(Cuento de Navidad probablemente politicamente incorrecto, por F.J.Balaguer Salgado

El maltratador había dedicado la mayor parte del fruto de su trabajo a ayudar a su esposa para que viajase a su pais y pasar con sus padres la mitad de las navidades. Ya los había vistado en dos ocasiones en los cinco años que llevaban de casados.

Pero esta vez existía un motivo más importante: el bebé tenía que conocer a sus abuelos y familia de Argentina.

- ¿Y tú no les acompañas?

- Le preguntaba Armando mientras le cargaba en la plataforma de la grúa un palé de ladrillos.

Armando, como él, trabajaba en la construcción. Ambos habían sufrido el zarpazo de la crísis y de la cola del paro habían accedido a un precario contrato.

Era brasileño, de Minas Gerais. a pesar de su juventud ya tenía cinco hijos a los que llevaba CINCO AÑOS sin poder visitar. La pregunta tenía una contestación obvia:

-alguien tiene que quedarse y seguir trabajando para mantener a la disgregada familia durante dos meses.

-Además, en diciembre, justo al regreso, finaliza mi contrato y dios sabe lo que pasará después. Por lo menos mi mujer y mi hijo disfrutarán durante dos meses del verano austral y eso me hace feliz.-

Si, durante casi dos meses el maltratador llegaba por las noches a casa empapado hasta los huesos. Apenas le quedaba tiempo para sacar a su perrita y arrojarse extenuado sobre la solitaria cama de la solitaria alcoba de la solitaria casa soñando como creceria su hijo por tierras platenses, soñando con una próxima navidad cálida y en compañía de sus dos seres queridos. Noticias de allá, escasas.

Pero, si, feliz, feliz en la esperanza que no perdía aun a pesar de la quiebra de Air Comet que amenazaba el ansiado abrazo de reencuentro. Horas de incertidumbre y angustia que fueron superadas por la denodada gestión que el maltratador tuvo que emprender para conseguir un pasaje de vuelta. Y por fin llegó el regreso. Cargado de regalos para sus queridos viajeros se encontró de nuevo en Barajas con su familia.

De nuevo el niño tal como se lo había imaginado, de nuevo su esposa tal como la había soñado. Pero algo se había quedado allende los mares , algo cuya ausencia llenaba de nubarrones la cena de Navidad. el blanco se torna negro, la luz se apaga y la obscuridad invade la convivencia familiar. Surge la bronca, se aceleran los reproches, se engordan las palabras y el maltratador, herido en su autoestima y en un momento de ofuscación eleva el tono y arremete verbalmente contra la que el cree autora de su humillación.

La Ley pasa sobre el maltratador como una apisonadora. Le arroja en el calabozo durante dos noches y frustra la entrañable noche de Reyes, la primera noche de Magos en compañía de su hijo. De la lenta e incómoda estancia en las dependencias policiales pasa a la urgente e implacable sentencia que prorroga su incomunicación. Algo irreal, sueños truncados. El maltratador no alcanza a comprender e intenta poner fin a la pesadilla. Apuesta por la vía del diálogo e intenta forzar la Norma.

Se comunica con la maltratada para disculparse, para dejar las cosas en su punto inicial :

Aquí no ha pasado nada. Vano intento y tremendo traspiés que a la maltratada le falta tiempo para utilizar con un nueva denuncia. Se ha infringido la sentencia y la simple falta se convierte en delito que la juez sanciona agrandando la condena: ocho meses más de incomunicación y alejamiento, no hay régimen de visitas, no hay niño, no hay nada.

La Violencia de Género se ceba con el maltratador, le remata en el suelo y destroza sus ilusiones. La maltratada debidamente protegida, amorosamente acogida, eficazmente asesorada y gratuitamente defendida. Qué magnánimas son nuestras leyes. Y el maltratador dia a dia despojado de su hijo piensa: Bueno, al fín y a la postre, ellos se encuentran bien. Bendita Ley.