Descomunal es el adjetivo correcto, sí; DESCOMUNAL, pues es sin duda el que mejor describe la tragedia del otoño de 1918 mal denominada por cierto GRIPE ESPAÑOLA, y no vamos aquí a ahondar en este asunto, pues todo el mundo sabe ya que de Española no tenía esa gripe nada, otra cosa es que como suele ser habitual los protestantes anglos nos hayan colocado el Sambenito – como en otras muchas cosas – con el beneplácito, eso sí, del rebaño de tontos útiles y los pseudo intelectuales esos de medio pelo que aún tienen los cojones de decir que los españoles nos equivocamos de Dios en Trento, pero en fin; eso es otra historia…
El caso es que esa gripe, si que fue una verdadera PANDEMIA de verdad, y no como el truco del almendruco ese del COVID de hace cuatro días que nos han hecho tragar las élites globalistas para llevar a cabo su satánica Agenda 2.030, y que gracias a sus podridos mass media tan hondo calado halló tanto en las clases populares embrutecidas que se creen todo lo que vomitan a través de esa caja que todos tienen en la sala de estar de su casa – y algunos hasta en la cocina ya - , como en esas otras medias de ni fu ni fa de medio pelo temerosas en extremo de natural y con cierto nivel cultural – muy inferior del que ellos creen por cierto - , pero que ya es más que suficiente para no caer en ese grotesco y descarado truco del almendruco.
No obstante aquí el problema que se les planteó fue muy otro, y claro lo suyo es no sacar los pies del plato – que nadar a contra corriente es muy chungo – y las consecuencias de contrariar a las élites pueden llegar a ser nefastas, así que deciden también decir que llueve cuando les están orinando encima y adoptan sumisamente el bozal, eso sí, toreando el pinchazo, mediante certificados falsos y otras triquiñuelas al uso a las que sí tienen acceso al no estar ya en la base misma escalafón social – que tratan de sortear al precio que sea -, que si no nos toca el placebo, pues a ver…
Ni que decir tiene que los más primarios indocumentados, aunque acometieron con saña y cierto gusto todo hay que decirlo, a quienes les dijeron que eran peligrosos “negacionistas”, término hijoputa donde los haya, pues les otorgaron un poder de guardianes que les encantaba, a qué negarlo, algo normal en todos los acostumbrados de habitual a una anónima subordinación tienen cierto perdón de Dios puesto que creían hacer lo correcto, las clases medio bajas un tanto más acomodadas que otorgaron como putas en Cuaresma si que no tienen perdón de Dios alguno, por puercos, eso como que dos y dos son cuatro, pues aunque su nivel intelectual no es para tirar cohetes, si que es más que suficiente para no caer en el descarado truco del almendruco del bozal, que no era otra cosa que una prueba de sumisión más que evidente.
Pero, en fin, a lo que vamos:
Así que por estos lares, finalizado el plácido verano de 1.918, y vueltos los veraneantes en su mayoría a sus orígenes (Que algunos venían de ultramar y regresaban más tarde de lo habitual) nadie esperaba ni por asomo la descomunal tragedia que se les venía encima y que ya llevaba un tiempo azotando otras partes del orbe, que por aquí al igual que por otras zonas rurales de España alcanzó su cenit en el Otoño de 1.918 que es cuando ya algunos semanarios locales se hacen eco de ciertos óbitos que salen de lo habitual y que se empiezan a hacer preocupantes…
Y bueno, como lo que puede salir mal, sale mal, no tardó mucho en saltar la liebre y cuando a mediados de octubre, las gacetillas de Colunga aún andaban enfrascadas con la crónica social de final de verano, solazándose en noticias tales como el regreso de México a su solar natal de Gobiendes del ingeniero Eugenio Cueto Ruídíaz, la presencia del Ilustre señor de Madrid D. Ignacio Sancho y familia, en la posesión de sus amigos los señores de Pertierra en San Juan, o la visita D. Bonifacio Pérez de Velasco y su distinguida esposa a la localidad, el Semanario – entonces Pidalista – La Voz de Villaviciosa”, ya alertaba con meridiana preocupación sobre “El soldado de Nápoles”, nombre por el que era conocida entonces la enfermedad antes de cargarnos a nosotros los españoles con el Sambenito:
“Va tomando mucho incremento en la Villa y aldeas aledañas la enfermedad reinante. Hay familias donde se encuentran atacadas cinco o seis personas, todos con los síntomas corrientes de la misma; calenturas, dolor de miembros y vómitos”
Y ya la alcaldía adopta las primeras medidas para paliar su extensión; clausura de escuelas y colegios, prohibición de lavar en lavaderos públicos, endurecimiento de medidas sanitarias en los mercados de ganado, etc.
No pasó una semana y ya las gacetillas locales de Colunga, la Voz de Villaviciosa y la prensa regional de más enjundia, empezaron a hablar sin tapujos de algo muy serio:
“ La enfermedad que infesta España ha llegado también a Colunga, donde solo en la villa, hay más de setenta atacados. Para atender a tantos enfermos (más de ciento cincuenta entre Colunga y parroquias) solo presta servicio un médico titular D. Francisco Pando, pues el Sr. Tapia nada puede hacer postrado en el lecho atacado también por la enfermedad”
Se da noticia ya de los primeros fallecimientos:
“Ha fallecido en esta villa a los 13 años la niña Mercedes Capellán Martínez, primera víctima en este pueblo de la enfermedad reinante”
“Falleció en Friera víctima de la enfermedad reinante el vecino D. Manuel Granda Llera”
La cosa no había hecho sino empezar.
“La terrible epidemia ha tomado en Colunga caracteres alarmantes. Empezó atacando con bastante benignidad y como incendio en día de huracán prendió en todo el concejo con fuerza extraordinaria llegando a atacar a más de ochocientas personas con proporción aterradora de defunciones”
Hace referencia a la ausencia de desinfectantes y demás material sanitario, a la cobarde y nefasta actuación de las autoridades encabezadas aquí por el entonces alcalde “jarqueño” Juan Victorero, que en lugar de estar en su puesto se refugió cobardemente a cal y canto en su casa de Lastres, obviando descaradamente sus obligaciones, contrariamente a lo que hizo el Doctor Pando, cuyos desvelos y heroica labor, que fue mucho más allá de sus obligaciones profesionales salvó innumerables vidas, algo – me temo – muy extrapolable a la actualidad, pues la categoría del profesional honrado y la del pichichi de medio pelo pesebrista de la politiquilla al uso – por norma general, claro - pues qué quieren que les diga, nada nuevo en la viña del Señor.
En fin; las crónicas de la época son espeluznantes:
“Jóvenes en lo mejor de la edad han sido barridos en pocos días, las aldeas con las casas cerradas parecen cementerios y por las carreteras solo se ven rostros con la angustia retratada en busca de medicamentos imposibles de encontrar”
“Por las carreteras no se veían cruzar más que ataúdes y hemos presenciado la desgarradora escena de dos padres llevando en hombros las cajas mortuorias de sus respectivos hijos “
pues así se llevaban los féretros al cementerio ya que los entierros estaban prohibidos, habilitándose fosas comunes donde se depositaban envueltos en simples sábanas los cadáveres de los menos pudientes transportados colectivamente en carros.
En definitiva, espeluznante, aterrador o como quieran llamarlo, solo tienen que ver las estadísticas de fallecidos a primeros de noviembre, que no son ni mucho menos las definitivas, pues aunque la pandemia no tardó en demasía en remitir, a principios del mes de Noviembre los números hablaban de ciento veinte muertos en tan solo cuarenta y ocho días, y lo que quedaba, secuelas de todo tipo aparte, que la pandemia aun no había remitido definitivamente ni mucho menos, aunque atacara ya con menor virulencia.
Bien es verdad que la población municipal de la época era el casi el triple que la de ahora pues se acercaba y mucho entre residentes y transeúntes a 9.000 almas.
Es en estas ocasiones donde se ve la abnegación y la valía de los grandes hombres, encarnada en esta ocasión por el Doctor Francisco Pando que luchó heroicamente contra la epidemia poniendo en riesgo su propia vida, dando incluso consuelo y aliviando a muchas familias y organizando eficazmente la desinfección de casas y calles, todo un caballero que no teme la tempestad cuando le llama la voz de la conciencia mucho más allá del cumplimiento de sus deberes profesionales...
Admirado y respetado por todos realizáronse con posterioridad gestiones para que pudiera lucir en su pecho la Cruz de la Beneficencia.
¿Creen que llegaron a buen puerto?
Pues mejor no pregunten.
En el lugar de Loja, parroquia de San Juan, término municipal de Colunga en el Principado de las Asturias de Oviedo, Reyno de España a veintiún días del mes de noviembre del año de dos mil y veinticuatro del Nacimiento de Nuestro Señor, que EL nos ampare, compuso este libelo el ocioso Lcdo. D. Omar Pardo y Cortina, leal súbdito del Rey Legítimo y fiel siervo de Dios, que bien saben ustedes ya que:
“EL QUE NON TIEN QUE FACER MATA MOSQUES CON EL RAU”
Omar Pardo y Cortina.
P.D.
Agradecimientos:
Al erudito maliayés D. Senén Rivero y Cueto por abrirme generosamente las puertas de su archivo particular – uno de los mejores de la región, sin duda – sin cuya colaboración no hubiera sido posible la elaboración de este libelo.
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