Por Inaciu Iglesias, en El Comercio

Mañana mismo celebramos el día de nuestra patria: de nuestra patria querida; de nuestro pequeño y verde país. Y, bueno, muchos se preguntarán qué sentido tienen todos estos sentimientos identitarios; tanta celebración repetida de lo colectivo: este nacionalismo bienintencionado de gaita, tambor y romería. Y para tranquilizarse, como harían los responsables de cualquier guardería, le ponen ciertos límites: que no se politice, que no se imponga, que no moleste.

¿Pero qué es lo que celebramos? ¿Qué es el asturianismo? ¿Qué supone hoy en día ser un patriota? ¿Con la que está cayendo, no sería mejor dejarse de tantas banderas y preocuparse más de los problemas reales de la gente? ¿No somos todos ciudadanos del mundo? ¿Para qué tantas divisiones si el futuro es global? ¿Y, al final, no es más verdad que muchos de los que dicen defender la patria lo único que buscan es aumentar su patrimonio?

Pues, empezando por esto último, estoy totalmente de acuerdo y aprovecho para proclamarlo solemnemente: patria y patrimonio van de la mano y, por supuesto, soy un firme partidario de cuidar nuestra patria para mejorar nuestro patrimonio. Y viceversa.

Eso es el patriotismo para mí: saber que, si cuidamos mejor nuestros monumentos, palacios, iglesias, mercados, caminos, inversiones, memoria, instituciones, bebidas, bibliotecas, ciudades, oficios, lenguas, villas, fiestas, comidas, comercios, aldeas, hórreos, empresas o playas, aumentaremos nuestra riqueza. Esa es mi ideología y, a estas alturas, ya no pienso pedir perdón por que me guste vivir en una casa ordenada, cuidada y limpia; en un país con ríos de agua clara, buenos modales y cuentas saneadas: en una próspera y trabajadora patria querida que no tenga que esperar el subsidio para saber qué hay de cenar.

El nacionalismo es siempre cuestión de propiedad y madurez: cuidar nuestro entorno, procurarnos un buen gobierno y no desentendernos ni de nuestros vecinos, ni de nuestras obligaciones. Todo lo contrario, por cierto, del provincianismo cosmopaleto: un sentimiento adolescente que consiste en vivir pendientes de lo que hacen en no sé qué capitales, esperando a que alguien nos diga lo que tenemos que hacer y protestando porque nadie nos tiene en cuenta nunca.

Debemos aprender a mejorar nuestra administración, nuestra gestión, nuestra llevanza y nuestra gobernanza

Por supuesto, la propiedad no confiere capacidad y toca prepararse para ejercer. Y de la misma manera que las mejores familias entienden que, para mantener la continuidad de sus patrimonios, deben profesionalizar la gestión; nosotros –como propietarios de lo nuestro– debemos aprender a mejorar nuestra administración, nuestra gestión, nuestra llevanza y nuestra gobernanza. Y así entender que, para mantener lo importante en una patria –la sanidad, la educación, la alimentación, la energía, la vivienda… en definitiva, el patrimonio– la discusión no es si tuyo o mío, si privado o público, si derecha o izquierda. Es nuestro; es nuestro tesoro y nuestra obligación consiste en conocerlo, respetarlo y gestionarlo bien: con eficacia, con eficiencia y con equilibrio.

Tenemos que cuidarnos más. Eso deberíamos celebrar el próximo día de la nación asturiana. Mañana mismo