Otra visión de la tragedia que asoló Lastres en 1944, a través de la vivencia de un grupo de niños, hoy ya ancianos o ausentes.
.......Era el día 6 de septiembre de 1944. Corrían tiempos difíciles. Mis amigos y yo nos encontrábamos una tarde más en Luces, tratando de encontrar algo que llevarnos a la boca en alguna pomarada o huerta. Nos habían atrapado varias veces, pero todo acababa en unos cuantos azotes ya que se consideraba que éramos unos niños traviesos de 12 años.
Como era costumbre, saltamos la valla y corrimos hacia el árbol de siempre, arrancando todos los piescos que estaban a nuestro alcance. No dábamos abasto, estaba más cargado que nunca. Tras llenar los bolsillos de piescos nos dirigimos a la pomarada para repetir la operación. Cogimos y cogimos manzanas hasta que nuestras manos no abarcaban más, pero el asunto no terminó ahí. El dueño de la finca salió de su casa y comenzó a “escorrernos con un angazu”. Tal fue nuestra sorpresa que salimos disparados y no nos detuvimos hasta llegar al muelle de Lastres.
Comenzó a llover y nos refugiamos en un “tinglao”. Allí estábamos a salvo de la lluvia y del dueño de la finca. Sacamos los piescos de los bolsillos y comenzamos a comer y a comer. Al pegar el primer mordisco nos dimos cuenta que no merecía la pena haber puesto en evidencia nuestro prestigio y dignidad por un puñado de piescos que ni sabían bien, ya que aún no era tiempo de ellos. Pero luego continuamos con las manzanas y entre risas y juegos se nos fue el santo al cielo.
De pronto apareció un señor llamado Recaredo Caravia, al cual todos conocíamos como Camioneta. Esto no es de extrañar, puesto que en Lastres, desde tiempos muy remotos, era (y lo sigue siendo) costumbre poner sobrenombre a todo bicho viviente y si además el apodo guardaba relación con alguna deficiencia, defecto o vicio de la persona, mejor que mejor.
Bueno, a lo que íbamos, llegó ese señor y empezó a insultarnos, a acordarse de nuestras madres, y como no, también descendió de los cielos algún santo bastante popular. Al principio pensamos que a Camioneta se le había ido la olla pero cuando empezó a hablar lo entendimos todo:
- ¿Cómo podéis estar ahí sentados comiendo y cantando mientras vuestros padres, abuelos, tíos y hermanos están en el mar ahogándose?. ¿Es que no os imagináis la tragedia que acecha a nuestro pueblo?. ¡No tenéis vergüenza!- exclamó Camioneta.
¡Qué razón tenía!. Resulta, que mientras nosotros estábamos de juerga se había formado una galerna. Nuestros padres, amigos, hermanos, tíos y abuelos se encontraban a cuatro horas de la costa pescando bonitos y el temporal comenzó en cuestión de minutos.
Algunos barcos como La Bien Pagada y Pleamar habían puesto rumbo a Santander y consiguieron ponerse a salvo. Otras como La Santa María de Sábada se hundieron en aguas del Cantábrico pero su tripulación fue salvada por el Sama, un barco mercante que se dirigía de Gijón a Santander. Pero no todos tuvieron tanta suerte, ya que fueron muchos los marineros muertos en El Cantábrico. Solo en el Glorioso San Antonio, de Lastres, 13 fueron los pescadores que se hundieron con él.
Al día de hoy, 76 años después, seguimos recordando a esos marineros que perdieron su vida en la mar y en recuerdo de ellos año tras año, el domingo del Carmen, varias lanchas salen a la mar para salear a la Virgen del Carmen patrona de los marineros, este año una simple canoa por el covid19, y una placa en la cofradía de pescadores rememora este trágico suceso.
Hace unos años se publicó el documental Proa al Norte que trata precisamente de todo lo ocurrido en la Galerna, rodada por Óscar Fernández, descendiente de madre y abuelos llastrinos.
Aquí os la dejamos.
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