Por Inaciu Iglesias, en El Comercio

Si Europa se toma en serio a sí misma puede ganar esta guerra. El futuro no está escrito y hay que ver cómo se tuercen los planes. Incluso los de los tiranos. La idea primera de Putin –y así nos la mal vendió–, era liberar a los ucranianos de sus propias instituciones y proteger a ‘sus’ ruso-parlantes. ¿Se acuerdan? Para ello había que dar un golpe de estado contra, literalmente, un gobierno de «neonazis y drogadictos». Ese era su relato: una operación militar de liberación con una invasión relámpago en tres frentes. Y no funcionó. Ni de lejos. Los invadidos no los recibieron como libertadores; no hubo flores, no hubo vítores y la resistencia, liderada por un comediante, se convirtió en heroica. Primer fracaso.

La guerra es la continuación de la política por otros medios. Y también de la economía. Y de la cultura. Y de la información.

Y por no querer entenderlo, Putin nos está demostrando que no es invencible: es un tirano implacable que dispone de un ejército muy grande y muy intimidante y muy nuclear; pero no es invencible. Y es descuidado. Dejar sus columnas sin combustible y sin suministros en los primeros días de avance es una chapuza logística digna de principiantes, o de oficiales tan veteranos y condecorados que se tragan hasta sus propias mentiras.

Por eso tampoco les funciona el frente diplomático: porque, por no escuchar, no contaron con una oposición internacional tan firme y unánime. Putin sigue confundiendo democracia con debilidad y libertad con cobardía. Y no supo ver que ni Europa, ni el mundo iban a repetir el error de Crimea: evitar el mal mayor, disimular como si no pasara nada y mirar para otro lado no funcionó esta vez. Hasta de los errores se aprende y nuestra indecisa Unión ya es consciente de que, por no habernos puesto entonces colorados, ahora nos tenemos que poner amarillos. Y violentos.

El dinero importa. Y no haber medido las consecuencias que las sanciones económicas tendrán para su régimen, es otro de los errores de Putin. Puedes jugar con el corazón y la mente de tus súbditos, pero no juegues también con sus bolsillos. Porque no funciona. Por su pasado paternalista, Rusia parece necesitar una autoridad ilimitada en el interior y un enemigo exterior al que enfrentarse permanentemente. Y Europa no debe jugar el papel de madrastra: no podemos ser esa moneda de cambio; y no vamos a permitir que Ucrania sea el pago.

Este es un momento de la verdad. Y no todo es malo: ni los ucranianos ruso-parlantes, ni los pro-rusos del mundo, ni siquiera los pro-soviéticos de toda la vida, aplauden la invasión. Por eso Europa puede ganar: porque, entre todos, apoyando la resistencia interna, con0 sanciones económicas y con presión internacional sostenida, es posible conseguir que el coste de esta agresión le termine resultando insoportable al tirano: que el fondo de sus cuentas no pueda hacer frente al pago de los cheques que emite su ego.

No podemos pedir a los ucranianos que dejen de defender su país, que no sean tan nacionalistas y que se olviden de sus adhesiones identitarias y se rindan. No. Eso no funciona así y Europa tiene que avanzar. Durante demasiado tiempo despreciamos nuestra política exterior y nuestra defensa, y no nos atrevimos a dar los pasos necesarios para disponer de un gobierno, una presidencia y un ejército realmente propios. Y ahora los necesitamos: porque una comisión, un parlamento y una moneda común son necesarias; pero no suficientes. Y Europa necesita más: más unión, más fuerza y mucha más unidad en la diversidad.

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