Sobre juegos florales y esas cosas en desuso ya...
EN HOMENAJE A D. MIGUEL DE PALACIOS:
Poesía a Colunga
No están ahora de moda eso de los Juegos Florales, ni las revistillas de Ferias, como en el primer cuarto de siglo donde en grandes, no tan grandes ciudades e incluso pequeñas localidades como la nuestra en casos excepcionales, daban oportunidad de lucimiento a numerosos talentos que siempre abundan ocultos por ahí en un rincón sin que nadie les preste aprecio alguno.
No es este el caso, ya que este poema homenaje a Colunga donde pasaba siempre que podía sus vacaciones un notable personaje enamorado de sus paisajes, de sus playas, de sus bosques autóctonos y de sus manzanas es ni más ni menos que de Don Miguel de Palacios, (Gijón 1.863 – Covadonga 1.920) asiduo visitante y enamorado de Colunga como ya les he indicado.
Aunque cursó – probablemente por imperativo familiar- al igual que su ilustre colega de Gobiendes Premio Nacional de la Real Academia de la Historia en su día D.Eugenio Ruidíaz y Caravia al que más de una vez nos hemos referido aquí ya, estudios reglados de Medicina y Cirugía en Madrid, su afición literaria fue muchos más poderosa y ninguno de ellos ejerció nunca su profesión digamos “impuesta a calzador”, quizá por aquello de que no era lo suyo, ya que de todos es conocido que no pocas veces, los imperativos familiares –evidentemente con la mejor voluntad del mundo –hacen flacos favores por aquello de la necesaria “supervivencia” a ciertas gentes destinadas de forma natural por los hados a otras finalidades muy diferentes.
En 1880, comenzó su carrera literaria, publicando poemas y dramas históricos, como “La noche de Villalar”, y novelas como “Las dos pobrezas”.
En 1881 estrenó su primer drama, y poco después la revista Bocetos Madrileños, que estrenó en el Teatro de los Jardines del Buen Retiro. Combinó estas actividades con la dirección del periódico “El Trovador” y la revista “La Batuta”, además fue colaborador habitual de diversas publicaciones teatrales españolas y americanas.
Sobresalió en el campo de la creación teatral, llegando a ser en uno de autores más prolíficos de la escena española de finales del siglo XIX y principios del XX.
Asociado con Guillermo Perrín, formó un tándem que se dedicó a la producción de piezas breves, sainetes y algunas zarzuelas de mayor importancia, que inundaron literalmente los teatros de Madrid, de modo que la simple mención de Perrín y Palacios, ya suscitaba a los espectadores el deseo de presenciar la obra.
Entre los muchos títulos escritos por ellos, cabe destacar Certamen nacional (1888), Cuadros disolventes (1896), El barbero de Sevilla (1901), Enseñanza libre (1901), Bohemios (1904), El húsar de la guardia (1904), La corte de Faraón (1910) y La Generala (1912).
Ya al final de su vida dedicó esta hermosa poesía que aquí les reproduzco a nuestra localidad en la que bien se puede apreciar su apego y querencia por nuestro terruño.
Estas composiciones solían publicarse en algunos semanarios, gacetillas, coplillas de mercado y otras publicaciones menores de ese estilo, esfuerzo que corría a cargo de pequeños y a veces no tan pequeños patrocinadores, comerciales por lo general en la mayoría de las ocasiones, particulares en otras, las menos,por ello les incluyo ahí también porque bien merecido lo tienen algunes “semeyes” de los principales patrocinadores colungueses de estos eventos propios de primer cuarto de siglo.
Ahí lo tienen todo:
“Colunga, vergel de flores
de la región asturiana,
que el blanco celaje envuelve
las cumbres de tus montañas.
Llenan tus valles amenos
las extensas pomaradas,
y el aire que se respira
tiene sabor a manzana.
El mar, el valle y el monte
te tienen aprisionada :
el mar te da sus riquezas
entre redes plateadas.
El valle te da sus frutos
y con ellos su fragancia…
El monte te da sus brisas
salud para cuerpo y alma…
Tus mujeres son graciosas,
con picardía en la cara;
dulces para su cariño
y al hablar al hombre cantan…
Y son los hombres valientes
y algunos de aquella raza
que acompañando a Pelayo
reconquistaron España.
En alegres romerías
por las rientes montañas,
van los mozos y las mozas
bailando al son de la gaita.
Y son tus cantos tan dulces
como dulces tus manzanas,
y ácidos son los cantares
como tu sidra, que encanta…
Y cuando cae la tarde
de tu iglesia las campanas
dejan en el monte el eco
que va a perderse en las playas.
Aquí llegué a descansar
de aquella vida mundana
que detrás de aquellos montes
tus ilusiones nos mata.
Y al despertar de este sueño
en una alegre mañana,
vive el poeta y renace
y en sus alegrías canta
¡Colunga, vergel de flores
de la región asturiana,
tranquila como tus valles
dulce como una alborada…!
Hermosas son tus mujeres
y tus montes y tus playas ;
donde las olas te traen
del tiempo las añoranzas.
Y son tan dulces tus cantos
como dulces tus manzanas,
y tus montes siempre verdes
traen color de esperanzas”.
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