Cuando el New York Journal publicó su obituario, Mark Twain remitió un educado telegrama al periódico en el que precisaba que la noticia de su muerte había sido una exageración. Es una de las anécdotas más conocidas del escritor estadounidense. También estos días se propala la defunción del ‘régimen del 78’. Pienso, como Twain, que esa esquela resulta un tanto precipitada. Además, sostengo que es un error de perspectiva. Intentaré explicarles por qué.

Cuando se da por fallecido al ‘régimen del 78’ entendemos que con él quieren enterrar también sus bienes y sirvientes, como en el antiguo Egipto. Me refiero a la Constitución, las principales instituciones y, al menos, los grandes partidos. Se les declara obsoletos, antiguallas, periclitados, vejestorios, inservibles, caducos y por ahí seguido mientras van cavando la fosa. Sin embargo, no cuestionan la democracia; en todo caso, critican los déficits del sistema. Peronismos de juventud al margen, no se propone formar un directorio, ni una democracia orgánica ni plebiscitaria ni asamblearia ni popular. Ni siquiera se plantea abandonar la Unión Europea. El alarde revolucionario queda en el atrezzo y en lemas que se agitan como tigres de papel.

Como la democracia española –la democracia realmente existente, con sus virtudes y sus defectos- es inseparable del ‘régimen del 78’, concluyo que cuando se pregona su fin se está hablando de otra cosa. De dos cuestiones diferentes envueltas en el mismo papel de regalo, a ver si cuela. De un lado, de mejorar el modelo. De otro, de barrer a sus protagonistas. Aclaro: me refiero a protagonistas colectivos e institucionales, no a personas. Los actores individuales ya no están: o bien han pasado a segunda fila o han fallecido, y no metafóricamente.

Respecto a la mejora, nada que objetar. Queda mucho por avanzar hacia la calidad democrática. En cuanto al segundo punto, respeto: si quieren echarnos, lo que es natural y forma parte de la esencia de las cosas, primero deben ganarnos. Lo digo como presidente del Gobierno de Asturias, pero también como representante del PSOE, una de esas grandes fuerzas a las que se define como parte del problema. En todo caso, ya tenemos un primer subrayado: puesto que no se impugna la democracia actual, tampoco se impugna el “régimen del 78”, porque una cosa llevaría a la otra. El logro principal de ese “régimen” es un período de 36 años de democracia que resiste cualquier comparación histórica.

 

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