Ahora, cuando se habla del próximo cierre de la mina de La Camocha, nos viene a la memoria nuestra infancia, la niñez y juventud de tantos descendientes de los Hermanos Felgueroso. De los cinco hermanos, quien primero falleció fue mi abuelo Constante, el día 26 de Febrero de 1937, antes de cumplir los 72 años de edad.(Era más joven que yo ahora),Murió en su casa de la calle de Uría, escoltado de mineros voluntarios, para que nadie le molestase en su enfermedad.

Tres años antes de su muerte, había traído a su mina de Gijón a los mineros represaliados en Langreo por la huelga y revolución de Octubre del 34.  Estaban sin empleo ni sueldo. Con esos magníficos trabajadores había comenzado a extraer el carbón de la mina de La Camocha.

No se publicó entonces su esquela. A su entierro no acudió ningún hombre de la familia, por el riesgo a ser llevado a la Iglesiona.

Solamente unas mujeres y un jovencísimo Víctor Felgueroso León. 

Después, el día 24 de Noviembre de ese año, salió la esquela publicada en la prensa. Sigue pendiente aún la publicación de la totalidad de la epopeya de los Hermanos Felgueroso.  La verdad sobre La Camocha.. Pues nuestro libro queda algo incompleto, después de los documentos que se van descubriendo.

Pero está ahí.  Así comienza el libro.

Gijón, 1956.     A la puerta de casa, un joven toma el aire mientras descansa de sus estudios. En esto, pasa un viejo minero por la calle, y se queda mirando por la ventana de la casa, con mucha atención.

Mira hacia adentro, hacia un cuadro.   Es el retrato de un hombre mayor, de pelo y bigote blancos. De repente, el minero hace ademán de dirigirse a la puerta. El joven le franquea la entrada. El minero inquiere:

            - Ési del cuadru ¿ye don Constante Felgueroso?

            - Sí

            - ¿Qué fai ahí?

            - Ye'l mi güelu - contesta el joven.

            - ¿Quién lu pintó? - insiste el viejo.

            - Pintélu yo.

Con un poco de sorna asturiana, el jubilado dice: - ¡Qué vas a habelu pintao tú! - Y, cambiando repentinamente el tono de su voz, muy serio ahora, dice: - Hombres como ési non teníen que morir.    

El joven pintor era Carlos Roces Felgueroso, y esa conversa­ción le hizo reflexionar sobre su abuelo. La reflexión le llevó a desear saber más, y quiso escribir un libro que reivindicase a las personas que de verdad han trabajado por el bien de la comunidad. Personas como los Felgueroso, que prefirieron trabajar duro, luchando contra las burlas,

 

la incomprensión y el olvido, mientras proporcionaban empleo a miles de asturianos, son los que ahora, en este libro, han de recibir el reconocimien­to de la historia, más o menos brillante, más o menos gloriosa, y más o menos auténtica.     

Han pasado más de cincuenta años desde entonces.   Sobre la familia Felgueroso se escribió el guión para hacer una película.  Faustino González Aller y Jesús Rubiera tenían  la ilusión de llevar la historia por el mundo entero, pero algunos miembros de la familia se opusieron a ello. Por esa razón, la película se tituló "Jandro", y el apellido de los protagonistas pasó a ser Ordieres, malográndose la idea original.  

Más tarde se escribieron tratados sobre minería y combustibles en Asturias, en varios de los cuales no aparece ni siquiera mención de los hermanos Felgueroso. Así, quien consulte hoy esos textos difícilmente pueda vislumbrar la verdadera historia de la minería asturiana.

Pero la memoria del pueblo es firme. Y ellos, los que importan, siempre estarán en nuestro recuerdo: hombres como éstos no deberían morir.

Constante Felgueroso, mi abuelo, trabajó en la mina y no disfrutó de los beneficios económicos, pero sí del aprecio de sus mineros.  Su viuda, mi abuela María Figar, en la paz de postguerra, donó a la Cruz

Roja Internacional, su casa palacete de la calle Uría. Ahora debería revertir a nosotros pues no cumple los objetivos fundacionales de la viuda, mi abuela María Figar, en la paz de postguerra, donó a la Cruz Roja Internacional, su casa palacete de la calle Uría. Ahora debería revertir a nosotros pues no cumple los objetivos fundacionales de la verdadera Cruz Roja.

La vida sigue y la mina se cierra.  Mi abuelo descansa de su trabajo, en un mundo mejor.