Omar Pardo: La cartilla de racionamiento

Ni más ni menos, sí, algo de lo que seguro muchos de ustedes han oído hablar a sus mayores aunque no las hayan conocido ya, a no ser que haya por ahí algún vieyu muy vieyu, que también puede ser ya que por estos lares puede que andemos algo atrasaos respecto al común, pero por ahora somos muy longevos, no hay más que ver que nonagenarios hay por ahí a porrillo, y puede que alguno…

En fin, a lo que vamos; que las cartillas de racionamiento eran unas tarjetas con cupones creadas por el Gobierno en la España de la Posguerra para que la castigada población española pudiera salir adelante ante la escasez de alimentos provocada por el reciente conflicto bélico que dejó a la Nación como un erial.
Inicialmente familiares, las cartillas de razonamiento se convirtieron en individuales en el año 1943, debido a que ello permitía un control más exhaustivo.

Dentro de esta precariedad, ni siquiera todo era uniforme, pues según las necesidades, el nivel social, u otras consideraciones, como la edad, la penosidad del trabajo o estado de salud había cartillas de primera, segunda y tercera categoría.

Los hombres adultos podían acceder al 100% de los alimentos -variando según el trabajo-, mientras que las mujeres adultas y los mayores de 60 años recibían el 80% de la ración anterior. Los menores de 14 años, un 60%.

El pan blanco era un artículo de lujo, por lo que no se incluía en el alimento que cada persona tenía el derecho de recibir semanalmente, aunque sí el pan negro, junto con algo de carne, patatas, arroz, aceite y leche, aunque más allá del alimento, el jabón y el tabaco, también se incluían en los lotes de cada semana.
Sin embargo, no todo funcionó a rajatabla, sino que, por supuesto, la sociedad necesitaba sobrevivir, y por ello triunfó el estraperlo o mercado negro.

Al considerar que las cartillas de racionamiento estaban destinadas al fracaso, algo que los poderosos no atendían, ya que contaban con privilegios a la hora de acceder a bienes alimenticios, en las clases menos pudientes se optó por el método más peligroso.

Los productores agrícolas comenzaron a reservar parte de sus recursos para después venderlos de manera clandestina, lo que supuso el inicio del famoso estraperlo

La cartilla dejó de estar en funcionamiento en abril de 1952, cuando el Gobierno consideró que dejaba de ser necesaria.

Fueron, por tanto, 13 años de carencias alimenticias, que no solo se reflejó en el estraperlo, sino también en las pérdidas humanas. Se calcula que entre 1939 y 1942 se produjeron gran cantidad de muertes como consecuencia de la mala alimentación o de las enfermedades que derivaban de ella, así como de la escasez de ciertos productos farmacéuticos imprescindibles.

Una época difícil, trágica, que es mejor para aprender que para repetirla.

No es de extrañar que – sobre todo para los vieyos – cuando oyen en la televisión a los actuales gobernantes hablar de cestas de productos básicos y demás ayudas sociales de ese jaez se echen espantados las manos a la cabeza, eh…
Claro que son los menos, perooo…