Transcurre junio metido en aguas y las temperaturas no alcanzan los niveles respetuosos con la época del año. A veces pongo en duda la cosa esa del cambio climático, teoría mundialmente reconocida salvo por algunos primos de zumosol, y empiezo a pensar que tal fenómeno requeriría más bien una interpretación a la inversa.

Los niveles del agua no descienden y se obcecan en anegar calles y viviendas dando crédito a los agoreros de bíblicas inundaciones ayudadas por proyectos de costas , invasores de hormigón y muros antiestéticos. Nada de sequía, nada de calor.

La Isla - Colunga

Las fuentes lo cantan ¿Tendrán razón los más viejos del lugar cuando nos cuentan que vuelve los años de Maricastaña en que era menester evacuar personas y bienes en barcas? O serán cotilleos interesados en hacernos ver que las preclaras mentes de nuestros regidores no tiene ni puta idea.

Será el discreto encanto del cotilleo, ese rum rum que da vidilla a los pequeños pueblos cuando no hay noticias más relevantes que compartir. Ese correveidile que nace de las orejas de los paredones y que nos convierte en asiduos consumidores de conversaciones insulsas al tímido sol que empieza atisbar o al húmedo calor de la estufa del bar. Esta mañana Isabel caminaba arrastrando las zapatillas en dirección al huerto. Diríase que éstas lloraban sin lágrimas compartidas.

La chuchi se había acostado en un .lugar recóndito de la cocina avergonzada porque su fin estaba próximo. Seguramente la conciencia le remordía por abandonar a su ama.¿Tendrán conciencia los perros? A la mañana siguiente, hoy, la perrita amaneció sin vida en el mismo rincón donde había yacido la noche. Sin ruido, si quejidos, sin  aliento.

Algo se nos va de nosotros cuando se muere nuestro perro. Difícil trago para los amos que apenas gozan de su propia comprensión. No hay esquelas, no hay funerales, no hay pésames.  Pero en el pueblo todo el mundo sabe quien era la Chuchi  e incluso algún vecino metido en lágrimas acompaña en el dolor . Es el pueblo animado  que da nombre y vida a todos los seres animados.

Cuando Casimiro entró en el chigre y dio la noticia no hizo falta aclarar quien era la Chuchi. Todo vecino sabe que es la perra de Iasbel, que Calixto es el gato de la Vicenta, que Isla es  la mula del Marochu. Y todo el mundo se apena dejando desprovistos de razón a aquellos que dicen eso de pueblo pequeño infierno grande.

Sucede precisamente en verano, al hacerse grande, cuando el vecino deja de ser vecino para perderse en el anonimato y las vacas dejan de ser La Pinta, La Navarra, La Xana, para quedar en rumiantes sin nombre proveedores de leche en tres versiones.

El gran descubrimiento de los niños de la ciudad. La playa deja de ser playa para convertirse en colosal tumbona maloliente de Nivea. Paseamos el muro sin saludos, sin gestos, sin expresión. Unos ojos medio rasgados sobre una tez morena del cono sur pasa ante nosotros pero no existe porque ni siquiera la miramos.

Es el frío estío que se ha impuesto al cálido invierno de este pueblo.

J. Balaguer