En un angosto rincón del barrio del Buen Suceso, ahí escondida, se halla la antigua capilla del mismo nombre, en un lugar de difícil acceso donde fue construida encajada en el entramado urbano de la villa en una estrecha callejuela muy empinada, adosada por los dos lados a otras construcciones.
Al ser de tamaño muy reducido es difícil acceso pero puede verse perfectamente su interior desde la celosía que cubre la entrada.
Lo más destacable, secular estandarte de la Cofradía aparte, es el retablo barroco policromado fechado en tercer cuarto del siglo XVII obra de Luis Fernández de
La Vega formado por tres cuerpos y dos pisos separados por columnas toscanas y adornos vegetales.
En la zona central tiene tres hornacinas con las tallas de la Virgen del Buen Suceso en el centro y a los lados una Virgen con Niño y Santo Tomás de Aquino.
La autoría del retablo no es de extrañar, pues el famoso escultor e imaginero Luis Fernández de la Vega (1.601-1675), aunque formado en Valladolid, en los talleres de Gregorio Fernández entre otros, era natural de Llantones (Gijón), y era asiduo visitante de la localidad de Lastres donde tenía parientes, así pues no es de extrañar que trabajara algo por aquí, y en esta localidad no solo en esta capilla, sino también en la de San José, al menos que se sepa, aunque no sería de extrañar que alguna otra imagen de la localidad de dificultosa catalogación fuera también obra suya, pues similitudes las hay, y a porrillo, aunque nada de cierto pueda asegurarse.
Su obra está claramente influenciada no solo por el propio Gregorio Fernández, sino también por Hernández, Cano o Juan de Juni con los que se sabe que tuvo estrecha relación.
Fundamentalmente trabajó la madera, y lo hizo tanto en figuras de bulto redondo como en escenas en relieve y poseyó una especial habilidad para el tamaño pequeño, como aún ahora se puede comprobar en los Santos o escenas que pueblan sus retablos: de los Vigiles y de San Martín, en la catedral de Oviedo, o de los Malleza, en la colegiata de Salas, pero también trabajó la piedra, labrando en ésta muy notables retratos para los cenotafios de sus clientes como el funerario del obispo de Segovia Vigil de Quiñones (1641), de origen asturiano, que se quiso enterrar en la catedral de Oviedo.
Su estilo busca el movimiento y se proyecta dinámicamente hacia afuera con líneas de tensión complejas y multiplicidad de planos y puntos de vista.
Esto se manifiesta en la inquietud de sus personajes y escenas en la ampulosidad de los ropajes, y en el contraste de las texturas y superficies todo lo cual produce poderosos efectos lumínicos y visuales como esos que pueden ver ahí, si un día visitan esta localidad y se acercan a ver la antigua Capilla del Buen Suceso, claro que no se la van a encontrar así de sopetón, que ya les he indicado que está un poco escondida, pero en fin, todo es cuestión de preguntar, que ya saben que preguntando se va a Roma.
Y bueno, después se pueden ir a tomar una botella sidra y eso, que lo cortés no quita lo valiente, eh..
¡Que lo sepan…!
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