Podrían ser dinosaurios o podría tratarse de terribles y gigantescos cefalópodos que habitan en las abisales aguas del Cachucho.

En cualquier caso alguna inquietante criatura habría atemorizado a los habitantes de estos parajes en épocas antiquísimas alimentando misteriosas leyendas .       

Cuentas éstas que en las noches de plenilunio ningún lugareño de La Isla o de Huerres osaba acercarse al pedrero, y el que desoyendo consejos, descendía a la huelga desafiante o acuciado por la necesidad de procurarse algún pez que paliase la hambruna, no regresaba a casa y su cuerpo nunca sería hallado.  

 En días de galerna se oye aullar el viento entre las peñas y es como si el lamento de los desaparecidos nos pidiera ayuda para volver a tierra. Algunos dicen que es la suave música  del tubién romano seduciendo a su amada Julia.

Estas ensoñaciones sobrevienen al caminante en el transcurso de la senda que desde La Isla serpentea, sube y baja suavemente entre prados y acantilados, y nos acerca al pueblo de Huerres . Un gozo para los sentidos sentir la frescura de los verdes campos a un lado y el sobrecogimiento de los agrestes acantilados que como gigantes emergen de las frías aguas del cantábrico al otro. Y por encima, muy cerca ,el aliento de la sierra del Sueve.

Es la Ruta de los Misterios del Mar un aliciente más del turismo de nuestra zona. Una invitación al paseante que pretenda pasar unas horas apacibles alejado del mundanal ruido.

J. Balaguer