2 nuevas poesías creadas por César Carús Arnáiz

SOLO TÚ

¡Cuántas veces en la vida
el pesar me mortifica!
y digo a mi alma: ¡querida,
sólo Dios te vivifica!


Él, nos libró del pecado
y nos señala el camino,
para llegar a su lado:
es nuestro propio destino.


Y lloré,
le supliqué
y llegué a reconocer,
que la envidia,
no es un placer:
castigo de Lucifer.


En mí no tiene cabida
ese terrible castigo.
Con la lección aprendida,
yo, seré siempre tu amigo.


Sólo Señor, pienso en Ti.
Tú, sabes bien, como soy.
No espero vengas a mí,
puesto que sabes que voy.


Voy a Ti, porque me escuchas,
porque me das de comer
y con tus palabras duchas,
también me das de beber.


No me dejes de tu mano,
pues sin Ti, no seré nada.
Soy, Señor, un ser humano.
Dame asilo en tu morada.


Hoy me ofreces tu manjar.
Me recibe tu amistad
y te canto ese cantar,
que encierra tanta verdad.


“Quisiera Señor,
mi vida y mi luz,
vivir en tu Cruz,
morir por tu amor.


Yo quisiera que todos te amaran,
que todos llegaran corriendo a tu altar.
Como llegan corriendo Dios mío
las aguas del río, que van a la mar.

Quisiera, Señor…


Corazón, que entre llagas y espinas,
con ansias divinas nos muestras tu amor.
Yo quisiera que el Mundo a porfía
cantara este día un himno en tu honor.

Quisiera, Señor…”

César Carús Arnáiz

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¡GRACIAS RAMÓN JUNCO!

En mi vida retrataste
esa Torre tan esbelta
y al mismo tiempo lograste
mostrar al mundo tal gesta.


Esta gracia, también don,
recuerdo tan soberano,
me dicen, a la sazón
donde he nacido cristiano.


Bajo esa insigne figura,
que es un reto al propio viento,
recordé como criatura
al propio Dios, con aliento.

Rondé por muchos caminos.
Siempre la tuve presente.
Sufrí muchos desatinos
nunca fuera de mi mente.


Sus cuidados maternales
llevan a mi corazón
la cura de tantos males…
que me inundan de ilusión.
Recé dentro de su seno
y rogué con gran anhelo.
A ese Dios mi soberano
canté con gozo, con celo.

Hasta tengo la gran suerte
de verte, al morir el día.
Cuando me llegue la muerte…
sé tú mi norte, mi guía.


Sube tu conmigo al Cielo
y en aquella inmensidad,
pídele a Dios este ruego:
dale tu perdón, tu paz.


Cuántas, cuántas oraciones
subieron por tus entrañas
al Cielo. Fueron pasiones
que no son para ti extrañas.

Tú, que ves desde esa altura
a todos los colungueses,
plegaria, oración futura,
por todos ellos, tú, reces.

César Carús Arnáiz