Leyendas Populares de Colunga, por Pardo

La mayoría, no, pero si que aun algunos de ustedes han oído sin duda hablar de los jornaleros asturianos de nuestras parroquias que iban a ganarse el jornal a las siegas en Castilla, migraciones periódicas que ya eran un fenómeno bastante común a finales del siglo XVII según acreditan numerosos documentos históricos.

Estas expediciones perduraron en algunos lugares hasta finales de los años 50 del pasado siglo, donde aún cuadrillas de segadores por lo general del mismo pueblo o zona, se desplazaban a Castilla andando, en busca de unos jornales que aliviaban y no poco con posterioridad sus maltrechas economías de subsistencia.

El trabajo era más que duro, y así lo expresaban multitud de coplillas como esta:

“No madrugaría tanto
Si el sol fuera jornalero.
No madrugaría tanto,
que andaría más ligero…
Ya se está poniendo el sol.
Ya se debiera haber puesto.
Para el jornal que ganamos
no es menester tanto tiempo…”

Hacia las cinco ó las seis de la mañana comenzaba la faena, descansando alrededor de una hora para almorzar.
Alrededor del mediodía se paraba para comer: sopas de ajo o recocidas y algún torrezno, o trozo de chorizo o tocino; gazpacho (especie de caldo con cebolla, ajo machacado, vinagre y agua). Y un cigarro.

Llegada la noche, el descanso nocturno se solía realizar en el mismo campo, por las grandes distancias que había que recorrer y volver a realizar a la mañana siguiente.

Vestidos, sobre un haz o manojos de mies se acostaban los segadores tapados con una manta, cuando el refrío de la madrugada lo exige.

A pesar de las malas condiciones y el durísimo trabajo, los expedicionarios eran evidentemente porque así lo exigía la cosa, jóvenes, fuertes y no carentes de buen humor a pesar de todo, lo que generó numerosas anécdotas como esta que a continuación voy a relatarse de una cuadrilla de estos segadores de la zona de Libardón y aledaños.

En una de esas expediciones se alistó en una ocasión con otros compadres Feliciano el de Fanu, que era como todos saben un curioso y socarrón personaje lleno de vitalidad y buen humor donde los haya.

El caso es que la socarronería de Feliciano pronto se hizo famosa, pues se adaptaba perfectamente a papeles varios que desempeñaba a la perfección y con sus astucias y buen humor más de una vez sacaba a su cuadrilla de algún apuro.

LES BENDICIONES:

Una de sus habilidades era ni más ni menos que les bendiciones que les daba a los paisanos castellanos que estaban dando de comer a las gallinas a los que decía:

“QUE LA SANTISIMA FOINA Y LES BENDIGA, Y QUE EL SANTISIMU RAPOSU Y LES GUARDE” , a lo que los castellanos respondían agradecidos no faltando alguno que les invitara a unos vasinos de vino en agradecimiento a tal bendición.


EL “MOSCA PACÁ PAISANO” :
?

En otra ocasión cuando venía de regreso con su cuadrilla se pararon en una bodega a refrescarse con unos vasos de vino y algo de alimento, pues a los cuartos que traían se les miraba mucho, pues mucho esfuerzo había costado ganarlos, y así se hartaron de buena cecina y generoso vino hasta que se cansaron.

Cuando alguno hizo el ademán de pagar, Feliciano se opuso rotundamente y dijo:
“Ni hablar, esta ronda va por cuenta mía”

Fueron saliendo todos, y Feliciano tuvo buen cuidado de esperar hasta que estuviesen bien lejos mientras entretenía a los parroquianos de la bodega contándoles cuentos y más cuentos.

Pasado un buen tiempo les sacó el cuento del “MOSCADERO” de les vaques en Asturias, y ante la expectación que despertó el cuento entre la clientela, Feliciano pide un cencerro y se lo cuelga del pescuezo.

Empieza a pegar saltos salvajemente, tira patadas a lo loco, y empieza a dar carreras circulares por toda la bodega a troche y moche.

Da más saltos, más patadas y la risa de los espectadores no tiene freno, el que más se reía el bodeguero que se desternillaba.

Repetido el “show” en varias ocasiones, se para de repente y les dice:
“Ahora voy a moscar, pero de verdá” esperando ellos ansiosos en qué pararía la cosa.

Y empezó a moscar de tal forma, pero ya en calle, de manera que no veía el fin de la carretera, y cuando ya iba lejos, tan lejos que ya era inalcanzable y sin visos de pensar en volver, gritaba desgañitado el bodeguero al verse sin cobrar la zafra:
¡MOSQUE PACÁ PAISANO…!
¡MOSQUE PACÁ…!
Pero Feliciano que si quieres…
Moscó, pero moscó pa Fanu mas que a pasu…

P.D.
Si alguien no sabe lo que es moscar una vaca, pues que lo pregunte, eh…
Que hay por ahí mucho urbanita suelto.

Estas y otras anécdotas y cosas de mucho más fundamento, se hallan magistralmente recogidas en la Obra:

SOCIEDAD FOMENTO LIBARDON 1.907 -2017, Obra que naturalmente siempre les recomiendo a los amantes de estas cosas.