Omar Pardo: El Cristo filipino de marfil de Gobiendes

Cristo crucificado de 98 x 70 cm. Articulado mediante tres piezas ensambladas talladas en marfil sobre cruz de madera que data de finales del XVI o principios del XVII, con reborde de líneas finas de incrustaciones de marfil, que vinculan esta talla con la escuela Hispano–Filipina, al ser un recurso claramente oriental, así como la figura afilada de la barba y la articulación de los dedos y uñas, marcados músculos y tendones, posición ligeramente ladeada y paño de pureza, lo que indica una ejecución exquisita que evidencia la maestría del maestro tallador.

Una pieza de gran valor, en definitiva; probablemente donada a la iglesia parroquial en su día por algún hijo de la parroquia afincado en las hispanas Islas del Rey Felipe en su regreso al terruño, una práctica bastante habitual en la época.

El rostro se representa con serena mirada dirigida al cielo y la cabeza está cubierta con una gruesa corona de caña.

Si están interesados en verlo no se molesten en ir a Gobiendes, no; nada de eso, deben ir a Oviedo, al Museo de la Iglesia donde está en depósito, pues como ven, aquí los catetos de pueblo aunque hayamos conservado sin problema alguno las cosas durante siglos, alguien ha dicho ahora que no estamos cualificados para conservar nada, o sea que andamos “pelaos”, pues la mayor parte de nuestro rico Patrimonio, si no está destrozado ya por desconocimiento o negligencia evidente, está “descatalogado, cedido, custodiado” por alguien o algo menos en el lugar donde debiera estar, o sea en su ubicación original y en manos de su legítimo dueño.

Pues bueno:

Luego no quieren que les diga eso de:

“A gustu l´amu palos al burru”

¿Expolio, dejadez, necesidad o descuido?

Bueno, o todo ello junto; ¿quién sabe?, pues cada circunstancia por unas u otras razones fue distinta.

Unas veces, por pura necesidad, los párrocos se vieron un tanto forzados a comerciar con antiquísimas imágenes (románicas en algunos casos), retablos, cálices y otros objetos de valor para hacer frente a necesidades inminentes que sus superiores no podían o no querían afrontar: el derrumbe de una techumbre u otras cosas por el estilo que no admitían demora.

En el aspecto civil también hubo lo suyo, pues la mala mezcla de catetón rural aprovechado con cierto mando en plaza y típico lince listo urbano un tanto docto que se las sabe todas causó también graves daños.

A veces esas “operaciones” eran medio legales e incluso pudiera decirse, aunque relativamente, legales del todo, pero en otras ocasiones —y no las menos—, expolio descarado por no llamarlo robo puro y duro.

También hubo otro importantísimo factor en la desaparición de nuestro más preciado Patrimonio, cuando los capitostes de ciudad con mando en plaza decidían que algo tan valioso no era adecuado que estuviera en su lugar original custodiado por sus propietarios, y sin más ni más se lo llevaban a la capital para ser custodiado por expertos en lugares adecuados (o al menos esa era la justificación, cierta en algunos casos y no en otros), pobre razonamiento puesto que alguien que es capaz de custodiar cientos de años su propio Patrimonio bien demostrado tiene que no necesita ayuda alguna.

Así se fue al traste la reina de nuestras joyas medievales, que no es otra que la Cruz Altomedieval Procesional de Sales, expoliada con total descaro y que además todo el mundo sabe dónde se halla sin que nadie vergonzosamente mueva un dedo. Al menos su compañera de Fuentes está —aunque no debiera— en el Museo de Arte Metropolitano de Nueva York. Así desapareció también el sillón de los Jueces Nobles de Colunga, el de la conocida inscripción: “Jueces del Mundo, detened la mano...” y demás mobiliario entre muchas otras cosas, o la antigua imagen románica de la Virgen de La Velilla, sin ir más lejos.

Otras tuvieron más fortuna y se hallan perfectamente localizadas y conservadas en museos y fundaciones de manera legal, como esa del Cristo de mármol de Gobiendes que les muestro ahí, y que es también uno de los más valiosos emblemas de nuestro rico patrimonio olvidado. Pero digo yo…

¿No estaría mejor esa imagen en manos de sus propietarios en su lugar original?

¿Qué justificación hubo para cambiarla de lugar sin más ni más por capricho de unos más que dudosos doctos y unas siempre dóciles autoridades locales ante una autoridad superior?

Hace ya más de cien años de eso y claro, el problema está en que sus legítimos dueños ni siquiera tienen una referencia de la misma; en definitiva, que probablemente, salvo casos excepcionales, ni saben que pieza de tal valor es suya y que en su lugar debiera estar.

¿Qué harían en su caso?

Pues no se hagan ilusiones, probablemente lo mismo que hicieron vecinos y, digamos, “autoridades responsables” en el caso de la Cruz Altomedieval de Sales, o sea, nada. Claro que aquí no estamos ante un caso de expolio descarado; esto todo tuvo su cauce legal en su momento, pero no se engañen, que las consecuencias, aunque no puede decirse que sean las mismas, en la práctica son muy parecidas.

Pues de ser así me lo dicen, que ahí tienen la pieza, de gran valor ya ven.