Ni más ni menos, sí; el madreñeru de los ricos. Ese era Santos Catrón, “Santos el del Pallarín”, donde nació, vivió toda su vida y murió hace ya un tiempo (1.972)
Les madreñes de Santos alcanzaron tal prestigio que mientras la madreña de madreñeru “estándar” se vendía a dos pesetes o como mucho a 3, 50 la buena, buena, les de Santos al menos duplicaban y en no pocos casos triplicaban ese precio, de ahí que fuera conocido en la zona como “El madreñeru de los ricos”
Y ¿Cuál era el secreto, me dirán?
Pues nada más simple; el secreto era que Santos era un artesano excepcional, que ponía todo su arte en cada pieza, y creó un tipo de madreña bien pudiéramos decir que “personalizada”, pues la adaptaba al pie de cada cliente y claro; les madreñes de Santos pues eran como guantes, de confortabilidad infinita comparada con las habituales, y aunque menos tosca y pesada de lo habitual era más fina, fuerte, cómoda y duradera
Les madreñes de Santos llevaban un cuño especial, que era un orgullo para sus portadores, y es que eso de hacer madreñes no crean ustedes que era na más que ir pallá, como puede parecer no, no; nada de eso.
La madreña bien hecha requiere un largo y complejo proceso, tanto en la elección de la madera, como en su paciente y artesanal elaboración, puesto que primero hay que tirar el árbol correcto, si es avedugu, pues mejor, ponerlo a secar un tiempo, luego tronzar, y fender los trozos, seguidamente se trata ya de moldiar, azuelar, petiar, gurbiar, taladrar la madreña para allegrar después, raseriar, cepillar, esboquiar, lijar, pintar con la meruxa, afumiar, o sea ahumar la madreña para dar color y protegerla y por último ñidiar (frotar la superficie para dejarla lisa) y sacarle brillo con sebu, siempre después de ahumar.
Un proceso bien complejo como ven.
La madreña de Santos pervivió un tiempo en un ámbito geográfico muy limitado gracias a sus escasos discípulos, algunos de los cuales las comercializaron un tiempo, siendo uno de los más destacados – no es por nada – mi tío Alejandro Pardo (Alejandro el de los Toyos) de Libardón, aunque él solo las hiciera para casa, como suele decirse.
Como curiosidad y según cita el Sr. Capellán Pérez en su magnífica obra “Sociedad de Fomento de Libardón 1907-2017” que siempre les recomiendo, Santos aunque hombre muy curioso y leído no tuvo demasiadas inquietudes aparte de las intelectuales y nunca fue mucho más allá de Libardón, donde permaneció soltero, y dicen las malas lenguas que ahí tuvo mucho que ver la señora Vicenta – su madre – para la que no había ninguna mujer digna de su hijo, y claro, según parece poseía no pocas cualidades para espantárselas cuando vislumbraba peligro, con buenas o malas artes; al menos eso dicen, pero
¿Quién sabe…?
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