Por Iván de Santiago, Abogado, en El Comercio

Cuando uno abre su mail cada mañana, se encuentra no menos de diez mensajes que, afortunadamente, el antivirus ha bloqueado porque eran virus, mensajes falsos, ofertas provenientes de direcciones sospechosas… sin ese filtrado, uno sería presa todos los días de un problema informático. Aunque ahora, que nos creíamos un poco seguros, llega Pegasus, pero eso ya es harina de otro costal.

A todos nos han llegado mensajes de gente que nos avisa que nos ha tocado un maravilloso premio con cinco ceros, que tiene una operación inmobiliaria que no puede realizar y nos quiere regalar sin conocernos de nada, que quiere venir a España y por eso nos dona 100.000 euros de su patrimonio… hay de todo.

Y algunos estamos en condiciones de entender que todo eso es una estafa. Pero hay otros sectores que no. Especialmente, nuestros mayores, sufren con las nuevas tecnologías. Un familiar mío, ya mayor, me decía el otro día «trajo Facebook que…» como si fuera el periódico quien lo contase, verdad absoluta. Ellos están expuestos, e incluso hacen las cosas inconscientemente. Y otro sector afectado son los necesitados. Los que desesperadamente necesitan buscar ingresos y caen en manos de mafias que los engañan. Generalmente pobres, generalmente no formados, generalmente desesperados.

Esto que hoy les traigo viene a colación de que esta semana han juzgado en Oviedo a cuatro nigerianos que, hace más de un decenio, se encargaron de engañar a otros compatriotas con la llamada ‘estafa nigeriana’, que afirmaba que se habían ganado premios y pedían importes a cambio. Se dirigieron a extranjeros necesitados y estafaron casi 90.000 euros.

Pero los obstáculos son muchos. Han tardado doce años en juzgarlos, no se ha podido probar parte de sus conexiones internacionales por defectos en comisiones rogatorias de unos Estados que no ayudan a otros, se les ha aplicado la atenuante muy cualificada de dilaciones procesales, y finalmente, han pactado un año de prisión, 300 euros de multa y 2.500 euros de indemnización.

Con esa pena, ni se les puede expulsar del país, a mayor abundamiento de que algunos han logrado la nacionalidad en estos años transcurridos. El delito ha salido barato, sinceramente.