Por Inaciu Iglesias, en El Comercio

No puede ser que el debate siga consistiendo en que los de derechas no quieren pagar impuestos y, los de izquierdas, sí. Es ridículo. Nadie, ni de izquierdas ni de derechas, quiere pagar impuestos. Y todos, de derechas y de izquierdas, sabemos que hay que hacerlo. Que no les engañen: el verdadero debate fiscal es otro y tiene tres patas. Una, la soberanía, es decir, saber quién manda aquí. Dos, el fraude, atreverse a que todos paguen, de verdad. Y tres, las prioridades, o cómo organizarse para gastar bien tanto dinero. Y la clave de bóveda de todo ello está, como siempre, en el ejemplo: menos señalar al de enfrente y más asumir nuestras propias responsabilidades.

Imagínense que tienen en su mano modificar el injusto reparto de la riqueza. Hay un señor, o señora, rico riquísimo y malo malísimo, que paga una miseria a sus muchos muchísimos empleados. Y ustedes pueden o bien cobrarle una millonada en impuestos, o bien conseguir que pague mejores salarios a sus trabajadores. En ambos casos –todo cuesta– la medida acabará derivando en mayores precios; ya saben: la inflación. Pero la gran diferencia es que, mejorando los salarios, todos serán algo más ricos; y, sangrando a impuestos, todo se lo llevará el Gobierno… Que, por supuesto, luego lo redistribuirá a su manera. Con lo que siempre dependemos del segundo y tercer elementos (el fraude y la eficacia) para poder cerrar el círculo. O el triángulo, ya me entienden.

Para lograr recaudar más no hay mejor reclamo que resultar competitivo

Es decir, hay siempre tres elementos necesarios para que funcione un buen sistema fiscal. Uno, para que todo el mundo pague es muy importante el ejemplo. Dos, para redistribuir eficazmente es necesaria la buena gestión. Y, tres, para conseguir recaudar más no hay mejor reclamo que resultar atractivo; no confiscatorio: competitivo, si lo prefieren. Y ya me dirán en cuál de esos tres puntos se diferencian las izquierdas y las derechas.

Si realmente queremos mejorar como sociedad, la solución no está en seguir acusando a los que ya pagan más, para que sigan pagando todavía más. Deberíamos empezar por conseguir que los que pagan poco, o directamente no pagan, empiecen a hacerlo. Y no lo hacen por tres razones: porque defraudan, porque se van o porque no vienen. Por eso, en nuestro pequeño y verde país, fiscalmente, tenemos que ser mucho más atractivos (más competitivos si lo prefieren), más eficaces y más honestos. Para mejor sostener los servicios públicos. Y esos son los tres criterios que, como votantes, deberíamos utilizar al escoger la papeleta.

Los que de verdad pagan impuestos no son los ricos riquísimos, porque no hay tantos