“Lamentamos la oportunidad perdida que para el Principado han supuesto las celebraciones del XIII Centenario de la Batalla de Covadonga, como advertí desde esta tribuna en este mismo pleno hace dos años; una efeméride que ha pasado sin pena ni gloria, al igual que sucedió con la celebración del triple centenario en el año 2018”

06.09.2022 (Oviedo).

Intervención íntegra de Adrián Pumares en el Pleno institucional con motivo del Día de Asturias 2022:

“Gracias Presidente,

Señor Presidente del Consejo de Gobierno, autoridades, señorías; muy buenas tardes a todos.

Conmemoramos un año más, en esta Junta General, el Día de Asturias, Día de nuestra Comunidad Autónoma, y de nuestra Patrona, la Virgen de Covadonga. Tengo que empezar este discurso de conmemoración lamentando la oportunidad perdida que para el Principado han supuesto las celebraciones del XIII Centenario de la Batalla de Covadonga, como advertí desde esta tribuna en este mismo pleno hace dos años. Una efeméride que ha pasado sin pena ni gloria, al igual que sucedió con la celebración del triple centenario en el año 2018.

Si dende les mesmes instituciones asturianes escaezse deliberadamente la nuesa hestoria, el nuesu pasáu, non podrá estrañanos qu’el nuesu patrimoniu arqueolóxicu, artísticu, etnográficu o llingüísticu se deteriore ensin remediu.

De nuevo, y como demasiadas veces, hemos perdido una nueva oportunidad para situar Asturias en el lugar que le corresponde.

La Batalla de Covadonga debería haber sido una cita trascendental para Asturias este año 2022. No solo por lo que hubiese implicado desde el punto de vista turístico y de dinamismo para el Principado, sino porque lo que celebramos con esta efeméride es mucho más que una antigua batalla en la que nuestros compatriotas del siglo octavo vencieron a un enemigo que parecía invencible, fundando un Reino del que somos herederos: lo que celebramos los asturianos es que llevamos casi mil trescientos años compartiendo un pasado común. Pero no solo eso: desde hace trece siglos compartimos también un futuro común; un futuro que tenemos la obligación de construir juntos.

Y si algo hemos aprendido los asturianos en estos tres años largos de Legislatura es que nadie va a venir a construir ese futuro por nosotros. Los grandes retos a los que tiene que hacer frente el Principado se han agolpado ante las puertas de los Ministerios sin que nadie de los que tenían el compromiso de hacerlo haya sido capaz de situar en la mesa del Consejo de Ministros ninguna de nuestras reclamaciones. El agotamiento del modelo de financiación autonómica, la descarbonización exprés, al alto precio de la energía que condena al cierre a nuestra industria, la quiebra del campo asturiano, el éxodo de nuestros jóvenes o la sangría demográfica son solo algunos ejemplos de graves problemas de nuestra tierra que no parecen ocupar ni preocupar a algunos. Ya que no parece que aquellos que tienen el mandato de hacerlo estén siendo capaces de ofrecer soluciones, al menos podrían ofrecer a los asturianos un poco de sentimiento, un poco de pundonor en la fecha en la que nos sentimos orgullosos de nuestra capacidad de resistir.

Este será el último Pleno Institucional que con motivo del Día de Asturias celebremos en esta Junta General esta Legislatura. Seguramente no está en la cabeza de la ciudadanía quién ocupará estos escaños en el Pleno del año que viene, porque hay preocupaciones bastante más acuciantes como son llenar el depósito o cuadrar la lista de la compra. Lo único que espera de nosotros la sociedad asturiana es que nos afanemos en nuestra tarea y solucionemos los problemas, que son muchos, en lugar de crear unos nuevos. Creo sinceramente que puedo hablar en nombre de la sociedad a la que representamos, si digo que esperan que abandonemos la crispación y la negación constantes; que trabajemos incansablemente para dejar, cuando abandonemos estos sillones, una Asturias mejor que la que encontramos. Y para ello, para construir entre todos ese futuro común del que les hablaba antes, les propongo empezar recordando nuestro pasado común, y también a los protagonistas de ese pasado común.

Creo sinceramente que todos, independientemente de ideologías, deberíamos estar orgullosos de contar con antepasados como Xosefa de Xovellanos o Vázquez de Mella. Como Melquíades Álvarez, De las Alas Pumariño, el doctor Alfredo Martínez, Margarita Salas o Adolfo González Posada; pero también lo estoy de Manuel Llaneza, Horacio Fernández Ingüanzo, Rafael Fernández o Pedro de Silva. No hay ninguna razón por la que uno no pueda sentirse orgulloso de quienes, antes que nosotros, procuraron siempre el mayor bien de Asturias; porque poner a Asturias por delante de todo lo demás es algo de lo que sentirse siempre orgulloso. Y ni el sectarismo, ni los mezquinos discursos de odio, ni las rencillas o las inquinas nos pueden hacer perderlo de vista. Si lo hacemos, si caemos en esas trampas, les daremos la razón a quienes más peligrosos son para el sistema democrático de convivencia que tanto nos ha costado levantar, y que en otras partes del mundo vemos tambalearse ante el vendaval de esos discursos perversos. Lo que nos debe mover es Asturias, y no otros intereses decididos a kilómetros de distancia.

Creo de verdá que, si arrenunciamos a los nuesos oríxenes y a los nuesos antepasaos, amás de perder la nuesa identidá, vamos arrenunciar tamién a les posibilidaes de construyir un futuru común. Por ello, propóngoyos que, como únicu oxetivu del día de güei, afitémonos nesta base común sobro la que construyir cada unu de los proyectos políticos que toos, llexítimamente, vamos ufiertar a la sociedá asturiana dientro de non muncho.