B asta echar una ojeada a los periódicos, escuchar la radio o encender la televisión para ver alguno de los numerosos ejemplos que ilustran las carencias de la atención primaria en el Principado de Asturias. Carencias que, desgraciadamente para Adrián Barbón y su Gobierno, no se solucionan ni con fotografías, ni con titulares, ni con falsas promesas, sino que requieren de análisis, rigor y seriedad. Estas carencias únicamente se solucionan con planificación, con recursos y con diálogo. Sí, con diálogo, porque si de verdad queremos solucionar los problemas y las deficiencias del sistema de salud en el Principado tenemos la obligación de escuchar a las y los profesionales y pacientes, acompañando de recursos y de cambios organizativos sus recomendaciones y propuestas.

Frente a la política sensata (que implica recursos, planificación y diálogo), el Gobierno de Barbón está optando por aplicar la táctica del avestruz: esconder la cabeza bajo tierra, echar balones fuera y hacer ver que el problema no va con ellos, o que excede el ámbito de sus competencias. Así, primero se escudó en la pandemia, utilizando permanentemente como excusa la crisis de la COVID-19 para no hacer nada y quedarse de brazos cruzados mientras las y los profesionales sanitarios y pacientes clamaban contra una situación verdaderamente dramática. Después, a medida que gracias a su esfuerzo la vacunación fue avanzando y la situación fue mejorando, el propio Presidente Barbón escurrió el bulto y, mediante lamentables insinuaciones, culpó de los problemas, de los retrasos y de la falta de presencialidad en las consultas a esos mismos profesionales de atención primaria. Eso sí, nadie del Gobierno nos ha explicado a la ciudadanía cómo pretenden garantizar una buena atención mientras el incremento de actividad en los centros de salud no va acompañado de incrementos en la plantilla; faltan sustitutos, y los profesionales se ven obligados a seguir atendiendo al 100% de la población con un tercio menos de sanitarios.