Landa: “Lamentablemente, el maltrato a las personas mayores no solo existe, si no que es mucho más frecuente de lo que se dice y conoce”

“Los malos tratos a mayores se pueden dar en dos ámbitos: doméstico e institucional, dos formas muy distintas que precisarán de protocolos diferenciados”

“Por este motivo hemos registrado una enmienda añadiendo un tercer punto de la proposición: la elaboración de un protocolo específico  para los casos de violencia en el ámbito institucional”

Intervención de la diputada de FORO en la Junta General, Esther Landa, en su enmienda a la proposición no de ley sobre  medidas para favorecer la atención a los mayores, y evitar y paliar el maltrato hacia ellos.

            “Señor Presidente:

La Red Internacional para la Prevención del Maltrato a las Personas Mayores lo define como ‘cualquier acto único o repetido, o la falta de medidas apropiadas que se producen dentro de cualquier relación donde existe una expectativa de confianza y que causa daño o angustia a una persona mayor’.

Lamentablemente, y aunque aún sigue siendo un tema un tanto tabú, el maltrato a las personas mayores se sabe que no solo existe, si no que es mucho más frecuente de lo que se dice y conoce . E xiste, es más frecuente de lo que se dice, y, además, los expertos aseguran que han aumentado en los últimos años los abusos sobre las personas mayores.

            Es cierto que se desconoce la dimensión del problema, puesto que las cifras que manejan los distintos estudios realizados son muy dispares como consecuencia, por un lado, de su aplicación en diversas culturas, desarrollos sociales, comunidades, etc, y por otro, y sobre todo, por el desconocimiento sobre el número de casos no detectados o no denunciados (se calcula que pueden ser en torno al 80% los casos que no se denuncian. Es decir, la gran mayoría de los casos no se denuncia, bien porque quien lo sufre no puede hacerlo por motivos físicos, mentales, por miedo, por excesiva dependencia de su maltratador, etcétera.

            Pero lo que también es cierto, es que, pese a que se desconoce el número real de afectados,  sí hay certeza de que estas situaciones existen, y existen en cantidad suficiente como para que sea un tema de preocupación primordial en nuestra sociedad.

            Un problema muy grave que se puede dar tanto en el ámbito doméstico como en el institucional. Aunque, insisto, las cifras bailan, la Red Internacional para la Prevención del Maltrato a Mayores estima que un 75% de los maltratos se dan en el medio doméstico y el 25% en instituciones.

Y tanto en el ámbito doméstico como en el institucional, existen diferentes formas de maltrato. Maltratar a un mayor o a una persona dependiente no solo es hacerle daño físicamente. Obviamente el maltrato físico es fácil de descubrir, suele dejar huella, el maltrato psicológico, sin embargo, es el más difícil de descubrir y está mucho más extendido (amenazas, insultos, humillaciones, aislamiento). Otras formas pueden ser el negligente, que consiste en la dejadez de las obligaciones sobre la aportación de elementos básicos en la vida de la persona, como alimentación, higiene, vestido, etc, económico (utilización inadecuada por terceros de los bienes materiales y sin el consentimiento de la persona), sexuales y violación de derechos como la privación de la intimidad, por poner un ejemplo.

            Es preciso erradicar estas formas de maltrato a uno de los colectivos más vulnerables, el de las personas mayores. Y un buen comienzo puede ser la elaboración de protocolos dirigidos tanto a la sociedad civil como a los profesionales del sector. Nosotros creemos que deben distinguirse, de ahí nuestra enmienda que ahora explicaré.

En el punto primero se hace referencia a la difusión de campañas para concienciar a la ciudadanía. Acciones de sensibilización que generen cambios de actitud hacia las personas mayores, sobre todo hacia los malos tratos, dirigidas a todos los ciudadanos. Es decir, se pone de manifiesto la necesidad de que la sociedad se conciencie de que las personas tienen los mismos derechos independientemente de su edad, y que pueden tener capacidad de ser autónomas y decidir hasta el final de su vida.

En el punto segundo, y en la enmienda (punto tercero), se recoge la necesidad de que paralelamente se establezcan protocolos de actuación.

Decía que, los malos tratos a mayores se pueden dar en dos ámbitos: doméstico o domiciliario e institucional.

El llamado maltrato doméstico es aquel que se produce en el contexto familiar. El institucional hace referencia a la forma en que es atendida una persona en instituciones públicas o privadas de servicios de salud, socio-sanitarios y servicios sociales.

Son, por tanto, dos formas muy distintas que, a pesar de que tendrán aspectos comunes, precisarán de protocolos diferenciados, y por este motivo hemos registrado una enmienda añadiendo el tercer punto de la proposición: la elaboración de un protocolo específico para los casos de violencia o maltrato a mayores en el ámbito institucional.

Porque es necesario que los profesionales sociales y sanitarios puedan disponer de información, de orientaciones y pautas de intervención para poder prevenir y actuar ante estas situaciones.

            Les voy a poner un ejemplo que ha tenido bastante repercusión. El uso de ‘sujeciones físicas y químicas’. Es habitual en ciertos centros donde no hay protocolos claros de actuación y cuando hay un trastorno del comportamiento de esa persona, es más fácil suministrar una pastilla o inmovilizarle durante demasiado tiempo. Señorías, ¿se puede tener a un anciano 8, 10, ó 12 horas al día en una silla de ruedas ‘aparcado en un rincón’?, ¿eso qué es? ¿maltrato, desidia, negligencia?.

Miren, por cuestiones de tiempo principalmente, no voy a recordarles hoy aquí las continuas quejas y reivindicaciones de la Oficina de Defensa del Anciano en cuanto al trato recibido por los residentes de algunos centros de mayores, son quejas además refrendadas por numerosas familias y hacen referencia a todo tipo de situaciones que se pueden dar en los centros, desde esta sujeción física hasta otras que van desde cómo se les viste, cómo se les da la comida, cómo y cuándo se les lleva al baño, situaciones bastante desagradables, por decirlo suavemente, que hay que erradicar por completo.

Afortunadamente no se dan en todos los centros, ni obviamente se puede generalizar a todos los profesionales. Ni muchísimo menos, esto me gustaría que quedara claro, pero es cierto que estas cosas existen y, por tanto, hay que tomar medidas para corregirlo.

            Bien, y voy finalizando.

Estos protocolos, tendrán que ir dirigidos no solo a detectar, evaluar e intervenir si no que también deberán contener estrategias encaminadas a evitar y prevenir casos de maltrato, y aquí también podrán darse acciones de sensibilización dirigidas a estos sectores en particular, o también la elaboración de material didáctico dirigido a los cuidadores para un correcto abordaje del problema.

Es decir, prevención, detección, e intervención han de ser los objetivos principales de estos protocolos.

Finalizo repitiendo que aunque la magnitud del problema se desconoce, su importancia social y moral salta a la vista. Es un tema que exige respuestas, y exige una mayor implicación de las administraciones y hoy, Señorías, siempre en aras a la protección de los derechos de las personas de más edad, podemos dar un paso muy importante”.