el prensado eliminan el aire del material, reduciendo su volumen en más de un 90 %. El resultado es un importante aumento de la eficiencia en la gestión de residuos, lo que redunda en menores costes y mayor espacio disponible que a su vez se puede utilizar para otras tareas productivas útiles.