5ª parte de un completo trabajo sobre la historia del concejo de Colunga, del que es autor nuestro colaborador Omar Pardo Cortina.

X .- RECINTOS FORTIFICADOS Y ASENTAMIENTOS
      ACTUALES.


Dicen los historiadores que cuando los soldados de Augusto vencieron a los astures, los obligaron a abandonar los recintos fortificados y a establecerse en los valles. Esto debió suceder aquí porque al pie de cada uno de los castros que se acaban de mencionar hay ahora un pueblo. Según Vigón, una exploración de todos los sitios que más inmediatamente  dominan los llanos de Colunga, hecha con método e inteligencia, permitiría estudiar cumplidamente el sistema de fortificaciones que los romanos emplearon al ocupar esta parte de la península. Cerros, o castros como los de la Villeda, La Isla. Obaya, aparte de otros lugares como la Torre, sita en el lugar de Huerres, La Poladura, el Castillo de Sales, Castiellu en Lue, conservan señales de remotas fortificaciones probablemente para los soldados de Furnio destinados a someter y vigilar la población indígena, innecesarias a todas luces cuando la unión de los dos pueblos fue un hecho y la convivencia de vencedores y vencidos dio lugar a una nueva población que hubo de alcanzar bajo Roma un importante grado de esplendor.

 

                             

 

ARA ROMANA HALLADA EN EL “CASTILLU” EN  LA PARROQUIA DE SALES.

Importantes son los vestigios que nos inducen a sostener esta teoría. El Castiellu cerro así llamado que se levanta a dos kms. De Colunga al S.O. dominando una gran parte del valle de este nombre, ofrece a nuestro primer examen señales ciertas de una fortificación romana, de los primeros tiempos de la conquista, inaccesible por el E y por el S. las obras de  defensa de este punto, consistieron en grandes terraplenes que escalonados en zig-zag en toda la longitud  de la vertiente Norte llegan hasta ganar la cúspide y en un profundo foso atrincherado que hubo de cortar la ladera menos accidentada del O. Coronando el cerro debió levantarse una pequeña fortaleza de la cual aunque con dificultad se descubren algunos restos en las ondulaciones de la meseta y además del foso, existen otras obras subterráneas en la mitad superior de la vertiente occidental, cuyo objeto no es posible deducir con probabilidades de acierto, de las contradictorias y vagas noticias que acerca de ellas pueden adquirirse.

Un precioso sello hallado en un huerto que toca al vértice de la ladera meridional del cerro, tiene grabada la cabeza de Augusto y se halla en el museo Arqueológico de Oviedo.

Tiénense noticias de estas obras por las repetidas exploraciones que  practicó el vecindario de la parroquia de La Riera en busca de tesoros que suponían guardados allí desde el “tiempo de los moros”. La principal de ellas es un pozo de gran profundidad que se propusieron escombrar alentados desde los primeros momentos por el descubrimiento de hachas, medallas y otros muchos objetos  que apreciados solo como indicio de más valiosos hallazgos, nadie tuvo el cuidado de conservar.

El  mismo origen tiene sin duda el campamento construido en la cúspide de una prominencia cónica llamada “El Castru” que destaca en un extremo de la colina de la Villeda, al N.O. de Colunga de traza circular con una sola puerta que mira hacia el N. Por donde tenía más fácil acceso. Constituía su principal defensa un terraplén de que aún está ceñido y dos trincheras que resguardaban la entrada. Ningún vestigio revela la existencia de otras construcciones dentro del campamento si bien pudieron tener con él relación algunos edificios, cuyas ruinas existen inexploradas en la vertiente meridional, muy próximas al vértice del cono.

Restos  de otro campamento se descubren en un lugar conocido también con el nombre de “Castru” que se alza sobre el mar al extremo del hermoso valle de la Isla, y también existía al pie  del Sueve el “Castellum Obalia”, (Obaya), cuyo origen romano (siempre siguiendo al mismo autor), evidencian los restos de construcciones someramente examinadas en aquel lugar. Algunos puntos del concejo como los altos de Entreviñes o Pumaralbín, el sitio de la Torre en el lugar de Huerres, el cerro de la Torre también del mismo nombre  en la Poladura, el castillu de Sales y Castiellu en Lue conservan señales inequívocas de antiguas fortificaciones, hechas a no dudar para el emparo de las tropas ocupantes.

Aunque de las antigüedades romanas halladas, o en relación directa con nuestro solar haremos referencia luego, quizá convenga adelantar aquí, ya que hemos mencionado el sitio de la Torre en el lugar de Huerres, el más precioso resto de arquitectura romana encontrado, acaso el único que según Vigón existe en su género en Asturias: Consiste en dos ménsulas que debían haber sostenido la techumbre de un pórtico y una puerta de arco de medio punto, que adquirió en su tiempo D. Luis Montoto, para colocarla en el cercado de su huerta en Loja. Mide 2,03 m. de alto por o,70 de ancho, notándose en la imposta variadas, aunque borrosas figuras que aun conservan el sello impreso por el genio de Roma.

También Bellmunt y Canella en su Historia de Asturias, hacen referencia a esta puerta, pero dice “procedente del Castellum Obalia”, concretamente dice “puertas como la del Castellum Obalia, que trasladó y conserva en su casa el respetable don Luis Montoto en su huerta de Loja”, y acompaña fotografía, pero sin duda se trata de un error de interpretación ya que creemos que la fuente de procedencia que indica Braulio Vigón es este caso, es sin duda la correcta.

XI.- EL CONTROL MILITAR Y ADMINISTRATIVO.

Si bien la justificación esgrimida para la intervención  militar romana eran las incursiones de cántabros y astures contra los pueblos aliados de Roma (bandolerismo endémico), detrás de este argumento, se ocultaban razones políticas y estratégicas  más profundas. La necesidad de asegurar las fronteras concluyendo la conquista de Hispania, el deseo de eliminar el mal ejemplo de cántabros y astures de independientes e insumisos, o probablemente la rentabilización política  por parte de Augusto de una campaña militar victoriosa que en su momento los panegiristas oficiales se apresuraron a glosar. En el año 26 según Paulo Orosio, el César se traslada a Hispania, establece sus reales en Segisama /Sasamón) y dividido en dos cuerpos el numeroso ejército, el de la Tarraconense mandado por Augusto en persona contra los cántabro-astures y el de P. Carisio, legado de Augusto en Lusitania al que se le encomendó el sometimiento de los astures en combinación con la armada de Agripa.

Sorprendidos en un primer momento a lo que parece los cántabros rehuyen la batalla, adoptan la táctica de guerrillas y ya ocultos en lo más profundo de sus bosques sorprenden al ejército romano diezman sus legiones y al decir de Dion Casio llegan a poner en peligro la vida de la imperial persona, que presa del temor y el desánimo ante los inútiles resultados de su grandiosa campaña, se retira no tan gloriosamente a la Tarraconense y Antistio toma el mando.

Más discutida es la intención de controlar los yacimientos de mineral de oro del país, ya que no  ha podido demostrarse que los romanos conocieran con anterioridad a las guerras, sin embargo los problemas financieros del Imperio y el comienzo de las labores extractivas tras la pacificación permiten suponer que los móviles económicos no eran ajenos a los planes imperiales.

Sin entrar en pormenores de un conflicto militar que se prolongó a lo largo de una década (29-19), en el 19 las tropas romanas sofocaban las últimas resistencias (exterminio masivo de guerrero jóvenes, y asentamiento de las poblaciones en las llanuras).

El Noroeste peninsular quedó a lo que parece pacificado , aunque la hostilidad de los pueblos sometidos se manifestó posteriormente en esporádicas acciones de rebeldía como la que tuvo lugar en tiempo de Nerón.

Escandón cree que la batalla final se dio en el río Astura antiguo, Astuera hoy, famoso donde dice que hubieron por fin los romanos de vencer la resistencia de los astures y donde él coloca las aras sestianas: “Allí la batalla insigne, y allí las aras sestianas que guían su perpétua evocación”. (Historia monumental del Rey Pelayo y sus sucesores en el trono cristiano de Asturias) Madrid 1.862 (pag. 503).

Augusto dividió Hispania en tres provincias y entre dos de ellas Lusitania y Tarraconense coincidía poco más o menos la división entre cántabros y astures. (Sella, río de la Espasa, ría de Villaviciosa, río Colunga). Cuando después de las guerras entre el 16 y el 13 se reajustara la división anterior, los territorios de astures y galaicos se incluyeron en la Tarraconense, pero desde el punto de vista militar, la zona astur gozó de una organización diferenciada, manteniendo en su  suelo a dos legiones.

Con la división en Conventus tal vez en el año 69 “conventus iuridici” Vespasiano al menos el marco de la Asturias actual quedó atribuido a tres conventus: La comarca oriental del Deva al Sella al Conventus Cluniense capital en Coruña del Conde (Burgos), la comarca occidental del Navia al Eo, al Conventus Lucense, capital Lucus Augusti, y la comarca central desde el Sella al Navia  , la más amplia al Conventus Asturicense cuya capital era Astúrica Augusta (Astorga). Las fuentes escritas a los indígenas de la comarca oriental asturiana los llaman cántabros, a los de la comarca central astures, y a los de la comarca occidental galaico-lucenses.

Sin embargo esta tripartición que no sustituía sino que completaba la división en provincias no fue definitiva. En el primer cuarto del siglo III, Caracalla estableció la provincia Nova Citerior Antoniniana, agrupando a astures y galaicos aunque el intento no le sobrevivió, finalmente Diocleciano incluyó a ambos pueblos en la provincia de Galaecia que se mantuvo hasta la caída del Imperio.
 
Los pueblos localizados en la comarca central de la región asturiana “Conventus Asturicense” en la que nos incluimos son los paésicos y luggones o lungones. El pueblo de los luggones o lungones figura en las tablas de Ptolomeo, con su capital en Paleontium, entre los astures Paleontium suele identificarse con Beloncio, pueblo del actual concejo de Piloña, cercano a Infiesto.

Hacia el concejo de Parres, fue hallada una lápida romana en la que se nombra a los luggones, juntamente con los astures. Quizá efeméride de una posible unidad militar romana ya que los indígneas participaron activamente en tropas y cuerpos auxiliares de las legiones romanas.

En el concejo de Villaviciosa existe un  ara votiva romana de los lugonnes arganticaenos (En el lugar de Grases fue hallada).

En la línea 5ª y 6ª halla el estudioso Manzanares según Constantino Cabal la palabra arganticaenos (Manzanares Rodríguez: Contribución a la Epigrafía Asturiana I, 1.952, 27)

Según  Diego Santos (Epigrafía romana de Asturias pag. 45 y 46) sería:


......OVI /  O....TABA / lieno/
Lugo/ni   Argan/ticaeni / haec
mon/umenta possierunt (posuerunt)
Argan/ticaeni.... (trátase de aclarar dentro de los luggones de cuales se trata ).

Su interpretación sería como sigue:

 

   .- “IOVI OTABALIENO LUGGONI ARGANTICAENI
        HAEC MONUMENTA POSSIERUNT”,  es decir:


  “A Júpiter Otabalieno los luggoni Arganticaeni erigieron estos monumentos”,


Lo más seguro en ellas es el “Argam”, que lingüísticamente  recuerda los nombres de Argamia y Argamiuca en la Riera de Colunga; esa raíz es fundamental.

Cerca de Oviedo se encuentra la población de Lugones. En concordancia con estos testimonios hay que pensar que el pueblo o tribu de los luggones ocupaba más o menos la zona comprendida entre el río Sella y cuando menos el centro de la región (más o menos zona actual del bable  “central”).

Los luggones asturianos no constituían la totalidad de las gentes prerromanas de este nombre, pues también en la zona leonesa  se constata su presencia. Existen ciertos motivos para pensar que el la comarca central de la región había otras gentes protohistóricas además de paésicos y luggones que podrían ser unos astures genéricos o unos astures en sentido estricto, pues por una parte ,Estrabón Mela y Plinio, hablan de astures al referirse al sector costero comprendido entre el Sella y el Cabo de Peñas y no de luggones . La lápida a la que hemos aludido nombra claramente equiparándolos como hemos dicho a astures y luggones.