Carpe diem...


CAMPANINES DE MI ALDEA.

¡Campanines de mi aldeaaaaa…
campanines del mioooo… llaaaaar…

Vuestros sonidoooos me guíiiiaaaan…
vuestros sonidoooos me guíiiiaaaan…

por tierras de allende el mar…!

Aunque la tecnología y la mecanización hayan aparcado para siempre el noble oficio de campanero – como tantos otros – no debiéramos olvidar que en nuestro acervo milenario tañer campanas fue costumbre y necesidad desde lejanos siglos.

Cuando en nuestros pueblos, aún no existían los consistorios o ayuntamientos, como tales lugares de reunión, los vecinos eran convocados a las reuniones de concejo “a son de campana tañida” congregándose en el pórtico de la iglesia.

Las campanas con sus propios lenguajes y cadencias transmitían, no debemos olvidarlo, alegrías y tristezas, eventos y coyunturas varias, en definitiva el “Carpe diem” con un paso un tanto menos ligero que en la actualidad, mediante sus timbre melosos o exaltados, recreados en definitiva de la voz humana en simbiosis con la armonía musical en la medida de lo posible, el lento y acompasado toque fúnebre, el festivo repique de jubilosas celebraciones, el tocar a rebato alertando de algún incendio u otra incidencia, o el intimidatorio toque de ánimas de Noviembre, recordándonos siempre nuestros deberes religiosos.

Defunctos ploro, Pestem fugo, Plebem voco, Congrego clerum, Festa decoro, rebato, fiesta, difuntos y gloria en cristiano común de ahora poco más o menos…

Con el paso de los años han desaparecido ya la gran mayoría de los toques que conocieron nuestros abuelos, sabidos al dedillo por sacristantes, campaneros y fieles en general.

Recuerdo que en mi parroquia ( San Pedro de Ladredo de Sales) yo mismo de pequeño siendo sacristán y por ende “pillo”, toqué alguna vez a difunto, más que nada porque no había nadie en ese momento disponible. Claro que el toque no era muy allá, pero para un apuro valía, ya que el “Defunctos ploro” es de lo más sencillo que hay… a no ser que sea de un niño que al final hay que tocar a gloria y eso ya es otro cantar.

No lo recuerdo demasiado bien, pero si sé que el toque de difunto terminaba de distinta manera si el finado era varón o hembra, para que la vecindad se aclarara, todo muy simple y elemental, como todo aquello que regula el sentido común que como su propio nombre indica es el más común de los sentidos.

En la actualidad, aparcado el oficio por las nuevas técnicas, suele haber apuros en las parroquias cuando de tirar de campana se trata, pues en las procesiones de las fiestas populares suele costar Dios y ayuda encontrar a alguien que “repique” decentemente cuando el Santo sale en procesión, y ya no digo nada que conozca todos los toques y maneras, tanto es así que a veces son dos, tres o incluso cuatro como en este caso los que deben complementarse en tal labor que no hace tanto conocía a la perfección un campanero ahora desaparecido de la lista de oficios…

Y como para muestra un botón, ahí les dejo estes “semeyes” de mi amigo Alfonso y sus colaboradores en el Festejo de San Roque Libardón de este año.

Pues que más o menos eso…