Si ojeamos un poco por encima cualquier referencia bien turística o medio erudita ya referente a nuestro solar, ni por asomo vislumbramos referencia alguna al importante patrimonio legado por las poblaciones prerromanas que nos precedieron, o sea, Los Castros – para entenderse – salvo algunas breves referencias al Castiellu de la Riera y como mucho ya alguna breve reseña del castro de la Villeda.
Pues bien, ahora que se inventan recursos turísticos de dudosa fiabilidad, creo que es el momento preciso para dar a conocer el enorme patrimonio olvidado y lo que es peor –prácticamente sin catalogar – que debido a nuestra mala cabeza va a ser ya difícilmente recuperable.
Me refiero ni más ni menos a los múltiples- y digo bien- múltiples asentamientos castreños de poblaciones prerromanas existentes en nuestro solar y de los que no se acuerda ni el “sursum corda”.
Independientemente de las polémicas aparte suscitadas por el origen de la población castreña, cuyas hipótesis celtistas extremas hoy en día resultan difícilmente defendibles, hemos de decir que al final del Bronce, se manifiestan unos activos focos metalúrgicos en el N.O. peninsular desvinculadas de las corrientes mediterráneas y fuertemente enraizadas con las islas Británicas y las costas septentrionales francesas.
Centrando un poco el tema en nuestro solar y citando a B. Vigón una vez más , podemos decir, que a despecho de la influencia céltica, guardan nuestros lugares memoria de sus primeros habitantes que ni el paso de las legiones de Augusto ni las invasiones posteriores que registra la historia bastaron para borrar.
El estudio de estas memorias hecho con el auxilio de la lengua euskera, evidencia según Vigón en nuestro concejo nombres de sitios y lugares con raíces de aquella lengua.
Aquí situado en la cima de un elevado monte, tenemos el pueblo de Carrandi, cuyo nombre, compuesto de la inicial euskara, “car”, que casi siempre denota “altura” y “andia” (grande), deja conocer la topografía del terreno en que se levanta. Carrandena, nombre de un lugar próximo al anterior, proviene sin duda de las mismas raíces y su etimología, como la de aquel, está en perfecta consonancia con el terreno que ocupa.
Lo propio sucede con el nombre Garabandi que lleva un monte en términos de la parroquia de Pernús, con la circunstancia de ofrecernos este en toda su pureza la raíz vasca “gara”: (altura). Luces, aldea situada en una extensa planicie si bien recuerda al latín “lucus”, puede derivarse de “lucea”: (ancho, vasto), Astuera, nombre de un riachuelo que nace en la parroquia de Sales de “asta”: (roca) y “ura”: (agua) ; (agua de roca).
La espaciosa llanura de Cordobana su etimología “llanura alta al pie de una montaña” ,conviene perfectamente con los accidentes de aquel terreno.
Idénticas raíces ostentan los nombres de Otero en la parroquia de Gobiendes que recuerda al vasco “otzerri”, lugar frío, Obaya en la misma parroquia que viene de “ibaya”, río, Gardeli en Lue de “gara”: (alto), La Tura en Pernús de “iturria”: “fuente” o de “ura”: (agua), Moruca en la Riera de “murua”: (colina, cima), con otros más que a pesar de los cambios que experimentaron en el transcurso de los siglos en sus iniciales o desinencias presentan vestigios del primitivo lenguaje ibero que perdura vivo.
En sentido inverso hay que resaltar la escasez de materiales que puedan vincularse a focos culturales célticos por lo que el meollo de la argumentación proceltista, tiene que basarse en la presencia de topónimos prelatinos indoeuropeos hidrónimos como “Deva”, orónimos como “Aramo”, o nombres de concejos como “Candamo”, entre otros.
Vamos pues a tratar de divulgar aunque de nada sirva, la riqueza patrimonial de nuestro solar en este aspecto tan importante como desconocido.
Mientras el especialista J.M. González en su catalogación de castros asturianos en términos del municipio, cita sólo dos:
El Castiellu en la parroquia de la Riera y el Castru de San Juan de Duz o Castru de la Villeda, ya Aurelio de Llano – natural de Caravia- reconoció en términos del Concejo de Colunga cinco castros: Obaya, La Isla, Castiellu, La Riera y la Villeda.
A. del Llano, alude que en el término de Colunga, existen algunos cerros, que fueron habitados por agrupaciones prerromanas, según se ha comprobado dice “con las excavaciones que hice a mi cuenta y con cargo a mi peculio” - Y efectivamente como de todos es conocido en el Castro de Caravia sobre todo, así fue -
“En Obaya, La Isla, Castiellu de Lue, Cerro de la Riera de Colunga y la Villeda, donde encontré, dice, objetos iguales a los del Castro de Caravia.”
La planta de los castros es circular o elíptica y la fortificación simple, doble o triple, según si tienen una dos o tres terrazas escalonadas, que se comunican entre sí por medio de rampas, como en la Riera. La de la Villeda es mixta, al este un foso y el resto pared, la terraza tiene un perímetro de 300 metros.
Siguiendo la misma fuente podemos decir que en el cerro de la Riera estuvo una de las ciudadelas citadas por Plinio, cuando habla de la organización de los astures.
Dice Plinio que “los astures constituían veintidós pueblos y estaban organizados de menor a mayor: la familia, el clan, la tribu y la federación de tribus. Cada clan contaba con un castro o lugar fuertemente defendido y existía además la ciudadela o fortaleza central de la tribu.”
Esta fortaleza según él la única que se ha descubierto en Asturias, debió tener mucha importancia, a juzgar por su superficie y por el número de rampas que conducen a las terrazas donde estuvieron las viviendas.
El recinto era inexpugnable al suroeste, el terreno está naturalmente tajado sobre un barranco y el resto del perímetro se conoce que estuvo fuertemente amurallado. La ciudadela se alza en medio de un espléndido valle fertilizado por el río Colunga y los cinco castros citados están próximos a ella, el más lejano es el de Caravia y sólo dista unos seis kilómetros aproximadamente en línea recta.
Es de suponer afirma que situados más o menos estratégicamente hubiera algunos castros en los productivos terrenos de Loroñe, Carrandi y Libardón , todos bajo el amparo de la ciudadela.
Es arriesgado intentar la localización de una tribu determinada si se admite que el Sella marcaba el límite entre cántabros y astures, mas la división étnica, entre estos pueblos, no debió marcarla el río ya que la clara frontera dialectal de hoy en día sólo justificable por el repartimiento de poblaciones y hablas prerromanas induce a suponer a los cántabros extendidos hasta el Sueve, según señala Adolfo García en “Mela y los Cántabros”.
Las interferencias tribales entre ambos pueblos son frecuentes. Esto unido al hecho de haberse hallado en la parroquia de Sales dos antropónimos frecuentes entre astures (Doidero y Ambati), permiten formular la hipótesis de que fuesen Caravia y el Sueve zonas de interferencia entre astures y cántabros, pudiendo otorgarse a la comarca colunguesa un cierto carácter fronterizo , aunque dentro del ámbito de los astures.
Hasta aquí poco más o menos todo es conocido- al menos entre los estudiosos de estos temas – que no a otros niveles más divulgativos, no. Pero a partir de esto una nebulosa envuelve a los demás, a los menos conocidos, pero no por ello menos importantes, a aquellos que progresivamente se fueron deteriorando hasta caer en el olvido casi totalmente.
Pero la memoria popular es poderosa aunque no esté escrita, y la toponimia no engaña, así que en el acerbo popular aún están presentes los nombres y la ubicación de unos núcleos primitivos de población antiquísimos que configuraron las parroquias medievales de las que son herederas las actuales, pues no en vano si se fijan aún, en la base de estos promontorios ocupados primariamente por estos primitivos núcleos de población hay ahora un pueblo.
Póngase por ejemplo, Sales, debajo del Castillu, La Isla a los pies del Castiellu, Colunga en la base de la Villeda, La Riera, a la sombra del promontorio de la primitiva ciudadela y así en la mayoría de los casos.
Vayamos pues a los desconocidos, y claro está sin indicación alguna, ni turística ni de otro tipo, bien me atrevería a decir que desconocidos en muchos casos incluso por los vecinos de la propia parroquia, como por ejemplo el Castro del Paladru, que ni los propios vecinos de Raiceu conocen.
No es el caso del Cotaxu en el Esllabayu al que fue dirigido sin problemas por el primer vecino que encontré, pero sí el de La Zorea de Abaxu, también sin catalogar y por todos desconocido.
Lo mismo se puede decir, del Castro La Tura, en Pernús, o el cercano de Miravete en la misma parroquia, por no citar el de Castiellu de Arriba o el de La Capilla en Pivierda – en el entorno de las abandonadas Minas de la Capilla - todo ello por no hacer referencia, por mucho que se salga del patrón común al del Cuetu la Moria en San Juan, al lado del cual por cierto pasa ahora la senda
costera de moda, sin que referencia alguna se haga.
Pues nada más que decir, a no ser que hemos avanzado un poquillo, pues de José M. González a ahora pues al menos hemos pasado de las dos referencias clásicas (La Riera y La Villeda) a unas cuantas más… Obaya, La Isla, Castiellu en Lue, El Castillu en Sales, El Tucu Loroñe, el cerro de Carrandi, los restos de Fana en Libardón previos como no a los hallazgos romanos, El del Paladru en Raiceu, el del Cotaxu en el Esllabayu, el de Miravete y la Tura en Pernús, y en definitiva todos esos que citamos ahí que como poco superan ya la docena.
Si recapacitamos un poco y pensamos que esta desmedida riqueza patrimonial la tenemos tirada a la basura literalmente, nos planteamos lo que hemos hecho con la ciudadela romana de La Isla, La Torre de Huerres, el Palacio de Gobiendes o sin ir más lejos con la humilde capilla de ánimas del puente del Solrriberu por citar sólo algunos ejemplos, nos preguntaremos extrañados que hacemos inventado recursos “turísticos” como el refugio antiaéreo de Colunga, con verja, cartel y todo ¿Eh? ¿Qué?
¡Pahabernosmatao, desde luego…!
En foto adjunta se puede ver el ara votiva romana del Castillu de Sales (Museo Arqueológico Provincial) hallada en el entorno del castro prerromano del mismo nombre.
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