Por Iván de Santiago, abogado y escritor, en El Comercio

El pasado sábado, cuando el cielo se empeñó en demostrarnos que la primavera es esa estación que contiene en sí misma las cuatro estaciones y puede llover, hacer frío, salir el sol y volver a llover en una misma jornada, celebramos el día en que homenajeamos al libro. Ese día en que las librerías, esos negocios valientes (osados diría yo) que mantienen la cultura a base de incertidumbre, salen a la calle y, con sus mejores sonrisas, como todos los días, nos recomiendan unas páginas para pasar una jornada, una semana o una vida.

Tuve la suerte de asistir en Oviedo y en Gijón a dos actos literarios y de acudir a varias librerías, en los ratos en que la lluvia nos permitió estar en la calle, y aprecié que, ese día que antes era una excepción, ahora es una fiesta más de los días en que, afortunadamente, compramos libros.

En una mesa redonda en la que se sometía al eterno debate la que, al final, es la única cuestión importante: porqué no se venden más libros, sacamos algunas conclusiones, que, si bien no son novedosas, conviene recordar cada año al llegar el día del libro.

Las bibliotecas son un lugar donde uno debe acudir a leer cuando no puede permitirse comprar libros. Pero las bibliotecas se nutren de los presupuestos municipales y autonómicos y estos, lamentablemente, en los últimos diez años, no han subido ni siquiera el importe del IPC para poder adquirir libros. La pandemia centró las inversiones de los municipios en labor social y asistencial y las partidas para 2020 y 2021 de muchos de ellos desaparecieron de los presupuestos. Ese es un problema real, un problema para quien quiere leer y no tiene 20 euros disponibles para comprar un libro.

Y la otra cuestión relevante es si los precios de los libros deben bajar. El análisis se lo resumo en cifras gruesas: de un libro de 20 euros, el editor se lleva 10, el distribuidor 5, el librero 3, el autor 2. Así de duro y así se de simple. Es decir, los que escribimos lo hacemos por el 10% del precio de un libro, y honrados de que los editores nos publiquen, porque se aventura y arriesgan su dinero. La próxima vez que compre un libro y le parezca caro, piense que las horas de quien escribió esa aventura le van a reportar el 10% de lo que usted está pagando. Calcule las horas que le habrá llevado y póngales un precio. Seguro que en ese momento coincide conmigo en que los libros no son caros.