Plaza dedicada en Faedo, Cudillero, al Cura Ceferino, por Javier de Montini

El Cura Ceferino estuvo allí de párroco en Faedo, un par de años en los 60, recién ordenado. Increiblemente, al cabo de 50 años aún le recuerdan por tantas cosas buenas que hizo. Sabían que yo le había presentado en el Centro Asturiano de Madrid cuando fue nombrado "asturiano predilecto" y me invitaron a hablar también en esta ocasión.

Al cura Ceferino Fernández Suárez le acaba de rendir homenaje la parroquia de San Andrés de Faedo, en memoria de los dos años que allí ejerció tras ser ordenado sacredote en Oviedo en 1964. Esta fue su primera parroquia y los feligreses de entonces guardan tan buenos recuerdos de él que, con el visto bueno del ayuntamiento de Cudillero, acordaron que la plaza del pueblo sea de ahora en adelante "Plaza de Ceferino Fernández". La víspera de San Andrés, tras una misa concelebrada por el homenajeado y el actual párroco Antonio Fernández, Ceferino, emocionado en sus bodas de oro, fue invitado a descubrir la placa, acompañado de la alcaldesa de Cudillero. Previamente, en la iglesia, el periodista Javier de Montini, llegado de Madrid, le había sorprendido con estas palabras:

 

(Palabras de Javier de Montini en la iglesia de San Andrés, de Faedo, en el homenaje que la parroquia ofreció al cura Ceferino el 29/11/2014 dedicándole la plaza del pueblo.)


"PLAZA DE CEFERINO FERNANDEZ" EN FAEDO 


Señoras y señores, buenas tardes. 

Aunque desde aquí, desde el presbiterio, puede que suene mejor otro saludo: "Queridos hermanos..."

Y de seguido, imitando a los apóstoles, tal vez debiera comenzar así: 

"En aquel tiempo, dijo Jesús, a su discípulo Ceferino Fernández Suárez: Vete a la parroquia de San Andrés de Faedo y predica el evangelio a toda criatura".

Ya sé que a él, entonces un joven cura de estreno, no lo enviaba directamente Jesús; a Ceferino Fernández Suárez le confiaba esta misión el entonces arzobispo de Oviedo Vicente Enrique y Tarancón, al poco de llegar a Asturias, quien, más adelante, sería destinado al arzobispado de Toledo, en donde recibiría el cardenalato, y, por último, a la archidiócesis de Madrid. 

Aunque no concretemos la fecha, tengo claro que la gente madura de Faedo entiende perfectamente que, hablando de Ceferino Fernández, cuando digo "en aquel tiempo..." me estoy refiriendo a 1964. 

Año en que el gobierno de Franco celebraba con gran despliegue los "25 años de Paz", sí, pero también año de dura huelga de los mineros asturianos que serían respaldados con una carta de cien intelectuales al ministro Manuel Fraga Iribarne contra la represión. Y año en que brotaba en España la "canción de protesta" en las voces de Serrat, Lluis Llach y Pi de la Serra mientras, muy bien acogidos, se adueñaban de la televisión "El Santo" y "Los Picapiedra".

En Faedo, Ceferino Fernández, que venía de la vida de la ciudad y de la vida de estudiante en el seminario, se encontraría con la vida rural de Asturias: Gente que vivía de la agricultura y de la ganadería. 

Digo que venía de la ciudad poque Ceferino es ovetense aunque, casi por accidente, haya nacido en Fuejo, un pueblo de Grado el 22 de agosto de 1941. 

Criar se crió en Oviedo, en el barrio de obreros Guillén Lafuerza, a donde se había mudado la familia: Los padres, Dionisio y Visitación, y sus cuatro hijos que, en los años difíciles de la postguerra, fueron saliendo adelante no con poco esfuerzo.

Desde niño, Ceferino quiso ser cura. 

Y criado en la pobreza de la España de los años cuarenta, desde el primer momento se propuso estar siempre al lado de los débiles, de los necesitados, de los indefensos. Así ha vivido - y vive- los más de cincuenta años que, desde su ordenación el 14 de marzo de 1964 y su primera misa el 19 (San José) en la iglesia de la Sagrada Familia de Ventanielles (Oviedo ), lleva ejerciendo de mediador entre Dios y el hombre. 

Así ha vivido y vive: Pobre entre los pobres, pero trabajando ilusionado por encontrar y compartir con los demás la felicidad de la pobreza. De entrada aquí, en su primera parroquia de San Andrés de Faedo. Después en su rica y larga etapa en Madrid - 35 años- con la audaz decisión de adoptar cuatro chicos faltos de hogar como padre "Ceferino Suárez de los Angeles", puede que sus Angeles sean los hijos adoptados (Pablo, Carlos, Loli y Raúl). Y últimamente, de vuelta a nuestra Asturias, patria querida, de párroco de San Julián de Illas desde 2008. 

Otra vez en el paraíso natural. Otra vez en el mundo rural.

¿Hay felicidad en la pobreza? 

Claro que sí. La felicidad no te la garantiza el dinero por muy rico que seas, puede que haya más felicidad en la gente que vive al día.    

Es el caso del padre Ceferino para quien "ser pobre es un modo de vivir, de pensar, de amar, de oír y de recordar".  

Volvamos a Faedo:

No sé si alguien recordará sus palabras de saludo al pueblo. 

De lo que sí estoy seguro es de que su ilusión, su sueño y su empeño era poner al servicio de todos el poder recibido de Dios al ordenarse de sacerdote y lograr así hacer tan felices a los feligreses como uno mismo desea serlo, cuidando mucho por tanto de no causarles un mal que él mismo no quisiera recibir. 

En su libro "Relatos del corazón" leo esta historia titulada: "El joven cura". 

Dice así: 

"La campaña de captación que ideó duró tan sólo trece días. El joven sacerdote, tan infatigable como ingenuo, se puso a los pocos días de llegar a la parroquia, a lanzar mensajes desde la megafonía que con tanta rapidez había instalado en el campanario. Pero, para su desánimo, tan sólo logró incrementar el malestar en su feligresía. En el seminario no le habían dicho lo que ya hacía años sabía su viejo sacristán: "La religión se transmite personalmente, o no se transmite en absoluto". Pero en aquella parroquia el sacerdote terminó aprendiendo muchas cosas".

Que sus vivencias en esta su primera parroquia de San Andrés de Faedo le sirvieran de aprendizaje es lo normal porque tras largos años de estudio de Latín y Humanidades, Filosofía Escolástica y Teología en el seminario, el cura joven se echa a la calle con la cabeza atiborrada de ideas - ¡id por todo el mundo y predicad el evangelio! - pero sin fórmulas mágicas para aplicar la teoría a la práctica, a la vida diaria. 

Ceferino Fernández Suárez dio enseguida con la clave:

 "¡La religión se transmite personalmente!". 

Un sacerdote tiene que vivir la religión de la mañana a la noche. No ha de limitarse al altar y al púlpito porque de nada sirve predicar la caridad si luego no das trigo. 

Eso hizo él: Además de realizar los actos de culto en la iglesia, trató de convivir con todos y cada uno de los feligreses de la parroquia, los La Fenosa, los de Corollos, los de Villeirín, los de Orderias, los de San Cristóbal, los de la Tabla y los de Faedo. 

Un poco como Dios se las arregló para estar "personalmente" en todas partes. 

En realidad, imitaba a Jesús que, según los evangelios, obraba sus milagros sobre la marcha, por caminos y pueblos, sanando a leprosos y paralíticos, dando vista a los ciegos, oido a los sordos, incluso resucitando a muertos.

Y ese modo de ejercer de cura se ve que caló hondo en la parroquia. 

 Me decía Antonio Redruello, entonces muy joven:

"A pesar de no ser muy larga su estancia entre nosotros, apenas dos años, el cura Ceferino nos dejó tan grato recuerdo que perdura al cabo de cincuenta años. Su integración fue rápida y total. Nos ganó su forma de ser, su bondad, su franqueza, su generosidad, siempre presto a ayudar en lo que fuera, lo ameno de su conversación...

"Cada uno de nosotros lo recordará a su manera, lógico. Los que entonces éramos chicos, jóvenes y no tan jóvenes, nunca hemos olvidado los partidos de fútbol que jugábamos los domingos después de la misa a los que el cura nuevo se incorporaba como uno más". 

Y por cierto, querido padre Ceferino, asegura Antonio que le pegabas bastante bien al balón.

Cuando Antonio Redruello me llamó a Madrid contándome que, al cabo de tanto tiempo, la parroquia de Faedo había acordado recordar tus dos años de párroco colocando en la plaza del pueblo una placa con tu nombre no pude menos de preguntarle sorprendido: 

¿Es que en tan poco tiempo ha hecho grandes milagros aquel joven cura? 

La verdad, pensé que a lo mejor habías obrado hechos sobrenaturales como multiplicar los panes y los peces, aquí las vacas y las cosechas. 

Antonio se rió: "Milagros así, no, pero hay vecinos que recuerdan cómo, a la chita callando, se desprendía de sus camisas para vestir al desnudo y cómo se despojaba de sus playeras para calzar al descalzo. ¿No es un milagro ilusionar a la parroquia? El nos trajo ilusión y alegría. Con él, todos nos sentimos y fuimos un poco más felices". 

Y mira por dónde aquel simple milagro de la felicidad es ahora recompensado con esta placa de "Plaza de Ceferino Fernández" en Faedo. 

La placa, bien lo adivinas, lleva en sí el corazón de todo el pueblo que, por unanimidad y con entusiasmo, acogió la idea de perpetuar así tus dos años en la parroquia. Acogida, por cierto, y permítanme destacarlo, respaldada también cálida y generosamente por el actual párroco, don Antonio Fernández (gracias, don Antonio), y por la ahora  alcaldesa en funciones del ayuntamiento de Cudillero, Olga Fernández Agiar, nacida aquí y por ti bautizada, padre Ceferino. (Gracias, alcaldesa).

Y concluyo: Mi enhorabuena a la parroquia de San Andrés de Faedo por el reconocimiento a los buenos servicios del cura Ceferino. 

Y mi enhorabuena al padre Ceferino por aquellos dos años de felicidad que, en los sesenta, trajo a este pueblo de Dios. 

JAVIER DE MONTINI Periodista


En la foto, al terminar la misa, Javier de Montini tras pronunciar sus palabras, saludando a Ceferino ante Antonio Fernández, párroco actual de Faedo.