Omar Pardo: Juglares centenarios en el mercau de los jueves de Colunga

He oído en más de una ocasión decir a mentes muy clarividentes que a pesar de todos las estadísticas, progresos técnicos y sesudos relatos de vanguardias históricas al uso, que en realidad este nuestro ahora denostado país, o sea España, en realidad había salido de la Edad Media así como quien dice en los años 60 del pasado siglo, o sea más o menos en la etapa que viene siendo conocida como “desarrollista” u otras acepciones similares del ahora oficialmente - que no popularmente, ojo al dato - denostado “Régimen Franquista” Siempre me pareció un tanto exagerado tal aserto, pero en fin, con el paso del tiempo y la observación más o menos objetiva de la realidad, el caso es que ya no me parece tanto.

Y no me lo parece porque observando esta antigua fotografía hecha en Colunga justo hace ahora un siglo, por el conocido fotógrafo ovetense Celso Gómez Argüelles ( Oviedo 1.880 – 1.960) observo que no hace tanto, aún los trovadores, juglares y ministreles jugaban un importante papel como entretenedores, gacetistas y reporteros que por caminos, pueblos y veredas hacían llegar al público heterogéneas composiciones de muy variopinto jaez, sobre la sociedad, sobre la vida, sobre la Iglesia, los conflictos de los Reyes, los más pícaros amores , los más nefastos crímenes, tragedias, hazañas, engendros, escarnios o burlas…

Esta troupe de músicos vagabundos, medio buhoneros, prestidigitadores trovadores ambulantes, y en algún caso curanderos incluso, congregaban en los caminos, plazas y tabernas a todo el pueblo, ávido tanto de noticias morbosas y jocosas, como de gestas de grandes hombres en los que secretamente soñaban convertirse, el expósito enriquecido, el desterrado que lograba de nuevo el favor de su Rey , el pordiosero que providencialmente ascendía a la corte, o el hijo bastardo que conseguía por fin el respeto de su padre…

Estas cantigas ambulantes subsistieron hasta aún bien entrados los años 60 del pasado siglo, en plazas, veredas, caminos y mercados de muchos de los pueblos de España; es a partir de ahí cuando entraron en declive por razones obvias, aunque aún subsistieron algún tiempo sus naturales herederos, los copleros, que por unos céntimos repartían en los mercados locales impresas en papelinas de vistosos colores, desde las letras de las canciones de moda, hasta los más inéditos poemas de los bardos de la zona, pasando desde los modelos más efectivos para bucólicas declaraciones de amor si alguien lo precisaba, hasta las más jocosas, pícaras y grotescas composiciones populares al uso.

Ahí tienen un buen ejemplo de ello: Un músico ambulante un jueves de mercau en Colunga, recitando su historia al pie del cartelón en año 1920, que ya llovió.
¡Pues eso…!