Hic et nunc

A raíz de los comentarios del “post” de hace unos días sobre la ruta circular de Carrandi a Libardón, bien por La Riera o por Coceña, se hizo referencia a la Capilla de Rutroncos en Libardón, un poco más abajo del cruce a Los Campones viniendo desde Carrandi (debajo de la Trapa), por si alguien no se aclara, y por tanto a su Santo Patrón que no es otro que San Antonio.

El caso es que al hacer referencia a su leyenda, las monedas de oro y eso, recibí multitud de mensajes pidiéndome que se la contara.

A algunos ya les he respondido en privado, recomendándoles además de que pregunten a cualquiera de Libardón que allí todos la conocen, e indicándoles alguna bibliografía sobre el tema, sobre todo la magnífica obra – no me canso de repetirlo – coordinada por el Sr. Capellán que bajo el título “Sociedad de Fomento de Libardón 1.917 -2007” relata esto y otras muchas cosas magníficamente con pelos y señales.

Pero en fin, dado su interés aquí trataré de extractársela un poco, ya que en este mismo portal se hizo referencia varias veces al mismo asunto y tampoco es cosa pecar de cansino.

Pues, a ver:

Todo tiene su origen en Vicente Lueje, vecino de Libardón que emigró a Chile en el segundo cuarto del siglo XIX (dícese que hacia 1.835), con una mano delante y otra detrás, a la aventura totalmente, y que yéndole las cosas de perlas (algo nada común por cierto), volvió rico a su localidad natal (Libardón), un cuarto de siglo después y manda construir un Palacio en Rutroncos, donde aún vivían sus padres con su correspondiente capilla y todo. Pasado el tiempo y ya viviendo de las rentas Vicente Lueje, un pariente suyo un tanto trapaza llamado Herminio (antiguo aprendiz de herrero en la Fragua de La Llama), heredó y acertó ya más asentado a bien administrar la fortuna heredada, así que encontrándose rico, agradecido y generoso, decidió encargar una efigie de rico porte y factura para la Capilla de Rutroncos, cuna de su noble pariente y benefactor, que por cierto llamó la atención por su elevado peso.

Pasado el tiempo y desaparecido ya D. Vicente, Herminio regresa a Libardón con una importante fortuna, y no se le ocurre más que presentarse a sus parientes de Rutroncos con aspecto de mendigo, andrajoso y pobre, tal como alguien que le vienen las cosas mal dadas.

Estos sin embargo acogieron cariñosamente a su pariente y se apiadaron de él viéndolo de tan mala traza, le dieron posada, le acogieron y le hablaron de su ostentoso, pesado y con fama de milagroso San Antonio, al que le encomendaron con gran fe a fin de enderezar su maltrecho rumbo.

Pasado un tiempo y muy agradecido por el cariñoso trato dispensado por sus parientes a pesar de su mala fortuna, decide marcharse un Lunes al mercau de Infiestu, donde se viste pomposamente y se hace con un hermoso corcel , y de esta muy diferente guisa vuelve a Rutroncos con sus sorprendidos parientes a los que indica que desmonten la base de la pieza del San Antonio de su capilla, cayendo ante sus asombrados ojos un gran río de monedas de oro con el que los enriqueció para siempre en agradecimiento de sus buenas acciones.

Así y con su eterno agradecimiento es como pagó a sus parientes tan cristiano recibimiento, ya ven que ser temeroso de Dios siempre tiene premio, que ser malo nunca sirve de nada; ¡Ay…!

Bueno, poco más o menos eso… Que lo sepan, no obstante, ya les digo si quieren más detalles remítanse a las fuentes indicadas.

Y ya ven que histórica “semeya” tienen ahí de la Fiesta de San Antonio en Rutroncos de hace cien años…

¿Guapa, eh…?

¡Pues eso…!