Desde la creación de la UE por el tratado de Maastricht (1994), la deuda púbica no ha cesado de crecer en todos los Estados miembros; en aquellos tiempos la de Francia y Alemania se situaba en torno al 40% del PIB, aunque tras la unificación, alcanzó el 58% en la RDA, cifra similar a la Española.

Actualmente, Italia alcanza el 132%, España el 100%, Francia 95% y Alemania 78% El pacto de estabilidad del Tratado fundacional incumple los objetivos proclamados. El incumplimiento no es casual, puesto que se produce sistemáticamente desde su puesta en funcionamiento, incluso en los periodos de bonanza.

El sentido común más elemental habría ya activado todas las alarmas. Los efectos del “pacto” aumentan la deuda pública y recortan derechos ciudadanos, no es un pacto de estabilidad fiscal, desde luego, porque estamos cada vez más atrapados por la deuda. No somos el único caso, ni mucho menos, pero este artículo se centra en la UE y en la tenacidad y contundencia entre las proclamaciones y los resultados de los objetivos de la misma.

No es posible, por ejemplo, mantener un pacto de estabilidad cuando éste ha incumplido el objetivo proclamado durante 20 años, a menos que existan otros objetivos y estos se estén cumpliendo satisfactoriamente. De hecho, el nombramiento de la nueva Comisión ha sido un esperpento en el que los tomadores de decisiones del organismo han tenido el morro de mostrarnos que el perfil de los escogidos no responde o incluso es antagónico a las proclamaciones con que se presentan a sus cargos.

No quiero extenderme mucho, pero cualquiera de los objetivos proclamados por la UE puede ser sometido a similares planteamientos. La realidad es que desde 1994, los ciudadanos la propiedad pública y los Estados no han cesado de ser expoliados y este expolio no ha servido para cimentar un proyecto común, estamos atrapados en la deuda. Claro que la deuda tiene encanto, que se lo digan a algunos…

La gran mayoría, sufrimos el impacto en nuestras carnes y lo peor es que cada vez nos lo pintan peor. Es una amenaza, de asustar, si somos un poco masocas y comprobamos lo que debemos cada ciudadano, a fin de cuentas, los pagadores, Los encantados con la deuda, obviamente, no van a protestar.

Los que protestamos no somos capaces de sentarnos en una mesa unir nuestras voces y exigir que la UE cumpla sus objetivos proclamados; al fin y al cabo, el compromiso adquirido.

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