El tradicional pregón de los fuegos del Azor a cargo de D. José Antonio Olivar, director adjunto de la Revista Hola y Lastrín por antonomasia. Manín de Honor 2012.

Llastrinos y forasteros:

El de hoy será un pregón bastante diferente.
Si hasta ahora hablé de otros, hoy voy a hablar de mí.
Quiero que me conozcan: estoy de nuevo aquí
porque creo firmemente en Lastres y en su gente,
y porque yo me siento ante todo llastrín.

   El día que ya no esté quiero que me recuerden
como alguien que ha querido pasar por esta vida
teniendo como norma y punto de partida
el decir lo que siento y el sentir lo que digo
por más que algunas veces eso me cree enemigos.

   Esta noche de agosto me viene a la memoria
el niño que yo fui. La mía es una historia
para echarse a llorar. Pero tuve la suerte
de conseguir hacerle novillos a la muerte
que se llevó a mis padres y hasta a los cuatro hermanos
que tuve y que murieron  antes de yo nacer:
soy el superviviente de un familiar naufragio
pues todos se me fueron a causa de un contagio
de irrefrenable tisis, y solo me quedé.

    Si he de serles sincero, soy un tipo con suerte.
Me siento afortunado no por tener dinero,
algo que para mí nunca fue lo primero,
sino porque soy rico en ganas de vivir,
que es lo que me convierte  en luchador y en fuerte.
Soy un privilegiado desde el principio al fin.

   Los que pasamos hambre jamás olvidaremos
lo mal que lo pasamos y, si hoy algo tenemos
-y que sólo logramos a base de sudar-
lo valoramos mucho porque todos sabemos
que la vida es un toro muy duro de lidiar.

   Esta noche de agosto yo no puedo olvidarme
de aquellos compañeros con los que iba a la escuela
y no puedo olvidarme tampoco de mi abuela,
la partera del pueblo, que, aunque era analfabeta,
fue entonces la persona de quien más aprendí.

   Me apasionan las cosas, el mundo me apasiona,
me apasiona la gente, el vivir me ilusiona.
Sigo amando la vida con setenta y dos años,
y aún me quedan arrestos, aún me quedan redaños,
ilusión y esperanza. Hay que vivir soñando:
es la gran  medicina contra los desengaños.
Yo, si he tenido algunos, los prefiero olvidar
y avanzo por la vida ligero de equipaje:
Me lamo mis heridas y, armado de coraje,
prosigo, impenitente, embarcado en el viaje
de confiar en la gente y no desesperar.

    Y me siento feliz de seguir trabajando
- el trabajo jamás me asustó ni me asusta-
en la única cosa que me llena y me gusta.
Lo digo con el alma: sólo sé trabajar.
Pero tengo la suerte de hacer lo que me agrada,
que es el precioso oficio de ir juntando palabras.
Me profesión me encanta, lo tengo que decir.
No sé hacer otra cosa que no sea escribir.

    Me apasiona la noche, me priva la bohemia
y las horas en vela a bordo del “Azor”,
que es de amistad y charla auténtica academia
en la que hasta se aprende …a ver salir el sol.

    Me apasiona la magia y el color de estos fuegos.
La vida es artificio, es pólvora, es trasiego
de ilusión y nostalgia, es fugaz resplandor
igual que el de estos fuegos, y encierra en cada instante
increíbles sorpresas, mil cosas deslumbrantes.
Lo mismo que estos fuegos, los Fuegos del “Azor”.

       Siento pasión por Lastres pues Lastres es el puerto
del que yo zarpé un día para asomarme al mundo
y, entre luces y sombras, entre errores y aciertos,
plantar cara a la vida segundo tras segundo.
Tenía todo perdido y todo por ganar,
y me armé de paciencia  y comencé a luchar.

     Siento pasión por Lastres, y hoy quiero desvelar,
teniéndoles a ustedes como fieles testigos
a los que hasta me atrevo a llamarles amigos
-con el Sueve allá al fondo, y al lado el pantalán-
la que quiero que sea mi última voluntad:
aquí, desde estos versos, yo les pido a los míos
que un día mis cenizas duerman en esta mar.

    Pero no adelantemos lo que es inevitable:
cada cosa a su tiempo, y, a cada día, su afán.
Hay que exprimir la vida, que es milagro constante
y fuente inagotable de mágicas sorpresas,
de instantes inefables e incontables promesas.
Hay que exprimir la vida disfrutándola a tope,
viviendo  cada instante totalmente al galope
pues, mientras haya vida,  tiempo hay para soñar.

    ¡Vamos ya con los fuegos! Que explote la bohemia
y nos invada a todos a modo de pandemia!
No corren buenos tiempos y, por eso, es preciso
-déjenme que lo digo con un ripioso inciso-
el ponerle al mal tiempo la mejor de las caras
y actuar por las claras y armarse de valor.
¡Que comiencen los fuegos! ¡Los fuegos del “Azor”!
                                                José Antonio Olivar