Desde marzo de 2020 hasta hoy la vida nos ha cambiado en muchos aspectos. Nos hemos visto inmersos e inmersas en una pandemia mundial que ha puesto de relieve, aún más, las desigualdades económicas y sociales que queremos combatir desde el feminismo. Ha sido un año de enfermedad, de restricciones, de muertes… Un año en el que se han perdido empleos y se han tenido que hacer equilibrios para compaginar la vida familiar y la laboral. Y, qué duda cabe, ha sido un año aún más difícil para las víctimas de violencia de género. 

También ha sido un año que ha puesto de manifiesto el valiosísimo papel de las mujeres en la sociedad. Mujeres que han trabajado y trabajan desde numerosos ámbitos para superar esta crisis sanitaria, y que lo hacen con empleos no siempre suficientemente retribuidos. Mujeres que han estado en primera línea, en segunda y en tercera: cuidando a mayores y menores, científicas, médicas, enfermeras, policías, bomberas, maestras, cajeras, limpiadoras, madres, abuelas, amigas… Mujeres que siempre han estado porque somos imprescindibles.

Son muchos los cambios que de la mano del feminismo se han logrado en estos años, pero son muchos aún los obstáculos por superar y los objetivos por alcanzar. Y aunque sigue habiendo resistencias a los avances, la lucha feminista es imparable.

Este 8 de marzo hemos de volver a reivindicar la necesidad de una igualdad plena y efectiva entre hombres y mujeres, porque seguimos queriendo la mitad de todo, ser libres, salir a la calle y estar seguras, iguales salarios, ser dueñas de nuestros cuerpos, tener una vida libre de violencia… Por las que ya no están y por las que vendrán, porque nos va la vida en ello, porque somos feministas, imprescindibles e imparables.

Todos los días deberían ser 8 de marzo pero, hoy más que nunca, volvamos a mostrar nuestro compromiso y nuestra apuesta clara por la igualdad y visibilicemos la lucha feminista y sus reivindicaciones.

¡Que viva la lucha de las mujeres!