Omar Pardo: Colunga hace un tiempo, profesiones industria y comercio

Hace un tiempo, sí, y no tan lejano, pues las estadísticas de la época hablan de un censo de 8.091 habitantes de hecho y nada menos que 9.171 de derecho, o sea, casi el triple que ahora que andaremos por los 3.500 poco más o menos si obviamos las trampejas del padrón, de sobra saben con qué objeto.

En fin, una catástrofe, aunque bueno, eso no solo sucedió aquí, sucedió en ambas alas de Asturias, Oriente y Occidente, para concentrarse la mayor parte de la población en la zona Central por razones obvias.

De todas formas, la catástrofe fue más atenuada en otras zonas, ya que en esta aunque la idiosincrasia popular de despreciar lo propio contribuyó notablemente a ello, también otros intereses de ciertos cutrecaciquillos locales con mando en plaza, celosos de perder el control de su pequeño feudo frenaron (delicadas coyunturas aparte) no poco la evolución natural de las cosas.

En fin, no tenemos más que echar un vistazo a los profesionales de la zona en esa época, para hacernos una idea del desaguisado:

Veamos, pues:

En principio, médicos, que es de las cosas más importantes que hay sin duda, había cuatro:

Dos de ellos en Colunga, Francisco Pando (Don Paco) y Don Gonzalo Tapia (el del Café de La Esquina), otro en Lastres, D. Pedro Villarta (padre de la notable escritora Dª Ángeles Villarta Tuñón, recientemente fallecida) y otro en Libardón, sostenido por la Sociedad de Fomento, D. Celestino Piñera, que de todos es sabido que más que un médico era un Santo que la parroquia recordará siempre por su humildad, bonhomía y dedicación a los demás.

Notarios, pues uno solo en Colunga D. Antonio del Río, ya que parné para mucho trámite no había, y las cosas aunque un tanto irregularmente, pero de forma infinitamente más acorde con las posibilidades económicas del cliente las arreglaban los maliciosamente llamados “Abogaos de Caleya” y partidores, algunos de ellos con gran solera y respeto popular como el famoso partidor de Pernús “ Pepín de Dios”, toda una institución en el entorno.

Eso sí, de maestros de escuela y curas andaba la cosa bien surtida en todas las parroquias:

De los primeros, lo eran en Colunga D. Crescencio García para los niños y Doña Herminia Díaz para las niñas, en Lastres D. Juan Martínez para los niños y Doña Cándida Alonso para las niñas.

En Libardón que por cierto era la parroquia con matrícula más numerosa oficiaban de plantilla D. Eloy Rubio (niños) y Dª María Toyos (niñas) ayudados de vez en cuando por algún maestro auxiliar.

En Gobiendes lo eran D. Ramón Torres (niños) y Doña Ramona Llano (niñas)

En Pivierda D. José Alonso, en la Riera D. José Ruiz, en Carrandi D. Roque Castillo, en La Isla D. Gerardo Fernández, en San Juan Dª Mercedes Cangas, en Luces Dª María Hervás, en Lue D. Álvaro Carneado, en Pernús Dª María Andrea, en La Llera Dª Aurelia Suárez, y en Sales Dª Josefina Andrea Coquillat ,valenciana de origen.

Cura no faltaba en ninguna parroquia, claro.

Era del de Colunga D. Silvestre Piñera, D. Vitorio Cuervo el de Lastres, D. Alfredo Álvarez el de Libardón, D. Joaquín Flórez el de Carrandi, D. Celestino López oficiaba en Gobiendes y Don José Villarrica en La Riera, D. Santos Cortina en La Llera, D. Juan García Loredo en Lue, D. Constantino González en La Isla, D. Jesús López en Pernús, D. Antonio Valdés en Pivierda, D.Guillermo Álvarez en San Juan, y D. Rosendo Lorenzo en Sales.

No podía faltar, claro, la Guardia Civil, cuyo comandante de puesto era el Cabo D. Luis Millán, ni el Servicio de Correos y Telégrafos a cuyo cargo estaban el Administrador D. Basilio Osorio, y el jefe de Telégrafos D. Gerardo Díaz Salgado.

Bancos aunque solo había dos, tampoco podían faltar, pero en esa época eran de titularidad local, La Banca de Los Pablos uno, y La Banca Vigón otro, un tanto encontrados entre ellos, eso sí, pues las fidelidades políticas influían claramente también en el asunto financiero.

Naturalmente tiendas de comestibles para abastecer tanta xente tampoco podían faltar, y citamos aquí tan solo las de Colunga núcleo…

Como la de Perfecto Díaz, la de Hipólito García Cienfuegos, la de Miguel Martínez, la de Geramino González, la de Leonardo Montequín, la de Potamio Sierra o la de Policarpo Ordóñez.

Tiendas mixtas, llamadas entonces Abacerías, donde se vendía al por menor aceite, vinagre, pescado, legumbres secas y otros artículos de ordinario consumo, también había, siendo las más mentadas las de Cipriano Villa, Ramón Palacios, y la Aurelio González.

Barberías, necesarias de todo punto- como no - como la de Julián Vicente, y la de Ángel García.

Las carpinterías en esos años eran patrimonio de la familia Alonso, y eran dos las principales, la de Emilio y la de Cándido Alonso.

Las Confiterías eran tres – las reconocidas pues había alguna que otra un tanto pirata - La de Eladio González, la de Víctor Rodríguez, y la de Bernabé.
Fábrica de Chocolate la tenían – como no – Los Pablos, la principal sin duda, pero también había otras dos, la de Ramón Palacios y la de Hipólito.

Las conserveras de pescado lógicamente estaban en Lastres y eran en esa época las de Elgido Campos y la de Ignacio Villaria, fábrica de salazones de Emeterio Llera aparte.

Farmacias, de todo punto imprescindibles, había dos; la de Ramos y la de Vigón.

De ninguna manera podían faltar las Casas de Huéspedes, que eran la de Bernardino Cordero, la de Ruperto García, la de Dolores Barrios, la de Manolo Huerta, la de La Viuda de Gabriel y la de la Feliciana.

Herrería la tenía Eduardo Díaz , y también había dos ferreterías, la de Laureano y la de Fermín Vigón.

También Juan Alonso Estrada, regentaba una fábrica de Bebidas Gaseosas, y como no, había asimismo un Veterinario titular Bernardo García.

Era muy famosa en su día la Taberna de Joaquín y también la tablajería de José, si de picardías hablamos.

Lo de la fábrica de máquinas para liar cigarrillos de Los Victorero de Lastres, lo sabe todo el mundo, y claro, se nos habían olvidado ni más ni menos que las panaderías, que eran la principal de D. Bonifacio del de Los Pablos, y la de Vicente el Migoyu.

Llagares de sidra, bueno, eso sí que era lo más imprescindible de todo, claro, de cualquier otras cosa se hubiera podido prescindir sin duda en caso de apuro, pero no de esa.

Entre profesionales y particulares, tantos eran que sería de todo punto imposible citar ni siquiera la mitad, pero en fin, sí que los más afamados:

El de Pablo Pérez e Hijos, claro; el de Vicente Pérez, el de Servando Beltrán y como no el de Leonardo Montequín.

Sociedades recreativas había dos, a saber; el Casino de Colunga, o Casino de los Señores, y el Casino de la Unión, aunque de recreativas tenían solo la fachada, pues eran los mentideros políticos de las facciones entonces en litigio, o sea los todopoderosos Pidalistas encabezados por la Familia de Los Pablos, y los más modestos de medio pelo del más popular Casino de la Unión que trataban de imitarlos.

En cuanto a tejidos, confecciones y todo eso, no nos debemos olvidar de la tienda de Casanueva, la de Abelardo Martínez y la de Los Pablos, claro, aunque a decir verdad, todos estos negocios estaban un tanto subordinados al único emporio comercial de la localidad que no era otro que la Casa Comercio de Los Pablos, que era la madre de todas ellas.

Deben tener en cuenta que este relato, se circunscribe salvo algunas excepciones generales solo a Colunga, núcleo, sin tener en cuenta otros comercios y emprendimientos locales de las demás parroquias, así que ya se pueden hacer una idea.

En fin; que pa muestra un botón, ya ven que bajo hemos caído…

En Loja, parroquia de San Juan, término municipal de Colunga en el Principado de las Asturias de Oviedo a veintisiete días del mes de Diciembre del año de dos mil y veintitrés del Nacimiento de Nuestro Señor (Poco más o menos, ya saben lo de Herodes, el Censo de Quirino y todo eso) que ÉL nos ampare.

Omar Pardo y Cortina por mi madre, que fue a quién se le ocurrió componer este libelo, por ociosidad seguramente, pues ya saben que cuando el diablu non tien que facer, mata mosques con el rau.

¡Pues eso…!