El viernes visité el Museo de la Minería y de la Industria en El Entrego. Celebramos la ampliación de su colección con un graneador de pólvora construido en Alemania en 1890. Aparte de su valor museístico, la pieza ofrece el aspecto de los artilugios de la época: fortaleza, solidez, musculatura metálica.

Es una máquina propia de la segunda revolución industrial, cuando Europa parecía haber hallado la puerta abierta al desarrollo interminable. En Asturias, al calor de la explotación de la hulla, se habían allegado capitales españoles, principalmente vascos, y extranjeros que impulsaron numerosas iniciativas. Con su empuje en las minas y la metalurgia, con la expansión del ferrocarril, los desarrollos portuarios y la organización del movimiento obrero se construyó la geografía fabril de castilletes, hornos altos y chimeneas que todos conservamos en la memoria, y también el paisaje sociopolítico de Asturias. Les invito a que vuelvan al Museo de la Minería en cuanto tengan ocasión: allí se encontrarán con el alma industrial que ha dado lugar a la Asturias de hoy.

El título que han elegido para esta jornada es, precisamente, Reindustrializar para ganar en Asturias. Lo justifican con el siguiente razonamiento: “España”, arguyen, “no puede permitirse el lujo de seguir perdiendo peso industrial”. Y añaden que “se ha demostrado que los países que más han apostado por la industria han resistido mejor la crisis, generan más empleo cualificado y son más innovadores y exportadores”.

Lo que afirman es una constatación. Por lo tanto, no es discutible. Además, comparto el planteamiento de fondo. Hace muchos años que hago hincapié en la importancia de una buena base industrial. Cuando lo sostengo suelo añadir una cautela: defender la industria no es un ejercicio de melancolía. No estoy hablando de la añoranza de un pasado de regreso imposible, sino de la construcción del futuro de Asturias. Perdonen que insista una vez más, porque es importante. No confundamos la defensa del porvenir industrial con un empeño numantino (por lo tanto, condenado al fracaso, aunque sea heroico) en mantener lo que ya no está en pie. Repasen la composición del consejo rector de esta organización, de la APD, y verán representantes de ingenierías, del campo agroalimentario, construcción, de la metalurgia, de las telecomunicaciones… Toda esa diversidad, a la que nadie negará su capacidad novísima, cabe en el sector industrial.

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